El transfuguismo como suicidio. Joignant, Alfredo
Un extraño fenómeno recorre Chile: el “transfuguismo”, término acuñado a propósito de la política brasileña, para nombrar las migraciones de congresales desde sus partidos de origen hacia otras fuerzas en el transcurso de un mismo mandato.
Si bien en Chile este fenómeno dista de alcanzar la misma envergadura que en Brasil (en donde en ocasiones cerca de un tercio de los congresales es un emigrante al final de su mandato), constituye una real novedad constatar que, entre 2006 y 2009, nueve diputados (sobre 120) y seis senadores (de un total de 38) han abandonado los partidos bajo los cuales fueron elegidos. Otra diferencia es que el fenómeno se da sobre todo en la Concertación (ocho diputados y cinco senadores). Finalmente, cabe subrayar una singularidad chilena: más que de emigraciones hacia otros destinos institucionales, se trata de casos de abandono de los partidos de origen; vale decir, fenómenos de tránsito desde domicilios conocidos hacia la nada partidaria. Lo sorprendente es que, contrariando la creencia en el carácter disuasivo del binominal, una considerable cantidad de diputados y senadores decidió emprender el camino conducente a algo parecido al suicidio entusiasta: no es necesario ser pitoniso para augurar una masiva derrota de estos agentes, precisamente porque la mecánica mayoritaria del binominal es radicalmente excluyente para fuerzas menores.
Más allá del pronóstico, es importante comprender las racionalidades subyacentes. En algunos casos, el fenómeno es atribuible a diferencias políticas y de proyecto con los partidos, mientras que en otras se debe a situaciones más prosaicas (disciplinarias y de cupos). Pero, en todos los casos, lo que está en entredicho es la función cohesionadora de los partidos. Es este último aspecto el que cabe tomar seriamente en consideración, puesto que además ha habido varias renuncias de dirigentes, aduciendo las más variadas razones, desde Marcelo Trivelli hasta Gonzalo Cornejo, a lo que se suman diversas aventuras fundadas en un mejor derecho de familia (caso del hijo del fallecido diputado Alvarez-Salamanca).
Es probable que la magnitud de esta desinstitucionalización de los partidos sea finalmente menor, una vez oficializadas las plantillas de candidatos. Pero eso no significa que las colectividades no deban tomar nota de su propio debilitamiento, considerando también el carácter cada vez más excluyente del binominal. Es de esperar que estos fenómenos den lugar a una nueva era de reformas políticas, en aras de la pluralidad y la sana competencia.
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Si bien en Chile este fenómeno dista de alcanzar la misma envergadura que en Brasil (en donde en ocasiones cerca de un tercio de los congresales es un emigrante al final de su mandato), constituye una real novedad constatar que, entre 2006 y 2009, nueve diputados (sobre 120) y seis senadores (de un total de 38) han abandonado los partidos bajo los cuales fueron elegidos. Otra diferencia es que el fenómeno se da sobre todo en la Concertación (ocho diputados y cinco senadores). Finalmente, cabe subrayar una singularidad chilena: más que de emigraciones hacia otros destinos institucionales, se trata de casos de abandono de los partidos de origen; vale decir, fenómenos de tránsito desde domicilios conocidos hacia la nada partidaria. Lo sorprendente es que, contrariando la creencia en el carácter disuasivo del binominal, una considerable cantidad de diputados y senadores decidió emprender el camino conducente a algo parecido al suicidio entusiasta: no es necesario ser pitoniso para augurar una masiva derrota de estos agentes, precisamente porque la mecánica mayoritaria del binominal es radicalmente excluyente para fuerzas menores.
Más allá del pronóstico, es importante comprender las racionalidades subyacentes. En algunos casos, el fenómeno es atribuible a diferencias políticas y de proyecto con los partidos, mientras que en otras se debe a situaciones más prosaicas (disciplinarias y de cupos). Pero, en todos los casos, lo que está en entredicho es la función cohesionadora de los partidos. Es este último aspecto el que cabe tomar seriamente en consideración, puesto que además ha habido varias renuncias de dirigentes, aduciendo las más variadas razones, desde Marcelo Trivelli hasta Gonzalo Cornejo, a lo que se suman diversas aventuras fundadas en un mejor derecho de familia (caso del hijo del fallecido diputado Alvarez-Salamanca).
Es probable que la magnitud de esta desinstitucionalización de los partidos sea finalmente menor, una vez oficializadas las plantillas de candidatos. Pero eso no significa que las colectividades no deban tomar nota de su propio debilitamiento, considerando también el carácter cada vez más excluyente del binominal. Es de esperar que estos fenómenos den lugar a una nueva era de reformas políticas, en aras de la pluralidad y la sana competencia.
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