Discurso aniversario de la muerte de Eduardo Frei Montalva. Ignacio Walker
Estimados camaradas:
Comparto con ustedes el discurso pronunciado en el aniversario n° 30 de la muerte de Eduardo Frei Montalva.
Una vez más estamos aquí, junto a la tumba de Eduardo Frei Montalva. Es que para nosotros, los demócrata cristianos, el duelo no termina. Estaremos de luto hasta que no sepamos cómo murió Eduardo Frei, en qué circunstancias precisas.
El pesar tampoco termina ¿Cómo podríamos consolarnos de haber perdido al más grande y al mejor de los nuestros? Al que nos marcó el camino, al que nos enseñó los principios, al que nos inculcó los valores. Al que dio vida, futuro y esperanzas a cientos de miles de chilenos y chilenas en torno a un proyecto basado en la promoción humana y la justicia social.
Y qué mejor que, en estos tiempos de confusión, recordarlo en sus propias palabras. Nunca tuvo el menor temor de confesar sus convicciones, basadas en la primacía del espíritu. Citando a un personaje de Pasternak, nos decía: "Y he aquí que en aquella orgía de mal gusto, en oro y mármol -el imperio romano-, llegó EL, ligero, humano, provinciano, y desde entonces comenzó el hombre, el hombre carpintero, el hombre agricultor, el hombre pastor, el hombre cuyo nombre no resuena solemne ni feroz". Esta frase, nos dijo, resume el sentido de nuestra lucha.
Fuimos puestos en este mundo para ser personas, nos dice Frei. No sólo para multiplicar los frutos de la tierra sino para enseñorearnos de ella. Para ser sujetos, actores y protagonistas, para realizarnos en el trabajo, para vivir en plenitud en familia y en paz. Ese es el destino de todo hombre y de toda mujer; no de unos pocos, sino de todos.
Estamos en la brega, nos recuerda Frei, para interpretar al hombre, que no tiene por qué elegir entre la tiranía y la miseria, que cree en la libertad, que anhela la justicia, que prefiere el amor al odio. Nuestra gran tarea, nos señala, es la liberación del hombre, liberación de la miseria, mediante el desarrollo económico y una justa distribución de la riqueza; liberación de toda forma de opresión, mediante una democracia efectiva, que respete los derechos humanos, en que todos puedan participar en los frutos del progreso, liberación de la ignorancia, extendiendo al máximo la enseñanza en todos los niveles, sin otro límite que la vocación y la capacidad de cada cuál.
Así fue el llamado que hacía Frei a la democracia cristiana. No pedía identidad en la fe religiosa; exigía, en cambio, amor a la verdad, vocación por la justicia, respeto por la dignidad de todo hombre, sentimiento de hermandad y generosa entrega. El individualismo y la competencia exacerbada que han aportado al mundo el fantástico progreso del siglo XX, ha sumido al hombre en un egoísmo atomizante. Vivir es convivir, nos decía, vivir con otros.
Lo valioso de Frei Montalva es que fue capaz de convertir estas ideas en programa de gobierno y de realizar bajo su administración lo que prometió en su campaña: una verdadera Revolución en Libertad.
La promoción popular dio impulso a miles de juntas de vecinos, sindicatos, cooperativas, centros de madres, guarderías infantiles, clubes deportivos, centros de padres y apoderados; en definitiva, las organizaciones sociales y comunitarias que constituyen la columna vertebral de nuestra vida en sociedad.
La reforma agraria, la sindicalizacion capesina, la jornada única laboral, la supresión del desahucio por simple voluntad del empleador, el pago de los días de lluvia y la jornada de ocho horas en el campo, el tarifado de la construcción, la jornada lámpara en la minería, la negociación colectiva para los empleados particulares, el estatuto de los trabajadores del cobre, la ley sobre prestaciones familiares, sobre medicina curativa, sobre accidentes del trabajo y enfermedades profesionales, fueron todas acciones en el mundo del trabajo.
Y para qué seguir. ¿Por qué será que Frei Montalva sigue vivo en la memoria del pueblo? Esta es la respuesta: porque siempre fue fiel a lo que predicó, no sólo lo dijo en sus discursos y su programa de gobierno sino que lo llevó a cabo en la fructífera obra de su sexenio: su primer y solemne compromiso fue con todos los chilenos y, en particular, con la dignidad de los trabajadores y de los más pobres.
Frei Montalva perteneció a la estirpe de los grandes políticos y de los grandes estadistas. Fue la versión Latinoamericana de un Konrad Adenauer, en Alemania, un Alcides de Gasperi, en Italia, o un Robert Schuman, en Francia, forjadores de la Europa contemporánea. Como ellos, dio pasos decisivos en una integración latinoamericana que aún no alcanzamos a realizar. En este día yo convoco a mis camaradas, y a los chilenos y chilenas, a tener siempre presente las ideas y los compromisos que nos dieron origen y a ser fieles a ellas. Creo que si lo hacemos con entrega, honestidad, trabajo, lealtad y patriotismo, seremos dignos herederos de Frei Montalva.
Santiago, 22 de enero de 2012
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