Salieron mal los economistas . Agustin Squella

Sin embargo, no es hora de pasar cuentas ni de inferir conclusiones precipitadas, aunque sí de pedir a los economistas de corte neoliberal una mayor cuota de humildad y autocrítica que la que han mostrado hasta ahora. Humildad, señalo, y también autocrítica (¿acaso una ciencia no funciona sobre tales presupuestos?), aunque no para humillarse, sino para sincerar los límites del saber que cultivan y los intereses, sean éstos materiales (los economistas, además de las salas de clases, están muchas veces en los negocios) o ideológicos (los economistas no son nunca neutrales), que condicionan sus planteamientos o la falta de éstos. Humildad, asimismo, para dejar de invadir con su lenguaje y categorías de análisis otros ámbitos de la vida —como la política, la educación, la seguridad, la familia—, algo que se ha visto facilitado por quienes, sin ser economistas, se han dejado seducir por análisis económicos tan empobrecedores, o simplemente pueriles, como que las elecciones que se hacen en democracia constituyen el mercado del voto, o que la única finalidad de la educación es conseguir buenos puestos de trabajo, o que la sanción es el costo que para el delincuente tiene el delito, de manera que para disminuir la delincuencia sólo hay que aumentar las penas, o que el adulterio masculino —como escribió nada menos que un Premio Nobel de Economía— disminuye cuando los hombres se dan cuenta de que mantener dos mujeres resulta más caro que hacerlo con una sola.
Si la reputación de los economistas ha quedado por los suelos, donde estaba que se precisa ahora es que se levanten, apoyándoseya la de los políticos, lo unos en otros, y que se pregunten si acaso los agentes económicos no deberían competir de una manera menos primitiva y egoísta de como lo hacen quienes viven sólo para maximizar, cualquiera sea el precio que paguen los demás, su propio y exclusivo beneficio. [+/-] Seguir Leyendo...
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