La encíclica social del papa Benedicto
XVI Caritas in veritate: para un desarrollo integral y un progreso sostenible, la tercera de su pontificado, ha sido recibida con mucho interés en medio de la grave crisis político económica que aflige al mundo. Fue presentada el 7 de julio, horas antes de la reunión del G-8, instancia que reúne a los mandatarios de las naciones más ricas. La carta pontificia busca iluminar en temas cruciales de nuestro tiempo, como la globalización, el medio ambiente, las causas de la crisis financiera y el desarrollo sustentable.
Las primeras palabras del documento, “la caridad en la verdad”, provienen de Efesios 4, 15. El Santo Padre afirma que la caridad es “la principal fuerza propulsora para el verdadero desarrollo de cada persona y de toda la humanidad”. Agrega que toda la Doctrina Social de la Iglesia gira en torno al principio “caritas in veritate”. Solo con la caridad, iluminada por la razón y por la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un valor humano y humanizador. La Encíclica introduce dos criterios operativos fundamentales: la justicia y el bien común.
Así, junto al bien individual, hay un bien ligado a la vida social de las personas. Gracias al criterio del bien común, la caridad adquiere una dimensión social.
El DESARROllO INTEGRAl DEl HOMBRE
Esta Encíclica retoma, continúa y profundiza el análisis y la reflexión de la Iglesia
sobre cuestiones sociales de vital interés para la humanidad de nuestro tiempo. De
un modo especial, enlaza con Populorum progressio, que en 1967 presentó Pablo VI, carta papal en la que se trazan líneas decisivas para el desarrollo integral del hombre y del mundo moderno. Benedicto XVI se hace Encíclica iluminadora cargo de la actual situación mundial y del “escándalo” de desigualdades clamorosas.
Constata signos de graves desequilibrios sociales y económicos, e invoca la necesidad de reformas urgentes para superar la brecha en el desarrollo de los pueblos. El Santo Padre sostiene que el fenómeno de la globalización puede constituir una oportunidad real para una profunda renovación moral y cultural, y para un discernimiento responsable sobre las elecciones que hay que realizar para promover el bien común. El Papa cree que es posible un futuro mejor para todos basado en valores éticos esenciales. Para ello es necesaria una nueva proyección económica que vuelva a diseñar el desarrollo de forma global, basándose en el fundamento ético de la responsabilidad ante Dios y ante el ser humano como criatura de Dios.
ÉTICA Y ECONOMÍA
La Encíclica no pretende ofrecer soluciones técnicas a los problemas sociales del
mundo actual. Nos recuerda, sí, los grandes principios indispensables para construir el desarrollo humano en los próximos años.
Entre ellos, menciona la atención a la vida del hombre, centro de todo verdadero
progreso; el respeto al derecho a la libertad religiosa, unido íntimamente al desarrollo de las personas, y el rechazo a una visión prometeica del ser humano como artífice absoluto de su propio destino y a la ilusoria confianza ilimitada en las potencialidades de la tecnología. El Papa afirma la necesidad de hombres rectos, tanto en política como en economía, atentos al bien común.
Y, en particular, le urge llamar la atención frente al crítico problema del hambre y
la seguridad alimentaria, que afecta a una parte considerable de la humanidad. Un
drama que interpela las conciencias y debe ser afrontado con decisión, eliminando las
la Encíclica introduce dos criterios operativos fundamentales: la justicia y el bien común. en tiempos de crisis causas estructurales que lo provocan y promoviendo el desarrollo agrícola de los países más necesitados. Benedicto XVI cree que esta “vía solidaria al desarrollo de los países más pobres” ayudará a elaborar un proyecto de solución a la actual crisis global. Sostiene que debe revalorizarse el papel y el poder político de los Estados, en un tiempo en que existen limitaciones a su soberanía, a causa del nuevo contexto económico-comercial y financiero internacional. Y, por otro lado, afirma que no puede faltar la participación de los ciudadanos en la política nacional e internacional, ni tampoco un renovado compromiso de las asociaciones de trabajadores llamadas a instaurar nuevas sinergias a nivel local e internacional. Para el Papa, los medios de comunicación social desempeñan un papel de primer nivel en este campo, para potenciar el diálogo entre culturas y tradiciones diversas.
