viernes, febrero 05, 2010

Una nueva generación en un nuevo ciclo . Ricardo Solari

La necesidad de una renovación generacional en la plana de dirigentes políticos se ha vuelto, con toda razón, uno de los ejes de la agenda: el nuevo ciclo que se ha iniciado requiere de una nueva generación. Pero todo proceso de recambio supone un momento de continuidad. El cambio supone siempre satisfacer, a la vez, los derechos de lo viejo y los derechos de lo nuevo. ¿Cuáles son los desafíos que se asoman en el futuro y qué se debe rescatar o desechar en lo que se ha construido hasta ahora?....Si partimos por la segunda parte de la pregunta, es necesario rememorar cómo se constituyó la actual generación de dirigentes. Me referiré sólo a la Concertación, que es el caso que conozco de cerca. La generación que gestó el triunfo del No y lideró los cuatro gobiernos siguientes se inició en política participando y protagonizando la radicalización de la crisis del “antiguo régimen”. Una parte muy importante de su experiencia política pasó embriagada de épicas y utopías, incluyendo su derrumbe y el desengaño respecto de ellas. Fusionó con los hitos más violentos de esta historia: reforma agraria y universitaria, revolución en libertad, vía democrática al socialismo, golpe militar, dictadura brutal, políticas neoliberales y recuperación democrática. Tuvo lugar entre la cárcel, el exilio, la clandestinidad, la proscripción de los partidos, los estados de sitio o los toques de queda. Finalmente, asumió las tareas de la transición y consolidación de la democracia.

Desde el punto de vista de la cultura política, se debe rescatar en esta historia la vocación de equilibrar voluntad y pragmatismo. Me parece que perpetuar este aprendizaje, si se quiere ser exitoso, exige cumplir requisitos. En primer lugar, una vocación de acción colectiva. En segundo, vocación de poder, es decir, capacidad de construir mayorías. En tercer lugar, construir un discurso que sintonice con la sociedad chilena y sus complejidades, rechazando y cuestionando lugares comunes, hoy tan frecuentes en el vocabulario del autodenominado progresismo.

¿Qué se debe dejar definitivamente atrás en este nuevo ciclo? La devaluación de la meritocracia y la probidad como valores principales de lo público, la preferencia por lo estatal como único campo de la acción política. Estos son los factores que provocaron una creciente distancia de los ciudadanos con la Concertación. En cambio, surge la urgencia de instituir mecanismos de participación y control ciudadanos en los partidos y abrir sus procesos de toma de decisiones. Una cuestión definitiva es la necesidad de incorporar las primarias abiertas en todos los procesos de selección de candidaturas.

En términos más globales, la nueva etapa requiere una visión más precisa del mapa social actual. Junto a los viejos problemas, aparecen nuevas temáticas —ambientales, culturales, étnicas, urbanas— cuya evolución es imprevisible pero que van a adquirir relevancia, amplificadas por la evolución de las TICs.

La renovación de la Concertación exige armar un nuevo proyecto nacional, más actual y atractivo que aquel que hacía posible gobernar. Corresponde a los nuevos liderazgos enfrentar los difíciles dilemas valóricos y socioeconómicos que separan, o aceptar la compleja convivencia en la diversidad. El otro gran asunto es la necesidad de crecer para volver a disputar la mayoría.

Como se puede ver, los desafíos del nuevo ciclo no tienen nada que envidiar a las coyunturas que debió enfrentar la generación anterior. Como ocurrió en el ciclo previo, será en el camino por sortear exitosamente los dilemas del porvenir —para los cuales está mejor preparada que la anterior— que la nueva generación ganará su lugar en la historia.
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