CONCERTACIÓN 2.0. Andres Rojo
Como cualquier proceso histórico cuyos protagonistas se niegan a su término hasta que la fuerza de los hechos lo hace inevitable, la Concertación de Partidos por la Democracia se enfrenta a un punto decisivo en el que parece tener la última posibilidad de reinventarse para asegurar su existencia.
Aunque las encuestas siempre son cuestionables, resulta claro que por primera vez el candidato de la Alianza supera al de la Concertación, pero no es esa circunstancia la que hace de detonante del inicio de una nueva etapa, sino el hecho de que la Concertación requiere inevitablemente del apoyo de quienes se han retirado de este pacto por distintas razones y, de modo muy especial, necesitan recoger las críticas que se le han hecho. También cabe la posibilidad de que sea la propia Concertación la que tenga que plegarse a las propuestas de los candidatos salidos de sus propias filas, lo que tiene de todos modos el mismo efecto de decretar la muerte de la actual Concertación y su reemplazo por un nuevo pacto que haga posibilidad la gobernabilidad del país.
No basta con convocar a todos los ciudadanos que no quieren a Piñera como Presidente de la República para asegurar esta refundación, si no que se tiene que comprender qué es lo que quiere el país de las fuerzas que, sin cuestionamientos, lograron importantes avances en las dos décadas pasadas.
Ese esfuerzo tiene que hacerse con responsabilidad, sin egoísmos ni mesianismo porque es posible incluso que la Concertación tenga que renacer fuera de sus actuales límites, y tiene que incluir tanto el reconocimiento de los pasos positivos de estos años como la revisión de los errores, las limitaciones y las omisiones.
Si el propósito de Marco Enríquez-Ominami era firmar el acta de defunción de la Concertación, una muerte largamente anunciada desde que Adolfo Zaldívar era Presidente de la DC, ha tenido ya éxito, pero su apuesta va más allá de la negación y eso implica el inicio de un proceso de acercamiento que recién está comenzando a producirse en las filas de la Concertación, con el completo rechazo de las cúpulas.
El problema de la Concertación es que tiene menos de dos meses para completar ese proceso y conquistar, al mismo tiempo, la credibilidad ante la ciudadanía respecto a la sinceridad de su convicción respecto a su renacimiento. Ya en otras ocasiones se ha hablado de la refundación, pero las circunstancias demuestran que esas promesas no se han cumplido y que, por lo mismo, es difícil que se vuelva a creer en ellas sin modificaciones profundas y reales.
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Aunque las encuestas siempre son cuestionables, resulta claro que por primera vez el candidato de la Alianza supera al de la Concertación, pero no es esa circunstancia la que hace de detonante del inicio de una nueva etapa, sino el hecho de que la Concertación requiere inevitablemente del apoyo de quienes se han retirado de este pacto por distintas razones y, de modo muy especial, necesitan recoger las críticas que se le han hecho. También cabe la posibilidad de que sea la propia Concertación la que tenga que plegarse a las propuestas de los candidatos salidos de sus propias filas, lo que tiene de todos modos el mismo efecto de decretar la muerte de la actual Concertación y su reemplazo por un nuevo pacto que haga posibilidad la gobernabilidad del país.
No basta con convocar a todos los ciudadanos que no quieren a Piñera como Presidente de la República para asegurar esta refundación, si no que se tiene que comprender qué es lo que quiere el país de las fuerzas que, sin cuestionamientos, lograron importantes avances en las dos décadas pasadas.
Ese esfuerzo tiene que hacerse con responsabilidad, sin egoísmos ni mesianismo porque es posible incluso que la Concertación tenga que renacer fuera de sus actuales límites, y tiene que incluir tanto el reconocimiento de los pasos positivos de estos años como la revisión de los errores, las limitaciones y las omisiones.
Si el propósito de Marco Enríquez-Ominami era firmar el acta de defunción de la Concertación, una muerte largamente anunciada desde que Adolfo Zaldívar era Presidente de la DC, ha tenido ya éxito, pero su apuesta va más allá de la negación y eso implica el inicio de un proceso de acercamiento que recién está comenzando a producirse en las filas de la Concertación, con el completo rechazo de las cúpulas.
El problema de la Concertación es que tiene menos de dos meses para completar ese proceso y conquistar, al mismo tiempo, la credibilidad ante la ciudadanía respecto a la sinceridad de su convicción respecto a su renacimiento. Ya en otras ocasiones se ha hablado de la refundación, pero las circunstancias demuestran que esas promesas no se han cumplido y que, por lo mismo, es difícil que se vuelva a creer en ellas sin modificaciones profundas y reales.
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