jueves, octubre 22, 2009

Los claroscuros de la campaña. Rodolfo Fortunatti

El mensaje que debe recibir la ciudadanía lo sintetizó de manera elocuente Angela Jeria:
Eduardo Frei representa los logros de la Concertación… Nada más y nada menos. Por
eso, cuando Frei incorpora al comando a la madre de la Presidenta y a la ministra Laura Albornoz, no hace sino tornar patente e inconfundible lo que ya es una realidad, o sea,que la proyección y continuidad de los gobiernos de la Concertación pasa por él y por nadie más.
Si esta señal importara sólo al comando de Frei, sus detractores no habrían reaccionado como lo han hecho. Desde luego, Piñera no habría gastado palabras criticando la decisión.¿Por qué habría de importarle a Piñera que las nuevas caras de la campaña de Frei provoquen cambios significativos? ¿Por qué Allamand acusa que éste es otro truco que no tendrá efecto práctico? ¿Por qué Chadwick, ironizando, descree que la ministra Albornoz vaya a originar un cambio de escenario político? ¿Y por qué el senador UDI dice haber esperado que renunciara el ministro Velasco? ¿Por qué Ominami no deja de sentenciar que la candidatura de Frei está en picada y agotando sus últimos cartuchos? ¿Y por qué Schaulsohn declara que los cambios efectuados son un signo de que se están tomando medidas de respiración artificial? ¿Y por qué a Enríquez le preocupa la fuga de ministros, si él no es parte del Gobierno ni de la Concertación?
Reaccionan así porque les afecta. Les afecta que Frei inste al electorado a exigir el sello de garantía de lo realizado por los gobiernos de la Concertación, esto es, a escoger el original y no la copia. Les preocupa que Frei surque la ancha franja de popularidad conquistada por el gobierno de Bachelet. Les preocupa que haga uso de su propio patrimonio político para enfrentar la más poderosa campaña comunicacional desplegada por los consorcios de El Mercurio, La Tercera, y los canales de televisión.
Por cierto, para Piñera esto constituye un drama. El drama de una candidatura que no logra siquiera acercarse a la votación histórica de la derecha, y que la amenaza con una crisis terminal, al menos para su coalición. Y para Enríquez, es el fracaso de su estrategia de ruptura en la imagen goyesca de Saturno devorando a su hijo.
La incertidumbre que invade a los adversarios es comprensible, pues no es poco lo que
se juegan. ¿Pero qué sentido tienen los temores que surgen y se reproducen desde el seno del oficialismo? Una autoridad de no poca jerarquía afirmaba que con Marco tenemos una disputa transitoria. ¿Transitoria? ¿Después de la virulencia de esta campaña? ¿Después de las fuertes pugnas intestinas que ha originado? ¿Después de la ninguna coincidencia programática observable? ¡En qué mundo estamos! Si le hacemos caso a Arrate, lo que Marco Enríquez está haciendo es crear un espacio de ambigüedad, donde da lo mismo, como en cambalache, ser lo uno o ser lo otro. Y si le
prestamos atención a Alejandro Goic, Enríquez está usando la herencia de quienes
lucharon con sacrificio, sentido de la solidaridad, opción preferencial por los pobres, dignidad de los trabajadores durante la dictadura; toda esa herencia que costó vidas humanas, y que en su discurso denosta y desprecia como tradición de lucha. Algunos auguran la refundación de la Concertación, incluso con otro nombre, la noche del 13 de diciembre. Habrá que reconocer el liderazgo de nuevos actores, como Marco, y negociar con él, o también, ponerse a su disposición… o a sus órdenes, argumenta un dirigente oficialista. Lo mismo estarían pensando Eugenio Tironi, Enrique Correa, Ricardo Solari —activas figuras del comando—, Guido Girardi y Gonzalo Martner. La hipótesis se sostiene, claro, en el supuesto de que vamos a ser minoría. Probablemente ellos hablen por el eje PS-PPD. Pero ¿quién habla por la Democracia Cristiana?
Como lo ha señalado uno de los parlamentarios más pragmáticos del PDC, Jorge Pizarro, el partido ha estado en una crisis casi permanente en los últimos dos o tres años, lo que no le ha impedido cumplir sus compromisos políticos. ¿Qué ocurriría sin embargo con la DC en un escenario de desbandada? ¿Se ha pensado qué harán aquellos que han cuestionado el acuerdo con Juntos Podemos? ¿Qué harán aquellos que han buscado contemporizar con Piñera y con Enríquez? ¿Qué actitud adoptarán quienes han hecho de la artificial polémica entre alcaldes y diputados, un asunto de moralidad política? ¿Qué comportamiento tendrán los que han manifestado explícitamente su voluntad de aprovechar la campaña para consolidar posiciones de poder interno?
Es equivocado creer que entre los democratacristianos Enríquez represente el mal menor, y Piñera el peor de los mundos. De ahí que, lo más probable es que, en vez de un escenario de convergencia, como el que se vaticina en semejantes ejercicios intelectuales, lo que se dé sea uno de fragmentación.
Esto hace que la única vía para asegurar la continuidad de la Concertación sea recuperar la trayectoria de la Concertación, sus obras, sus valores, sus liderazgos, y la adhesión del pueblo. Porque es en esta tradición donde anidan las fuerzas estructurales que pueden darle la victoria a Frei. Pero para eso hay que creer —como lo cree Angela Jeria— que Eduardo Frei representa los logros de la Concertación.
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