"Quien conoció el exilio no puede aplaudir a quien exilia y vitupera a los cubanos en la diáspora"Excelentísima Presidenta:
Antes que aborde el avión con destino a Cuba, permítame decirle que celebro la honestidad y calidad humana con que Ud. gobierna. No siempre concuerdo con sus decisiones pero, como muchos chilenos, me siento orgulloso de su figura. La razón es sencilla: usted es la primera mujer que llega a la presidencia, sufrió la represión, luchó por la recuperación de la democracia, y desde La Moneda se afana por promover la prosperidad y unidad nacional.
A partir del respeto que me merecen su imagen y la de sus padres es que le manifiesto mi desencanto por su decisión de soslayar, en su próxima visita a la isla, el carácter represivo del régimen castrista, de ignorar a los disidentes y de inaugurar la Feria del Libro de La Habana. Es a mi juicio éticamente censurable, Presidenta, escudarse en el protocolo para ceder ante un tirano que detenta el poder desde 1959, ha sido condenado por violación a los derechos humanos en Naciones Unidas e impide elecciones libres. Alguien que sufrió prisión política, exigió solidaridad mundial y democracia para los chilenos no puede aterrizar en la isla y eludir a quienes se oponen pacíficamente al régimen que jamás ha tolerado agrupación opositora ni voto discordante en el parlamento, y mantiene presos políticos. Quien conoció el exilio no puede aplaudir a quien exilia y vitupera a los cubanos en la diáspora, gente que para entrar a su patria necesita visa gubernamental, tal como los chilenos que portaban la ignominiosa L en el pasaporte. Los cubanos de hoy son el espejo de nuestro pasado, Presidenta. Lo que demandaban los chilenos bajo Pinochet -plebiscito, derecho de asociación, prensa libre, derechos humanos, fin al exilio y la policía política- es lo mismo que hoy anhelan los cubanos. ¿O Ud. cree que tras medio siglo de castrismo, ellos lo refrendarían en elecciones pluralistas? Si para los chilenos 17 años sin libertad fue demasiado, ¿por qué para los cubanos 50 años sin ellas es insuficiente?
Tampoco se entiende, Presidenta, que Ud. inaugure la feria del libro en un país donde reina la censura y centenares de intelectuales -sean Vargas Llosa o Semprún, Zoé Valdés o Daína Chaviano, Arenas o Cabrera Infante, Padilla o Paquito D' River a-, están prohibidos. Allá hay además por lo menos tres libros de chilenos censurados: "Confieso que he vivido", de Pablo Neruda; "Persona non grata", de Jorge Edwards, y "Nuestros años verde olivo", de quien le escribe. Como chileno, me duele que mi Presidenta legitime la política cultural de una dictadura que censura a chilenos. Tampoco resulta congruente que la líder de un gobierno integrado por socialdemócratas, democratacristianos y liberales, se desentienda de la represión de los Castro contra personas de convicción socialdemócrata, liberal y democratacristiana. Desembarcar en La Habana y hacer como si se llegara a San José de Costa Rica constituye el sepelio de la superioridad moral de la Concertación en materia de derechos humanos, despierta odiosas divisiones en Chile y mina la consistencia de los principios democráticos de su sector, que ha tornado la defensa de los derechos humanos en su leit motiv. No se puede condenar a Pinochet y celebrar al mismo tiempo a Castro. Que no la acompañen a la Feria del Libro novelistas chilenos de trascendencia debiera hacerla reflexionar sobre el tema. Hay datos innegables: medio siglo de totalitarismo, represión brutal contra opositores, prensa controlada, presos políticos, 8.000 muertes documentadas, exilio, isla en ruinas. Que nadie diga después: "¡Si lo hubiésemos sabido!".
Hace 2.500 años el gran Tales de Mileto preguntaba: "¿Qué cosas vemos raras veces?" Respondía: "Un tirano viejo". Usted aspira a ver ahora al más viejo del mundo. Lo que Tales no aclaró fue que, aunque viejo y enfermo, el abrazo del tirano con un demócrata siempre mancha el poncho -o la guayabera- de este último. ¿Sabe, Presidenta? Aún anhelo que Ud. exprese en La Habana lo que supongo anida en su alma de luchadora por la democracia: la convicción de que la defensa de los derechos humanos es indivisible y que éstos deben exigirse para todos. También para los cubanos.
Respetuosamente,
Roberto Ampuero
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