LA ECONOMÍA Y SU SENTIDO ÚlTIMO
En la Encíclica, Benedicto XVI afirma que, para programar un desarrollo sin las disfunciones y distorsiones hoy presentes, se requiere una seria reflexión sobre el sentido mismo de la economía y sus finalidades. Lo exige el estado de salud ecológica del planeta y la crisis cultural y moral del hombre.
Para el Santo Padre, hoy más que nunca la economía tiene necesidad de la ética
para su correcto funcionamiento y debe incorporar la importante contribución del principio de gratuidad y de la “lógica del don” en la economía de mercado, en el que
la regla no puede ser solo el propio provecho.
Esto, afirma, únicamente es posible con el compromiso de todos, economistas y políticos, productores y consumidores, y presupone una formación de las conciencias
que dé fuerza a criterios morales en la elaboración de los proyectos políticos y económicos.
Los derechos tienen sus deberes correspondientes, pues sin ellos corren el riesgo de transformarse en arbitrariedad. Es necesario un estilo de vida diverso para toda la humanidad, en que los deberes de cada uno hacia el ambiente se unan a los deberes hacia la persona, considerada en sí misma y en relación con los demás. La humanidad es una sola familia —afirma el Romano Pontífice— y el diálogo fecundo entre fe y razón solo puede enriquecerla, haciendo más eficaz la obra de la caridad en lo social,constituyendo además el marco apropiado para incentivar la colaboración entre creyentes y no creyentes, en la perspectiva compartida de trabajar por la justicia y la paz en el mundo.
REFORMA ECONÓMiCA Y FINANCIERA
Quizás uno de los puntos más importantes de la Encíclica radica en el llamado del Pontífice a una urgente reforma de la Organización de las Naciones Unidas y “de la arquitectura económica y financiera internacional”. Para ello plantea la necesidad de “una verdadera Autoridad política mundial” que goce de “poder efectivo”. Lo explica en el número 67 de la Encíclica como una medida necesaria “para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios”. Benedicto XVI defiende la necesidad de una reforma a las Naciones Unidas, en virtud del principio de la injerencia humanitaria y para dar voz a los países pobres. “Se siente la urgencia de encontrar formas innovadoras para poner en práctica el principio de la responsabilidad de proteger y dar también una voz eficaz en las decisiones comunes a las naciones más pobres”.
Esta Autoridad política mundial “deberá estar regulada por el derecho, atenerse de
manera concreta a los principios de subsidiariedad y de solidaridad, estar ordenada a la realización del bien común, comprometerse en la realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en la verdad”. En este tema, el Papa concluye enfatizando que “el desarrollo integral de los pueblos y la colaboración internacional exigen el establecimiento de un grado superior de ordenamiento internacional de tipo subsidiario para el gobierno de la globalización, que se lleve a cabo finalmente un orden social conforme al orden moral, así como
esa relación entre esfera moral y social, entre política y mundo económico y civil, ya previsto en el Estatuto de las Naciones Unidas”.
Los católicos y los hombres de buena voluntad debemos acoger con apertura
y prontitud la invitación del Pontífice a construir “un desarrollo integral” y “un progreso sostenible”. Estos desafíos globales también tocan la realidad de nuestro país.
Nos hace bien, desde nuestra pequeñez, nos abrirnos a horizontes más amplios y a los
desafíos que el Papa plantea para el mundo. Recibir como un regalo las líneas maestras de la Encíclica para así entrar con sentido ético y con una mirada solidaria a las grandes tareas pendientes para Chile y nuestra región. Una lectura atenta de esta nueva carta papal y su difusión contribuirán a los esfuerzos por construir un mundo más humano y más justo.
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