lunes, febrero 09, 2009

CUBA ES UN ESPEJO. Andres Rojo.


La presencia de la Presidenta Michelle Bachelet en Cuba ha dado para todo tipo de polémicas, interesadamente infladas por la prensa con el fin de explotar las aparentes divisiones que la figura de Fidel Castro provoca entres los chilenos, lo que resulta especialmente curioso porque, en estos días, Cuba y Castro tienen cada vez menos relevancia en el mundo.

Si bien es cierto que Fidel pudo hacer una revolución bajo las narices de Estados Unidos, la verdad es que desde la disolución de la Unión Soviética, su gravitación en la política internacional es mínima y resulta evidente que sólo se sostiene por su carisma.Desde el punto de vista del intercambio comercial, también la importancia de Cuba es mínima para los intereses nacionales, independientemente de los buenos negocios que algunos empresarios puedan hacer en la isla y que, curiosamente, pertenecen a todas las corrientes políticas.

La gracia de Cuba, lo que hace que la visita de la Presidenta sea polémica, es que Cuba sirve como un espejo de la propia realidad nacional. Quienes se ufanan de su vocación democrática quedan expuestos en la fragilidad de sus argumentos cuando se trata de analizar la situación de los derechos humanos, y quienes son criticados por su falta de compromiso democrático evidencian también su intolerancia frente a otras formas de gobierno.

Quienes defienden el capitalismo neoliberal a ultranza tienen a Cuba para mostrar que, a pesar de todo, la salud y la educación pueden funcionar bien con otros modelos y quienes defienden las economías centralizadas y planificadas no logran explicar las insuficiencias y falta de libertades de la economía cubana.

Visto desde el punto de vista del derecho a la autonomía de los pueblos, es claro que Cuba no encaja dentro de lo que se entiende como la democracia occidental, pero quién tiene la atribución de determinar qué es democrático. El propio Pinochet afirmaba que la suya era una "democracia protegida".

Cualquier posición contrastada con Cuba presenta rasgos que no se perciben en la mirada exclusivamente nacional, y posiblemente por eso Fidel Castro despierta tantas pasiones que, a la luz de la racionalidad, no tendrían explicación.

Si la visión de las cosas depende del cristal con el que se mira, resulta claro que en el caso de Cuba, los colores de los cristales son más intensos que con otros países, pero eso no es culpa de Cuba sino de los observadores y de quienes les interesa mirar a la isla para lograr apoyos a sus respectivas miradas y negárselos a sus adversarios.
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