martes, enero 26, 2010

El incierto futuro de la Concertación . Mariana Alywin

La Concertación que conocimos se terminó el 17 de enero. En medio de un tono de ruda crítica a sus partidos y dirigentes, me atrevo a rendirles un homenaje. Dieron gobernabilidad a cuatro gobiernos que hicieron posible dar un nuevo rostro a nuestro país, ampliar su democracia y las oportunidades de las personas, disminuir la pobreza, hacer de Chile un país infinitamente mejor que hace veinte años. Así lo reconoce la mayoría de los chilenos, aun aquellos que no le dieron su apoyo para seguir gobernando. Por eso las pasadas de cuenta que están dominando la escena de estos días son inconducentes y no van al fondo de la explicación acerca de por qué perdimos, quedándose sólo en sus síntomas. El problema es que, con el tiempo, el país fue cambiando y el proyecto común inicial se fue desdibujando, surgiendo los personalismos y las disputas internas. Por otra parte, la Concertación, en su conjunto, no fue capaz de reconocer ni entender al hijo que parió. La sociedad emergente no se sintió interpretada por el discurso predominante, así como dentro de los partidos no hubo suficiente convicción respecto del modelo de desarrollo impulsado. El más claro ejemplo es el de la educación. Cuando un 70% o más de jóvenes estudiantes en la educación superior son primera generación de su familia en acceder a ella, no fue coherente un discurso centrado sólo en la educación pública. Tampoco resuena en la gente que siente que vive en un país que está progresando y que valora su propio esfuerzo para salir adelante, que le ofrezcan como gran propuesta cambiar la Constitución, en circunstancias que lo que requiere es estabilidad y apoyo para su propio emprendimiento. Añádase a ello el ingreso de un electorado joven que, con la aprobación de la inscripción automática, se incorporará al padrón electoral. ¿Quién los interpretará?

El futuro es incierto. Los incentivos son mucho menores para que la Concertación se mantenga unida en la oposición que en el gobierno. Asimismo, las demandas de renovación y las apelaciones a la unidad del “progresismo” hasta ahora parecen consignas sin contenido. ¿Qué vamos a entender por renovación y progresismo? Si el progresismo consiste en libertad para los llamados temas valóricos y estatismo para los económicos; si significa dejar al margen al centro político que representa la DC, el fin de la Concertación será definitivo.

En ese sentido, la nueva Concertación dependerá en gran medida de la construcción de un diagnóstico común respecto de las aspiraciones de la sociedad de hoy y de la forma en que conjuguemos esas aspiraciones con los valores de defensa de la dignidad humana, libertad y justicia social que nos han hecho caminar juntos en estas últimas décadas. Es decir, diagnóstico compartido y un nuevo proyecto común. Para hacerlo será útil estar en la oposición. Tal vez ello nos permita recoger el optimismo y la pujanza que predominan en la sociedad chilena y que en esta elección no fuimos capaces de interpretar.
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