¿Por qué Orrego?. Patricio Zapata
Sus años como
alcalde de Peñalolén, con sus éxitos y sus contratiempos, le han enseñado la
importancia de escuchar a la ciudadanía.
HAY VARIAS
personas valiosas que quieren llegar a la Presidencia de la República en marzo
de 2014. No soy de los que se complica con la proliferación de precandidatos.
Tampoco considero que sean prematuras. Por el contrario, me parece sano que las
interesadas y los interesados tengan la oportunidad de hacer pública su
disposición y cuenten, además, del tiempo suficiente para difundir sus ideas y
programas.
Esto resulta
ser especialmente gravitante para las figuras opositoras. Los candidatos de la
derecha, todos ellos ministros de Estado con alta visibilidad, tienen
garantizado un alto grado de exposición mediática.
En este
sentido, me ha parecido muy bueno que Ximena Rincón haya levantado su precandidatura.
Después de ver la forma brillante en que se ha desempeñado, primero como
intendenta y ahora como senadora, no me cabe duda que tiene todas las
condiciones para ejercer un gran liderazgo nacional. Estoy seguro, por otra
parte, que nombres como el de Andrés Velasco o José Antonio Gómez constituyen
alternativas válidas y, de paso, enriquecerán nuestros debates.
En esta
columna y sin desmerecer a los otros nombres en discusión, quisiera compartir
las razones que me han llevado a entusiasmarme con el hecho de que un grupo
grande y significativo de dirigentes sociales, políticos y juveniles hayan
lanzado la candidatura presidencial de Claudio Orrego.
En primer
lugar, quisiera destacar el hecho de que la postulación de Orrego haya puesto
como eje central de su campaña la lucha contra las distintas desigualdades que
siguen lastrando las posibilidades de desarrollo de cientos de miles de
compatriotas.
En segundo
término, quiero valorar la experiencia que aporta Claudio. Sus años como
alcalde de Peñalolén, con sus éxitos y sus contratiempos, le han enseñado la
importancia de escuchar a la ciudadanía. Más que nunca antes, los problemas
de Chile deben ser abordados en perspectiva participativa y no meramente
tecnocrática.
Luego, debo
señalar que me complace su firme compromiso con la renovación de la política.
No me cabe duda que en esta candidatura, los jóvenes de verdad (los menores de
30 años) van a encontrar espacios reales
para aportar y liderar.
Finalmente,
quiero destacar la claridad con que Claudio entiende las exigencias de la
gobernabilidad. El sabe que es indispensable construir una nueva mayoría por
los cambios. Tiene claro que esa mayoría nueva tiene que ser algo que supere a
la vieja Concertación. No cae, sin embargo, en el error ingenuo de pensar que
la mejor forma de gobernar es sin los partidos políticos.
Son estas
razones y otras más que no caben en este espacio, las que me impulsaron a
concurrir al acto de proclamación de Claudio Orrego el sábado pasado. La
actividad, muy alegre, se hizo en la cima del cerro Santa Lucía. Se recordará
que fue un día de calor casi récord (34,6°).
Recuerdo
ahora lo que pensé cuando terminado el evento y, protegida mi pelada por un
jockey, bajaba caminando del cerro a eso del mediodía: "¡Por Dios, que
fuerte brilla el Sol!".
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