lunes, agosto 16, 2010

Un país bananero . Rafael Gumucio R.

Nada ha cambiado respecto de la concentración de las riquezas y la extrema pobreza en más de un siglo de historia. Es cierto que la oligarquía de 1910 no es igual a la de 2010, pues son otros apellidos y otra forma de acumular la riqueza. Ya no existen personajes como Federico Santamaría o Gustavo Ross – el primero, famoso por la especulación del azúcar, cuya avaricia era proverbial – el segundo, un especulador de la Bolsa, afrancesado, que tenía gran desprecio por los pobres – fue llamado, en 1938, el “último pirata del Pacífico”-; también desaparecieron los grandes empresarios mineros, como los Urmeneta y los Santos Ossa.
Los nuevos ricos actuales tienen poco del capitalismo aventurero de la segunda mitad del siglo XIX y tampoco corresponden a aquellos de los apellidos “vinosos” que bien describía Vicente Huidobro – Los Subercaseaux, los Errézuriz y otros componentes de la tribu de “Judá” -. 
      El economista Juan Eduardo Escobar acaba de publicar una obra llamada Hacia un crecimiento inclusivo: propuestas de política económica, en la cual demuestra que sólo cuatro familias – los Luksic, los Angelini, los Matte y los Piñera concentran el 47% de los activos que se transan en la Bolsa, y el 12% del PIB -; contrario a lo que podía esperarse, la concentración del poder económico ha aumentado, entre los años 2004-2009, del 9,16% al 12,49% del PIB. Esta obra de Escobar podría ser asimilada a la famosa tesis de Ricardo Lagos, La concentración del poder económico en Chile que, en los años 50, provocó polémicas. El Chile de hoy está completamente adormecido e idiotizado y, aún, no sale del opio que lo mantiene inerme. Esta realidad explica que el texto de Escobar pase casi desapercibido. 
      Los Luksic, los Angelini y, en cierto grado, los Piñera son familias nuevas: apenas en una o dos generaciones han construido su fortuna, que les ha hecho aparecer en el ranking de las revistas especializadas para tal efecto. Solo los Matte corresponden a las viejas familias oligárquicas que, en el siglo XIX, comenzaron vendiendo tocuyo en la calle Huérfanos. 
      En este plano, Chile es una república bananera, que tiene pocas diferencias con la de El Salvador, cuyos dueños del país correspondía a unas pocas familias. En nuestro, la realidad se está mostrando tal cual es: cuatro familias absorben mucho más que el porcentaje del PIB en educación y salud; son dueñas del 50 por ciento de las empresas productivas y sólo les faltaba apropiarse de todos los medios de comunicación, paso que están dando al constituirse en dueños de Chile visión, los Piñera, del Canal 13, de la Universidad Católica, comprado recientemente por los Luksic, y de Megavisión, ya propiedad de los Claro – sin entrar a incluir los Diarios de la familia Edwards, y otros-.
   
      Cuando en algunos artículos he llamado a Chile “la Fenicia de América del Sur”, la verdad es que me estoy quedando corto: en este país reina una plutocracia, cuyos dueños mayoritarios son estas cuatro familias, y le siguen la cuerda excrecentes mafias políticas que se reparten curules como si fueran juguetes de niños mimados de familias “patricias”; como los electores son sólo borregos – y jamás se rebelarán contra sus “amos”, podremos esperar al Tercer Centenario para seguir haciendo faramallas patrióticas, con nulo significado para los cuatro millones de pobres.