martes, enero 26, 2010

Dear Sebastián: el mundo te está mirando. Robert Funk


Nos gusta creer que Chile tiene alguna importancia en el mundo. Como algunos viejos izquierdistas aún se recuerdan de Salvador Allende, o algunos economistas admiran nuestro sistema de pensiones, o algunos cientistas políticos siguen estudiando nuestra ejemplar transición a la democracia, creemos que somos un ejemplo para el resto del mundo, o por lo menos los países en vías de desarrollo, o tal vez para América Latina. Bueno, si no América Latina, para el Cono Sur.
No es así. Sin embargo, de vez en cuando surgen eventos que atraen a unos pocos periodistas internacionales. Son momentos que nos permiten ver con algo más de racionalidad cómo nos ve el mundo. La elección de Sebastián Piñera ha sido uno de esos momentos, y lamentablemente no nos fue muy bien.
En diciembre el Economist evaluó que habían ‘razones para preocuparse’ por Piñera, razones principalmente vinculadas a temas de ‘ética y conflictos de interés’. Una vez concluida la segunda vuelta, un titular en el Telegraph de Londres, uno de los periódicos más conservadores de Inglaterra, recogió el tema. Refiriéndose a la enorme riqueza del presidente electo, hablaba del Berlusconi chileno. En Francia, Le Monde lo llama ‘le président millardaire’. En Alemania el Frankfurter Allgemeine Zeitung pregunta: ‘Piñera: Der Berlusconi Chiles?’ Mi computador no tiene suficiente memoria para procesar los miles de citas similares que produce una búsqueda en Google.

Otra línea conductora en la narrativa es la sombra del régimen militar. Business Week, otra publicación que nadie podría acusar de ser un portavoz socialista, hizo hincapié de los ‘vínculos con Pinochet’ y que se venía una economía ‘estilo Friedman’. El Financial Post de Canadá nos informa que Piñera es el ‘heredero político de Augusto Pinochet’.

Mucho de lo que se informa en estos reportajes y otros son caricaturas, muchas veces basadas en prejuicios e imágenes preconcebidos. Otros simplemente sufren de una falta de conocimiento y profundidad. Cuando dicen que la elección de Piñera es una señal de que Chávez está perdiendo influencia en la región, ignoran lo que ha sido el éxito e influencia de las izquierdas moderadas tipo Lula y Bachelet, o lo que es peor, incluyen a Lula y Bachelet en la misma canasta que los ‘Bolivarianos’. Un artículo en el periódico inglés The Guardian habla de la ‘corriente fascista’ en la política chilena.

La ‘Berlusconización’ de Piñera es igualmente poco más que una caricatura. Es verdad -Piñera y Berlusconi son billionarios- y parte de esas inversiones se encuentran en el negocio de los medios de comunicación. Pero nadie puede pensar que Piñera nos hará pasar por las vergüenzas amorosas a las que Berlusconi regularmente somete a sus compatriotas o que complementará al presidente de los Estados Unidos por su piel bronceada. Del mismo modo, el vínculo entre Sebastián Piñera y el pinochetismo es más por asociación que por convicción, y deja de lado lo que el Piñerismo ha significado dentro de la derecha: una larga y difícil lucha por alejarla de la dictadura. Es precisamente esto lo que le causará muchos dolores de cabeza al nuevo presidente en las semanas y meses que vienen.

Sin embargo, aunque no sea justo, claramente el presidente electo tiene un problema de imagen en el exterior, y eso no le hace bien ni a él ni a Chile. Aparte de tener que demostrar a los chilenos que un gobierno de derecha pueda garantizar la gobernabilidad y convivencia civil que ha construido la Concertación durante dos décadas, la manera en que su triunfo ha sido reportado demuestra que también tiene algo que mostrarle al mundo: Que no es ni Pinochet ni Berlusconi. Que, por un lado, el cambio no significa un retorno al apego ciego a los dogmas del neoliberalismo que otros países dejaron de lado hace tiempo, y por el otro, que la riqueza personal no lleve a un gobierno diseñado a proteger intereses particulares y legitimar prácticas dudosas.
Como diría un amigo mío, ‘Dear Sebastián, the world is watching’. El mundo te está mirando.
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