lunes, enero 23, 2012

Larraín y Walker: el respingo conservador. Carlos Peña


¿Tiene importancia el documento que suscribieron Renovación Nacional y la Democracia Cristiana? Casi ninguna como proyecto de reforma política; mucha como testimonio de una sensibilidad conservadora.
Así lo muestra una somera revisión de su contenido.
Ignacio Walker y Carlos Larraín (no cabe duda que se sienten cómodos uno al lado del otro, comparten el mismo habitus y sentido de clase: esa rara sensación de que el curso del país descansa, en alguna medida, sobre sus hombros) añoran para Chile, según confiesan, "la sana y buena política de Aristóteles".
Es difícil concebir un anhelo más absurdo y pretencioso que ése.
Y es que para Aristóteles la unidad política era la polis, una pequeña comunidad cuyos miembros estaban galvanizados por una misma idea del bien (Pol. I.2.1252b27-30). Por eso para él la política era un diálogo entre personas que compartían los mismos valores, individuos cuya identidad estaba atada a la colectividad en la que habían nacido ¿Qué tiene que ver eso con el Chile de hoy, diverso y plural, y donde las formas de vida proliferan? Nada o casi nada. La demanda aristotélica de Larraín y Walker es una muestra de malestar cultural (de ese que se encuentra ampliamente en los sectores conservadores) más que una propuesta de reforma política. Un testimonio de la raíz común que tiene un sector de RN y la DC.

Esa raíz conservadora se pone además de manifiesto cuando se diagnostican las causas de la desafección por los partidos. ¿Por qué la gente toma distancia de los partidos? Lo que ocurre -explican Larraín y Walker- es que en la sociedad chilena se observa:
"Una mentalidad difusa en todos los ámbitos, que busca -concluyen- gratificación instantánea en la vida personal y realización pronta de enfoques muchas veces estrechos".
Gracias a ese tipo de frases (¡qué talento para sugerir vaguedades!) el documento de Larraín y Walker parece escrito por la Conferencia Episcopal. Culpar de la desafección con los partidos a una "mentalidad difusa", a la falta de ascetismo de las masas y a sus "enfoques estrechos" es simplemente irrisorio en un documento que se redactó con sigilo y con cuidado. ¿Acaso no tienen los partidos y sus dirigentes -Larraín y Walker incluidos- más responsabilidad en el fenómeno de la desafección que lo que ellos llaman la búsqueda de gratificación instantánea?
Entre la invocación a Aristóteles y ese tipo de quejas, los autores del documento -en vez de diagnosticar los problemas del país- exhiben el conservadurismo cultural que los anima y el sentido aristocratizante con que viven su propio papel en la política: creen que su misión es sacar a la gente de lo que ellos estiman es una vida mal enfocada, una vida seducida por cosas como la gratificación instantánea o la mentalidad difusa (¿a qué se referirán con todo eso?, ¿a los malls ?, ¿la tevé de masas?) que, en su opinión, no valdrían la pena.
¿Habrá alguien en la izquierda progresista o en los sectores liberales que pueda compartir ese sentimiento que, la verdad sea dicha, no es más que una queja conservadora contra la modernización de Chile?
Pero no es sólo ese arresto de mala filosofía y conservadurismo lo que llama la atención en el documento.
También salta a la vista la herida, para la historia, que se infiere a Piñera. ¿Por qué hoy se hace tan urgente abandonar el presidencialismo? Lo que ocurre, explican Larraín y Walker, es que el centralismo presidencial muestra todos sus defectos "cuando se debilita". O sea, hoy. En otras palabras, la razón de todo este esfuerzo (descontado, por supuesto, Aristóteles y los defectos de la gratificación instantánea) es el mal desempeño de Piñera. Si él no hubiera debilitado la institución presidencial -a eso se reduce el argumento- la necesidad de la reforma no sería urgente.
Es difícil imaginar una crítica más oblicua -más vaticana- que ésa.
En suma, confesiones conservadoras y críticas soterradas para abogar, en lo inmediato, por un "sistema electoral proporcional corregido". ¿No será demasiada queja disfrazada de análisis para una propuesta tan vaga y a la vez tan obvia?