Dispárenle a la U. Cristián Cabalín. Académico del Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI) de la Universidad de Chile.
Un nuevo trato pidió el rector de la Universidad de Chile, Víctor Pérez, al Estado. Pero últimamente solo le ha dado un mal-trato. Las recientes manifestaciones estudiantiles han terminado con la violenta represión por parte de Carabineros. Las autoridades académicas denunciaron esta desmedida acción policial e interpelaron al ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, para que explique por qué las Fuerzas Especiales destrozan la “U” con tanto ahínco.
Irrumpen en los campus, lanzan bombas lacrimógenas e incluso disparan balines de goma o bolas de paintball (si creemos en esa versión), que son de igual modo muy peligrosas si impactan a una persona que no cuenta con la adecuada protección. Por eso, en el juego se usan máscaras y otros implementos de seguridad.
De esta manera, Carabineros cumple materialmente con una aspiración de un importante sector del nuevo gobierno, que quiere a la “U” lo más lejos del ámbito público. Ya lo insinuó el ministerio de Educación, que está desarrollando una reforma al sistema universitario que busca debilitar a la educación pública y, con ello, a la Universidad de Chile.
Es cierto que la “U” enfrenta serios problemas de burocracia y lentitud en sus procedimientos, pero nada de ello justifica los intentos por debilitarla que se proponen desde el Estado.
El rector Pérez respondió directamente al Presidente Sebastián Piñera, haciéndole ver que la Universidad estará alerta frente a esa intención de jibarizarla. Sin embargo, al mandatario poco le debe haber importado y menos a sus ministros, casi todos egresados de la Universidad Católica. Por lo tanto, que hoy Carabineros dispare contra estudiantes y profesores de la “U” es un asunto de nulo interés para el gobierno.
Pese a ese menosprecio y en momentos en que se celebra el Bicentenario, es preciso destacar que la Universidad de Chile ha tenido un papel fundamental en la historia de nuestro país. Es una de las instituciones de educación superior más prestigiosas de Iberoamérica y en sus aulas se estimula el pensamiento crítico, en un ambiente plural, laico y diverso.
Muchos sostienen que del pasado no se puede vivir, pero incluso los datos de hoy demuestran la relevancia de la “U” para el país. Por ejemplo, el ranking SCImago determinó que es la primera universidad de Chile y la número 9 de América Latina en investigación de alto nivel, con más de 7 mil publicaciones en revistas especializadas. A esto se suma que el ranking de la Universidad de Shanghai la sitúa entre las 500 mejores instituciones de educación superior del mundo.
Además, la “U” concentra gran parte de la investigación que se realiza en Chile (más del 30%) y matricula a los estudiantes con los mejores puntajes en promedio de la PSU. Esto, sin olvidar que tiene sistemas de ingreso especial para jóvenes provenientes de los grupos socioeconómicos vulnerables. Así, el 60% de sus estudiantes de pregrado viene del sector municipal o particular subvencionado.
Es cierto que la “U” enfrenta serios problemas de burocracia y lentitud en sus procedimientos, pero nada de ello justifica los intentos por debilitarla que se proponen desde el Estado. El gobierno debería responder si quiere a una Universidad de Chile pujante, para sostener su excelencia académica y los valores que la inspiran, o si prefiere olvidarla y dejarla caer justamente por lo que representa.
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