lunes, mayo 18, 2009

GRANDE HUEPE ! Osvaldo Aravena


Comparto con ustedes las palabras pronunciadas por Yerko Ljubetic en el funeral de nuestro amigo y camarada Claudio Huepe. Solamente agregar, que al mirar y recordar la vida de Claudio Huepe, uno reafirma lo que tempranamente aprendimos de San Pablo... "La Vida del Hombre es Lucha"

Grande Huepe!

Venimos a despedir a uno de aquellos que se dan muy de vez en cuando. Uno de aquellos que, a la hora del recuento nos enfrenta a la hermosa dificultad de elegir, entre tantas, una virtud que explique porqué aquí nos encontramos tantos y con tanta pena.

Cuando el paso de los días acumula esos recuerdos compartidos siento que ellos se van poniendo en perspectiva y que de allí emerge algo que probablemente su ausencia recién nos permite percibir: Claudio era de aquella selecta raza de los que van forjando, sin que ellos mismos lo pretendan o ni siquiera se den cuenta, un ejemplo, un testimonio, un camino.

Claudio fue de uno de esos que ni aún cumpliendo las más altas tareas de la política y del Estado perdió su calidad y sencillez; su capacidad de acoger a los amigos y de no tomarse muy en serio aquellas cosas que, aunque pomposas, no lo merecían. Claudio fue, así, un ejemplo de que el poder puede y debe ejercerse sin perder nuestra humanidad y que ello es un cable a tierra que ayuda a no perder de vista que, al final, se está en la política por amor a los demás.

Nuestro querido Huepe forjó en todos sus ámbitos, pero sobre todo en la política, amistades plurales y duraderas y, sin pretenderlo, nos fue dando una lección que probablemente recién hoy al venir a acompañarlo a su última parada, comenzamos a entender: la política puede y debe ser un espacio en el que la competencia feroz y excluyente ceda lugar a los afectos y la solidaridad, un lugar en que la noble tarea de poner en común los sueños de un mundo mejor nos haga también mejores personas

Probablemente cuando Claudio, junto a otros de aquellos que recordamos con admiración, firmó la carta repudiando el golpe de estado, no se imaginaba el enorme alcance de ese gesto que se impuso como una luz de dignidad frente a la ambigua actitud de la mayoría de sus camaradas. Simplemente lo hizo convencido de que era la única actitud que podía asumir un político consecuente, un auténtico demócrata y nos legó, de esa manera, un ejemplo que fue vital para las siguientes generaciones de demócrata cristianos.

Y también es probable que, aquella mítica noche en que se negó a inclinarse frente a la prepotencia asesina que se enseñoreaba en el país increpando duramente a Contreras, Claudio haya pensado mucho más en el lío en el que se estaba metiendo que en la admiración que iba a suscitar en muchos jóvenes que en los terribles años siguientes se traspasarían el relato unos a otros, reforzando la esperanza de que si había más como él, la libertad de Chile era posible.

Tanto en el exilio como luego de su regreso a Chile, su capacidad de afecto y su instintiva comprensión de que los grandes desafíos son tareas de unidad y mayorías, lo impulsaron a ser parte de todos los esfuerzos de reagrupamiento de los que luchaban por la democracia. A contrapelo de una clase política que se miraba con recelo cobrándose las cuentas de su fracaso, las confianzas que generaba Claudio entre unos y otros se constituyeron en los primeros puentes sobre los que se fue construyendo el reencuentro democrático que hasta hoy perdura.



Formo parte de una generación que, forjada en la lucha contra la dictadura, también encontró en Claudio un espacio de apoyo y acogida. Cuando el coraje de nuestros años jóvenes se topaba con la incomprensión de los que no entendían la urgencia de la unidad y la movilización de los chilenos, sus palabras siempre se levantaron para defendernos y, sobre todo y como siempre, su actuar sin cálculo y por convicción lo llevaba a compartir con nosotros la calle, la protesta, el testimonio.

El querido Huepe era de aquella rara especie de políticos que no sólo no temía a la emergencia de nuevos líderes, sino que les abría espacios y los incentivaba a ocuparlos. Tenía la lucidez de quien, habiéndose incorporado muy joven a la política, entendía que la vigencia de las ideas tiene que ver no sólo con sus actualizaciones teóricas, sino también con el recambio natural de las generaciones que las encarnan. Él, un genuino representante de la generación de la patria joven, comprendió como pocos que la democracia también se juega en su capacidad de dar cauce al relevo que imponen las tareas de largo aliento.

Cuando se esparció la noticia de que se nos había muerto Claudio, entre la pena y los recuerdos se fue generando esta convicción con la que lo queremos despedir. Huepe fue de aquellos que nos legó un ejemplo no basado en grandes discursos o teorizaciones sino en algo más profundo e imperecedero: su forma genuina de ser y de estar con nosotros.

La insatisfacción y la esperanza masticadas al calor de una conversación; los sueños de futuro platicados en la amistad; la generosidad plasmada en un gesto más que en una declaración; la complicidad de tantos años de triunfos y derrotas compartidas, fueron poco a poco delineando una silueta que desde hoy podremos ir apreciando con cada vez más claridad.

Claudio nos señala un camino que no está marcado en papers ni documentos sino en la huella imborrable de sus propios actos, sencillos en sus fundamentos y trascendentales en sus efectos sobre nosotros y sobre todos los que lo conocieron, porque estaban sólidamente construidos sobre el amor y la amistad.

Perdemos un amigo, un hermano, un compañero, un camarada, pero ganamos todo aquello que él fue y nos dejó, cuestiones que, como en el caso de otros grandes hombres, sólo la distancia y la ausencia de la muerte nos permiten apreciar en toda su magnitud.

De nosotros depende si ese ejemplo germina y da frutos nobles en la hermosa tarea a la que Claudio dedicó su vida, la construcción de un país mejor y más justo.

Por eso estamos aquí querido Claudio, para decirte por última vez que con pena, rabia y nostalgia, profundamente chascones y rebeldes, orgullosamente insatisfechos y llenos de esperanza en el futuro, continuaremos el camino por el que tu amistad, que tanto de menos echaremos, nos fue mostrando día a día.

Grande Huepe! Adiós Claudio.
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