DOS MÁS DOS. Andres Rojo
Es curiosa la incapacidad de las personas y de los propios medios de comunicación para reproducir aseveraciones que escucha, sin detenerse a pensar la información que recibe.
Eso ocurre en muchos ámbitos de la vida nacional, aunque es más evidente en política y en el caso de la fiebre porcina, tan de moda en estos días.
En las encuestas políticas, por ejemplo, se informa que los dos candidatos que más suenan para la segunda vuelta suman menos del 80 por ciento de las preferencias, estando ambos a una distancia de la mayoría absoluta inferior al porcentaje de personas que no manifiestan opinión. Aunque la lógica sugiera que los indecisos se distribuyan en una proporción similar entre las alternativas existentes, lo concreto es que resulta imposible aún poder vaticinar quién tiene más probabilidades.Del mismo modo, llama la atención que el candidato de moda -Marco Enríquez-Ominami- tenga resultados que van desde el 1 al 18 por ciento. Incluso en algunos estudios ni siquiera aparece mencionado o no se incluyen a los demás postulantes a La Moneda. En una misma encuesta, el díscolo no aparece cuando se trata de menciones espontáneas pero tiene un fuerte aumento cuando el encuestador incluye su nombre dentro de una lista para recoger la opinión de los entrevistados.
Lo grave no es sólo que la publicación de las encuestas puede inducir el voto entre los indecisos -siempre dispuestos a votar por la mayoría- sino el hecho de que las personas no tienen mayor consciencia crítica cuando son expuestas a estas informaciones y suponen que, cuando se les dice que los estudios tienen determinado margen de error todas las encuestas tienen la misma fidelidad en su propósito de interpretar la opinión pública, siendo que la realidad es que lo único que pueden mostrar con relativa exactitud es la tendencia de los cambios en las preferencias de las personas.
La otra situación curiosa es la gravedad de la propagación del virus de la gripe porcina o influenza humana, que ha desatado casi un estado de alarma pública por la existencia de una reducida cifra de personas contagiadas. Sin desmerecer la necesidad de tomar precauciones, es preciso saber que esta enfermedad es curable y que hay otras de impacto mucho más elevado en las condiciones sanitarias de nuestro país.
Por ejemplo, podemos comparar la nula cantidad de muertes por la gripe porcina con los más de veinte mil fallecimientos al año por enfermedades del sistema circulatorio o una cifra levemente inferior de cáncer o aproximadamente el millar de muertes por accidentes de tránsito, en su mayor evitables, siempre que las prioridades se pongan en las materias que son objetivamente importantes.
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