Vivir sin gobierno . Eugenio Tironi
La semana pasada Chile cambió para siempre. Cada ciudadano pudo observar con detalle un video que registra el momento más crítico por el que ha pasado el Estado de Chile desde septiembre de 1973. Nada de historia oculta; transparencia total.
Fuimos testigos de la reunión en la Onemi de la Presidenta Bachelet, varios de sus ministros y los representantes de las Fuerzas Armadas minutos después del terremoto. Las decisiones que ahí se adoptaran podían determinar la vida o la muerte de miles de personas. ¿Y qué vimos? Una Jefa de Estado que en su estilo —que no es rudo ni vertical, sino suave y horizontal— hacía preguntas precisas para aclarar las informaciones contradictorias que había sobre el tsunami, preocupada por salvar vidas humanas. Y frente a ella, civiles y militares que no sabían cómo responder a sus requerimientos, pues no sabían nada y no mostraban tampoco el ánimo de saber, como indiferentes a un poder presidencial que ya se desvanecía. Estoy seguro de que cada chileno, en su hogar, tenía más control de su situación que el grupo reunido esa noche en la Onemi......Lo que reveló el video de marras es que en esas horas críticas los chilenos estuvimos sin Estado. Ni civil, ni tampoco militar. Tuvimos, sí, Presidenta de la República. Ella salvó la situación haciendo lo que mejor sabe: acompañar a los damnificados, lo que hizo apenas la Fuerza Aérea le dispuso un helicóptero. Tuvimos Presidenta, pero no Estado. Los saqueos y la autodefensa fueron la secuela más nítida de este vacío. La misma vacancia se reprodujo a nivel local, donde los municipios —de suyo débiles— quedaron paralizados.
Después de varios días el Estado tomó el control de las regiones arrasadas a través de las Fuerzas Armadas. Al mismo tiempo, don Francisco y la Teletón, junto a “Un techo para Chile” y otras fundaciones privadas, organizaban el mayor movimiento de comunión y solidaridad del que tengamos recuerdo. Sintomáticamente, los bienes y recursos reunidos no fueron a manos del Gobierno. Los primeros los distribuyó el Hogar de Cristo, y el dinero fue entregado en parte a Utpch para construir 20 mil mediaguas, y una proporción mayor se lo dejó la propia Teletón para levantar escuelas.
Así, la principal tarea de la emergencia, como es dar cobijo a los damnificados, quedó en gran parte en manos ajenas al Gobierno. La otra prioridad, la instalación de escuelas, tampoco: fue acometida enteramente por la iniciativa privada. Algo semejante ha ocurrido con la remoción de escombros. Y ahí donde se están desarrollando planes de reconstrucción, lo es por la iniciativa conjunta de empresas y municipios. ¿Y el Gobierno? Bueno: apoya, contabiliza, y en algunos casos, ¡critica!
Lo anterior ha generado una curiosa dinámica en las zonas afectadas. Sus habitantes y autoridades locales tienen sus expectativas colocadas en lo que hagan empresas, fundaciones y ONG, y no en lo que haga el Gobierno. Se está produciendo algo así como una “desgobiernización”. Más aún cuando hay representantes gubernamentales que se sitúan como observadores, reprochando lo que otros están haciendo para suplir los déficits del Estado.
Si miramos lo que ocurre a nivel político, la situación es la misma. Excluyendo al Presidente, no se sabe dónde está el Gobierno. Las decisiones del Ejecutivo se negocian en la plaza pública, los parlamentarios oficialistas parecen de oposición, y sólo cuando se escucha a senadores como Zaldívar o Escalona uno conjetura dónde está el Gobierno.
Habrá que resignarse. Estamos viviendo sin Gobierno. Para algunos, es inquietante. Para otros, en cambio, esto se vuelve cada vez más fascinante. [+/-] Seguir Leyendo...
Fuimos testigos de la reunión en la Onemi de la Presidenta Bachelet, varios de sus ministros y los representantes de las Fuerzas Armadas minutos después del terremoto. Las decisiones que ahí se adoptaran podían determinar la vida o la muerte de miles de personas. ¿Y qué vimos? Una Jefa de Estado que en su estilo —que no es rudo ni vertical, sino suave y horizontal— hacía preguntas precisas para aclarar las informaciones contradictorias que había sobre el tsunami, preocupada por salvar vidas humanas. Y frente a ella, civiles y militares que no sabían cómo responder a sus requerimientos, pues no sabían nada y no mostraban tampoco el ánimo de saber, como indiferentes a un poder presidencial que ya se desvanecía. Estoy seguro de que cada chileno, en su hogar, tenía más control de su situación que el grupo reunido esa noche en la Onemi......Lo que reveló el video de marras es que en esas horas críticas los chilenos estuvimos sin Estado. Ni civil, ni tampoco militar. Tuvimos, sí, Presidenta de la República. Ella salvó la situación haciendo lo que mejor sabe: acompañar a los damnificados, lo que hizo apenas la Fuerza Aérea le dispuso un helicóptero. Tuvimos Presidenta, pero no Estado. Los saqueos y la autodefensa fueron la secuela más nítida de este vacío. La misma vacancia se reprodujo a nivel local, donde los municipios —de suyo débiles— quedaron paralizados.
Después de varios días el Estado tomó el control de las regiones arrasadas a través de las Fuerzas Armadas. Al mismo tiempo, don Francisco y la Teletón, junto a “Un techo para Chile” y otras fundaciones privadas, organizaban el mayor movimiento de comunión y solidaridad del que tengamos recuerdo. Sintomáticamente, los bienes y recursos reunidos no fueron a manos del Gobierno. Los primeros los distribuyó el Hogar de Cristo, y el dinero fue entregado en parte a Utpch para construir 20 mil mediaguas, y una proporción mayor se lo dejó la propia Teletón para levantar escuelas.
Así, la principal tarea de la emergencia, como es dar cobijo a los damnificados, quedó en gran parte en manos ajenas al Gobierno. La otra prioridad, la instalación de escuelas, tampoco: fue acometida enteramente por la iniciativa privada. Algo semejante ha ocurrido con la remoción de escombros. Y ahí donde se están desarrollando planes de reconstrucción, lo es por la iniciativa conjunta de empresas y municipios. ¿Y el Gobierno? Bueno: apoya, contabiliza, y en algunos casos, ¡critica!
Lo anterior ha generado una curiosa dinámica en las zonas afectadas. Sus habitantes y autoridades locales tienen sus expectativas colocadas en lo que hagan empresas, fundaciones y ONG, y no en lo que haga el Gobierno. Se está produciendo algo así como una “desgobiernización”. Más aún cuando hay representantes gubernamentales que se sitúan como observadores, reprochando lo que otros están haciendo para suplir los déficits del Estado.
Si miramos lo que ocurre a nivel político, la situación es la misma. Excluyendo al Presidente, no se sabe dónde está el Gobierno. Las decisiones del Ejecutivo se negocian en la plaza pública, los parlamentarios oficialistas parecen de oposición, y sólo cuando se escucha a senadores como Zaldívar o Escalona uno conjetura dónde está el Gobierno.
Habrá que resignarse. Estamos viviendo sin Gobierno. Para algunos, es inquietante. Para otros, en cambio, esto se vuelve cada vez más fascinante. [+/-] Seguir Leyendo...
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