lunes, abril 12, 2010

Concertación y re-encantación. Patricio Navia

Para volver al poder, la Concertación debe reconocer que es minoría y que su principal tarea es re-encantar a esos votantes que abandonaron a la centroizquierda. Si cree que basta el orden interno para volver a la senda ganadora, pavimentará el camino para una nueva derrota en las próximas elecciones.
En junio de 1990, un 56,7% de los chilenos se identificaba con algún partido de la Concertación; con los partidos de la Alianza, un 15,5%. En junio de 2006, esas cifras eran 29% y 14%, respectivamente. El grupo de aquellos que no se identificaba con ningún partido había subido del 21% al 48% en esos 16 años. En octubre de 2009, un 26% se identificaba con la Concertación, mientras que la identificación con la Alianza llegaba al 18%. El 45% no se identificaba con ninguna coalición (datos de las encuestas CEP). Por eso, es razonable concluir que la victoria de la Alianza en las presidenciales de 2009 se debió más al desgaste del conglomerado que al crecimiento en los niveles de identificación con la Alianza. La gente se aburrió de la coalición del arcoiris mucho antes de que se decidiera a dar su apoyo mayoritario a la derecha. ....Si bien la segunda vuelta selló la derrota, fue en primera vuelta cuando la gente abandonó a la Concertación. El 29% de Frei fue una bofetada en el rostro de una coalición que se creía invencible. Pero el 44,4% en la elección parlamentaria que recibió la Concertación -en alianza con el Partido Comunista- también reflejó una caída notable respecto del 59% logrado por ambos pactos en 2005. El problema no era sólo que Frei fuera mal candidato, la Concertación también perdió votos en diputados y senadores.
Para lograr que los hijos pródigos vuelvan al redil, la Concertación primero debe hacer un mea culpa. El proceso de selección de su candidato presidencial en 2009 atentó contra los principios democráticos y participativos fundacionales de la coalición. El alejamiento de Marco Enríquez-Ominami fue resultado de los errores de la Concertación. El 20% que obtuvo ME-O en primera vuelta provino fundamentalmente de electores genéticamente cercanos a la Concertación. Ideológicamente, esos votantes estaban más cerca de Frei que de Piñera. Aunque eran más jóvenes y, en parte por eso, tenían niveles de educación e ingresos más altos que los votantes de Frei, los simpatizantes de ME-O provenían de la misma cepa concertacionista. Por eso, más que acusarlo de la derrota -e indirectamente apuntar a los que por él votaron- deben reconocer que, de haber actuado distinto, los díscolos pudieran haber sido la fuerza que le diera a la coalición de centro-izquierda su quinta victoria presidencial.
Una vez reconocido el error, no hay mucha ciencia en el desafío para 2013. Su éxito dependerá de su capacidad para re-encantar a esos desafectos. Si quiere ganar, tiene que sumar. Para sumar, debe aunar voluntades. No hay gesto más simbólicamente poderoso que reincorporar a Jorge Arrate y Enríquez-Ominami a sus filas. Si París bien vale una misa, La Moneda bien vale dejar atrás las rencillas y sentarse a conversar. La Concertación debe demostrar que es capaz de escuchar a los díscolos, no sólo a sí misma.
Si se obsesiona con disputas internas partidistas que importan a un número cada vez menor del electorado, la Concertación persistirá en la estrategia que la hizo morder el polvo de la derrota. Los gestos valen más que mil palabras. En el próximo cónclave sobrarán las palabras, pero probablemente escaseen los gestos. De convertir esa instancia de diálogo en oportunidad de reconciliación, esta coalición habrá puesto la primera piedra en la construcción de su retorno al poder.
Osadamente, la Concertación pudiera apostar a que el gobierno de Piñera sea discreto y los votantes díscolos vuelvan avergonzados al redil. Pero una vez que dejaron el arcoiris, los desencantados podrían encontrarse más cómodos en la estrella aliancista. Si el gobierno de Piñera demuestra que tiene todo lo bueno de la Concertación sin sus flaquezas, el retorno a la Concertación será exiguo. De ahí que sea más conveniente tomar las riendas. La Concertación todavía tiene las llaves de su victoria en 2013. Pero primero debe usar esas llaves para abrir sus propias puertas a la participación y convertir a la inclusión en el centro de su mensaje de reconstrucción.
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