lunes, agosto 23, 2010

Un regalo para todo el país. Oscar Guillermo Garretón . LA NACION. Argentina.


 "Estamos bien en el refugio los 33." Ese papel que surge de las profundidades me asombra. No es que estuvieran vivos solamente. ¿Qué maestro del periodismo podría hacer un titular que lo dijera todo con tan pocas palabras?. Es impresionante. Nadie en Chile osaba claudicar en la búsqueda. Cada uno se decía en nuestro país: "Cuando todos hayan perdido la esperanza, yo mantendré las mías". Y así se fue nutriendo, persona a persona, una voluntad colectiva de no cejar, de no resignarse. Pero también a golpes de sondas que equivocaban el camino, de nuevos derrumbes y de días que se sucedían, se producía una contradictoria fuerza donde convivían la convicción de que no íbamos a dejar de buscarlos con aquella otra que insinuaba que se hacía más y más difícil hallarlos con vida.


No se detengan sólo en el mensaje de que están vivos. Miren otra vez ese "Estamos bien en el refugio los 33". No es el mensaje de 33 personas exánimes, desesperadas, descontroladas. Es la voz sintética de una serena inteligencia que emergía desde las profundidades de una mina colapsada. Entregaba al resto de la humanidad la totalidad de la información relevante que necesitaba para actuar.
Porque en este esfuerzo denodado fueron ellos los que primero descubrieron su ser vivo al mundo, y no el mundo que los detectó a ellos. La sonda llegó a un vacío donde podrían estar. Si todo hubiera dependido de la superficie, la sonda debía retirarse y luego introducir cámaras y otros instrumentos para poder saber si allí estaban y si se encontraban vivos. Pero es esa vitalidad insólita la que asombra.
La frase
Pintaron con rojo la broca que perforaba por si era lo único que se les hacía posible hacer para contactar a los rescatistas; más adelante agregaron la carta, ya escrita, de un minero a su familia, y a continuación, en cuanto pudieron, la frase clave "Estamos bien en el refugio los 33".
El esfuerzo no ha terminado. Se estima en meses el tiempo para traerlos a la superficie. Pero sí puedo decirles algo: estos mineros, incluso desde antes de saberse que estaban vivos, pero con más razón al saberlo, les han hecho un gran regalo a Chile y a quien quiera escucharlo.
Desde dentro de esa mina surge un Chile menos tolerante con la irresponsabilidad, con sentimientos mayores de pertenencia colectiva, más sensible a las condiciones de vida y trabajo de su gente, educado en perseverar.
Queda mucho por hacer, pero el regalo de los mineros atrapados y vivos es muy profundo para Chile.