viernes, mayo 15, 2009

Amigos, el fenómeno post-modernista de Marco Henriquez-Ominami llegó para quedarse. No para ganar este año, pero sí para agregar alineación y desorden

Amigos, el fenómeno post-modernista de Marco Henriquez-Ominami llegó para quedarse. No para ganar este año, pero sí para agregar alineación[1] y desorden político en el diseño que nos ha dominado en los últimos 20 años.

"The Ominami Show": Guisseppe de Lampedusa y Michels nunca estuvieron tan acertados como ahora.

Marco Enriquez-Ominami representa, como nadie en Chile, a un liberal en lo económico y progresista en lo social. Y como si esto fuera poco, representa más que cualquiera, el abolengo de la política de los últimos veinte años, que da garantías de que todo cambiará para seguir igual, a quienes han manejado mucho poder en este tiempo y que ahora, se ven amenazados en sus posiciones. Esta convicción de cambio deriva particularmente, de la posibilidad de un liderazgo con al menos 30 años de futuro político.
En un diálogo de la película "El Gatopardo", de Lucciano Visconti, de 1963, versión fílmica del libro de di Lampedusa se afirma: "Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie"... "¿Y ahora qué sucederá? ... ¡Bah! Tratativas pespunteadas de tiroteos inocuos, y, después, todo será igual, pese a que todo habrá cambiado". " … es una de esas batallas que se libran para que todo siga como está".

La Concertación logró convertir a Chile en un país ejemplo en el continente, con gran éxito ha conducido los destinos del país, en las últimas dos décadas. Sin embargo, hay un sector minoritario que “comprende” que el final de su supremacía se acerca. Este es el momento histórico para quién cree saber leer los signos de los tiempos y aprovecha la situación política.

En la novela de Lampedusa, don Fabrizio, príncipe de Salina, perteneciente a una familia de rancio abolengo, se tranquiliza al advertir que su sobrino Tancredi Falconeri, a pesar de combatir en las filas garibaldinas, intenta aprovecharse de la situación.

Enriquez-Ominami puede ser lo que es porque representa un cambio real, es quien está en la posición de identidad con un electorado que ha votado siempre con la concertación, pero que hoy se siente con hastío de ver a una generación muy exitosa, pero que ha envejecido en el poder, sin renovarse.

Por otro lado, este mismo electorado no tiene ni tendrá una identificación con la derecha, pues ésta sigue representando el conservantismo, cada vez más lejano a la realidad de un país, que aunque moleste a los opositores, avanza hacia el desarrollo, y con él las esperanzas de los más necesitados.

Ahora bien ¿qué puede unir a gente tan distinta como Max Mrambio y Rodrigo Danús? (por sólo nombrar dos de los aportes cruzados del candidato), en mi opinión, es el deseo no oculto de terminar con el predominio político de la Concertación, pues ésta —según ellos— representaría una opción que de tanto gobernar, se habría vuelto una institución conservadora, que renuncia al cambio y privilegia la estabilidad y la continuidad, entroncándose con la vieja máxima de Michels en su ya mítica "La ley de hierro de la oligarquía".
¿Qué es lo que entonces podemos esperar de este movimiento de un sector de la política chilena, que añora la mítica tradición europea del Welfare State?, esto sin plantear los elementos de cambio que permitirían fortalecer al Estado Nacional para acercarse al modelo europeo. Los movimientos epocales, los que marcan tendencia, aquellos que logran imprimir su sello a una sociedad, o que cambian los paradigmas, ampliando los horizontes socio-valóricos, a menudo surgen desde el "viejo mundo", nacen desde el tronco humeante de su propia historia.

De esta manera, Enríquéz-Ominami es quien mejor conoce la virtudes y defectos de la Concertación. La conoce como nadie, desde adentro, se ha alimentado de ella desde su seno. Es por esto que siendo crítico del proceso (podemos recordar su documental "Los Héroes Están Cansados") vio que la dirección de crucero que se la ha impuesto al país desde hace una década, con el fin de no sacrificar lo ya logrado, no da para más.

Ha sabido aprovechar su buen sentido de la orientación y esa "virtus" (en lenguaje macciavélico, que todo gran político sabe tener) para observar la oportunidad donde nadie la vio, lo que lo convierte en un fenómeno, con una atracción imposible de ignorar, para aquellos que en otra época abrazaron la revolución, y que hoy han abjurado de sus convicciones de antaño, en favor de una país en orden que se encamina al desarrollo.

Cabe preguntarse, dado este escenario ¿a quién afecta esta candidatura? La respuesta no es simple, puesto que básicamente está interpretando a sectores que se han marginado del proceso en los últimos años. Sin embargo, en la medida que avanza y evoluciona, se ha oído a actores políticos relevantes, representantes de sectores importantes de la Concertación, muy por sobre los de la Alianza, que se manifiestan proclives a esta opción.

En ese contexto entonces, puedo con relativa certeza, afirmar que el primer dañado por la irrupción de Enríquez Ominami, es el candidato concertacionista Eduardo Frei Ruiz-Tagle, luego la candidatura del Juntos Podemos, representada por Jorge Arrate y finalmente la de la Alianza, representada por Sebastián Piñera. Finalmente será la elección la que diga la última verdad, pero antes de eso, tendremos encuestas que irán tomando el pulso del proceso y podrán afirmar o refutar el punto anterior.

Ciertamente, aquellos que afirman la opción de Enriquez-Ominami no están pensando en 2010, pero será en esta elección donde se realizará el quiebre de tendencia, que en mi opinión, se convertirá en la clausura del proceso más exitoso en la historia de Chile, como son los 20 años de gobierno de la Concertación.

La historia no siempre se repite, sin embargo, los procesos políticos tienden a tener una manifestación similar, dadas ciertas circunstancias, que nos permite aventurar los movimientos de las elites, quienes hacen sus apuestas a largo plazo, con una comprensión de las tendencias con criterio realista y pragmático.

Es por esto que, en mi opinión, no hay que llamarse a escándalo por lo que ocurre actualmente y que nos permitirá ver, en el corto plazo, cómo se fortalece la opción de Enríquez-Ominami en una fórmula que dejará bien puestos a futuro, a muchos que hoy ven amenazadas sus posiciones de poder, para seguirlos manteniendo después de un intervalo, en una acción lo más parecida a la del príncipe italiano en la novela de Lampedusa.

Eduardo Reyes Saldías
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