domingo, julio 25, 2010

¿Por qué no soy de Derecha?, los desafíos futuros del sector. Jorge Navarrete.


El cientista político asegura que el oficialismo mantiene un lastre político que proviene del régimen militar, cuyo apoyo facilitó la duración e impunidad con la cual se actuó en el gobierno de Pinochet. Además, sostiene que hasta la fecha no existe un mea culpa por su responsabilidad en lo ocurrido durante ese periodo de la historia del país.
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Dentro de su postura, el también cientista político expresa que la derecha tiene un lastre político que proviene del régimen militar, afirmando “fue ese apoyo político, junto a la activa participación de varios que todavía hoy gozan de cierto protagonismo en la vida pública, lo que facilitó la duración e impunidad con la cual se actuó en el gobierno de Pinochet”.
Agrega que el oficialismo renunció a la defensa de la libertad, para garantizar otros derechos y valores como la propiedad, el orden o la seguridad.
“Fíjense que a la fecha, e incluso habiendo ya varios reconocimientos explícitos de las Fuerzas Armadas, no existe -en la Derecha como sector político- un mea culpa por su responsabilidad en lo ocurrido”, precisa.

Miedo al debate
Durante su exposición, Navarrete sostiene que la derecha tiene una permanente inclinación a tratar de imponer convicciones por secretaría, sustrayéndose del debate político, en el que en la “mayoría de las veces está amparado por ciertos subsidios que les concede una institucionalidad que se impuso por unos pocos”.
“Una lógica similar es la que se sigue en la majadera distinción entre los políticos y los técnicos. Detrás de esta predilección por la técnica que profesa la derecha, hay un evidente interés por disfrazar sus propias convicciones ideológicas, las que mediadas por el credencialismo y la sobrevaloración del aprendizaje de ciertas artes, se pretende sobreponer a las reglas del debate público”, sostiene.
Desde ese punto de vista, el abogado falangista menciona que también existe una posición de mantener el actual sistema electoral, que persista la imposibilidad de que se presenten más candidatos que los cargos que se promueven, “el que todavía no institucionalicemos las elección primeras o la excesiva influencia del dinero en la dinámica electoral, son flagrantes distorsiones a la sana expresión de la voluntad popular”.

Poca sensibilidad a la desigualdad social
Dentro de las críticas que le hace al oficialismo, Navarrete menciona la poca sensibilidad a la desigualdad social y a la escasa capacidad para conectar con el sufrimiento ajeno.
“Estoy seguro que los graves problemas de educación y salud, por ejemplo, hubieran encontrado rápida y pronta solución si nuestros propios hijos estuvieran sometidos al régimen con que carga la gran mayoría de nuestros compatriotas”, explica.
Además, culpa a un sector de la derecha que transformó el discurso de la meritocracia en una quimera, en la medida que fomentaba y promovía la exclusión en sus prácticas cotidianas, poniendo un inaceptable acento en los apellidos, el origen social, los rasgos físicos e incluso las convicciones religiosas.
“No se está promoviendo verdaderamente la libertad cuando en una carrera de 100 metros planos, no consideramos que la pista de algunos esté plagada de obstáculos, otros deben correr con los pies amarrados o algunos con los ojos vendados”, afirma.

Asimismo, agrega que el problema principal no es la pobreza, sino la desigualdad que existe en el país, el cual considera como un círculo perverso.
“Cómo romper este círculo perverso; cómo no transformar en una irremediable tragedia familiar el que un jefe o jefa de hogar de hogar pierda temporalmente su trabajo; cómo hacer carne, y de verdad, la promesa –que tantas veces les hemos escuchado y es tan cara a la Derecha- de que el mérito y el esfuerzo les permitirá surgir más allá del infortunio de la lotería de la vida”, señala.
Y a reglón seguido asegura que “es aquí donde la derecha ha subvalorado la importancia del Estado, al mirarlo como un causante de más problemas que beneficios, como una suerte de usurpador del esfuerzo y trabajo de las personas. Claro, cuando las cosas andan bien, porque al mínimo atisbo de dificultad, rápidamente se olvida el discurso del emprendimiento y la libre iniciativa. Como decía un ex ministro de Pinochet, Sergio de Castro, a la Derecha “le gusta privatizar las utilidades y socializar las pérdidas””.

Una derecha más moderna
Sobre su posición de ver una derecha más moderna, Navarrete expuso que se echa de menos una mayor preocupación por los tópicos emergentes y que ya son issues en varios lugares del mundo: género, medio ambiente, energía limpia, multiculturalismo, migración o desarrollo.
“A ratos pareciera que un sector de la derecha sólo hace suya la vertiente económica y comercial de la globalización, pero que tiene la peregrina esperanza que en los otros temas -sociales, culturales y valóricos- puede seguir jugando con sus reglas y privilegios”.
Además, menciona que no existe un sentido republicano, dado a la ausencia de “barreras o pudores, en la tentación a utilizar indiscriminadamente sus privilegios, se hace palpable en el rol del dinero en la política, tanto en el financiamiento de las campañas como de los partidos políticos, por una parte; y a los conflictos de interés, por la otra”.
“No se puede pretender influir o decidir sobre cuales son las reglas o procedimientos por los cuales se regirán ciertas actividades y, al mismo tiempo, servirse de esas reglas en beneficio propio. Para decirlo de otra forma, no se puede querer, en forma simultánea, arbitrar y jugar el mismo partido”, señala.

Clasismo y conservadurismo
Navarrete también se cuestionó lo que existe detrás del endurecimiento de las penas en la política de seguridad ciudadana que promueve el gobierno.
En tal sentido, el abogado explicó que lo que hay es el “supuesto –eminentemente clasista- que la sociedad se divide entre la gente decente y los delincuentes? ¿Por qué robar un banco, por la noche y sin herir a nadie, nos parece tan distinto que birlar de sus ganancias a miles de anónimos accionistas?”.
Asimismo, sostiene que el país tiene una derecha conservadora en lo valórico, “que confunde el poseer fuertes convicciones morales con la intolerancia a las creencias que consideran menos valiosas. Una Derecha que cultiva la homogeneidad y que no valora la importancia de la diversidad”.
Como conclusión, el cientista político expone que las claves y desafíos apuntan a una “derecha comprometida a fondo, y sin ninguna otra consideración, con las reglas del juego democrático; promoviendo su mayor densidad, al mismo tiempo que releve la dignidad de la actividad política. Una derecha más sensible a las desigualdades sociales, la que sin renegar de la importancia del mercado, ponga el acento en garantizar que la mayoría de las personas participe de forma equitativa para garantizar la verdadera libre competencia. Por último, una derecha abierta a las preocupaciones emergentes de una sociedad globalizada y tolerante frente a la problemática moral que representa la vida moderna”. El Mostrador.