lunes, septiembre 10, 2007

Salario ético y consejo de equidad.....un gran aporte,cespinoza.

Salario ético y consejo de equidad: ¿Un aporte o un voladero de luces basado en la nostalgia por el siglo XIX y la democracia en función de elites?.

Rodrigo Figueroa V
Profesor Departamento de Sociología
Universidad de Chile

En las últimas semanas, he sido testigo de un singular debate en torno a lo dicho por Monseñor Goic acerca de la necesidad de establecer un salario ético para avanzar en la resolución de los problemas que aquejan a trabajadores y trabajadoras. Las reacciones ante dicha afirmación no se hicieron esperar. La senadora Mathei cuestionó la experticia y la sapiencia económica de Monseñor. Lo hizo desde aquella posición dominante de la hegemonía política y cognitiva del pensamiento económico neoliberal. En otra dirección fue la reacción del gobierno, quien prontamente se alistó a establecer una nueva comisión, esta vez orientada a la equidad social y la cual tendría por mandato el establecer un conjunto de recomendaciones en dicha materia. Sin embargo, en la maraña de la contingencia política se invisibilizan procesos y realidades que explican el malestar en torno al trabajo y cuyo origen no se encuentra en los años recientes, sino en dos fechas sustantivas: el ajuste estructural de comienzos de la década del 80 y en los acuerdos que posibilitaron nuestra particular expresión de la transición hacia la democracia. En ambos hitos se configuró una nueva expresión del mundo del trabajo y que legitimó, como principio general, de esta reorganización, a la mercantilización de las relaciones laborales.
La estructuración de la tendencia a la mercantilización de las relaciones laborales tuvo como efecto sustantivo el debilitamiento de la institucionalidad del trabajo y que se hizo evidente en los ámbitos de la negociación colectiva, la justicia del trabajo y el acto de inspección del trabajo. En estricto rigor, se avanzó en la construcción de relaciones laborales en donde la mediación de normas y reglas, para restituir el equilibrio en el poder de negociación de empleadores y trabajadores, se redujo drásticamente, consolidando una posición ventajosa, en lo normativo y en lo práctico, para el capital. Junto a esta situación las instituciones del despido y la contratación se reorganizaron de tal modo que se definió un modelo de relaciones laborales en donde resulta fácil el contratar y despedir. En efecto, la tasa de rotación laboral del país, es decir, una medida de las veces en que se entra o se sale de los mercados del trabajo, es del orden del 30% y una de las más altas de la región. Una medida de la flexibilidad del mercado del trabajo. Las consecuencias de este proceso para las trayectorias laborales de las personas no son menores. Menciono algunas de ellas: La inestabilidad laboral, la debilidad de las formas de filiación al mercado del trabajo, la precariedad de las condiciones de trabajo, la fragmentación de la condición salarial, la diferencias entre los trabajadores que hacen una misma laboral, los abusos laborales en función de la recurrentes practicas antisindicales, la inhibición de la acción colectiva, la desconfianza entre los trabajadores etc.
Se puede entender entonces en donde radica el fenómeno social del que hoy somos testigos. Sin embargo, esto no es una novedad. Ya en la década del noventa la evolución del índice de calidad del empleo de OIT daba cuenta de que algo estaba mal en materia laboral. En efecto, este indicador señalaba un descenso permanente en la calidad de empleo entre los chilenos y chilenas, proceso, que además, afectaba a todos los grupos sociales. Es decir, a medida que se avanzó en la década pasada, y a pesar de los “esfuerzos concertacionistas”, había más trabajadores sin contrato, mayores dificultades en el acceso a la previsión social y a la salud, menos trabajadores cubiertos con contratos o convenios colectivos. A su vez, las cifras sobre distribución del ingreso eran claras en señalar dos procesos: la concentración del salario promedio en torno a los 250.000 pesos y la importancia, en su efecto mitigador, expresión de la gobernabilidad concertacionista y neoliberal, de los subsidios para paliar precariedad salarial. En definitiva, los rasgos faciales del modelo de relaciones laborales indican la particular forma en que los chilenos y chilenas participan de los mercados del trabajo. Es una situación que se vierte en lo que algunos han denominado malestar social o simplemente es la forma en que hoy se construye desigualdad. Son los rasgos de una experiencia del trabajo que no se relaciona con la imágenes que poseen los autocomplacientes del modelo o los apologéticos de las bondades del mercado libre, entendidos estos, bajo el dogma del orden económico espontáneo y de la función de coordinación social de la relación entre oferta y demanda.....ESTE ES UN DCTO. QUE POR SU EXTENSION ....QUIEN LO SOLICITE sera enviado... espinozajara@gmail.com