viernes, noviembre 21, 2008

Girardismo y Laguismo: la alianza colonizadora Contra el PS y la DC


Por Antonio Cortés Terzi. José Miguel Insulza fue la primera víctima de este nuevo pacto y del nuevo estilo político que entraña y que tuvo su primer ejercicio experimental en la imposición de las dos listas a concejales. “Nuevo” por lo impudoroso, por su opción preferente por la factualidad, por su indiferencia por las estructuras políticas y por su predisposición a imponer. Dada esa predisposición y la afición de sus liderazgos por lo coloquios mundiales, podrían ser reconocidos como los “colonizadores”.

Salvo que ocurriera algo muy sorprendente y extraordinario, lo evidente hoy es que José Miguel Insulza dejó de ser pre-candidato presidencial. Hecho político que no se agota en sí mismo, que no tiene una causal explicativa única y simple y que pudiera repercutir en ámbitos muy precisos de los escenarios políticos y electorales venideros. Y todo ello producto del proceso y formas que revistió tal desenlace.

Más de alguien ha responsabilizado al propio ex-ministro de lo sucedido. Y, probablemente, algo de culpa tiene. Pero lo sustantivo no está en sus supuestas indefiniciones. Si así fuera, el hecho tendría pocos alcances mayores. Sin embargo, los tiene. Básicamente, porque su retiro no resultó de conflictos, pugnas o competencias medianamente diáfanas (o escudriñables) y “normales” en política, -considerando, incluso, como “normal”, la rudeza de la política-. La renuncia –todavía implícita- a su pre-candidatura estuvo precedida de un conjunto de maniobras y operaciones “irregulares”, poco éticas, anti-estéticas y hasta poco “viriles” y que, por lo mismo, eran imposibles de contrarrestar sin prestarse para movimientos igualmente sórdidos.

El tipo de política que se dejó caer contra José Miguel Insulza –y de paso contra una clara mayoría del PS- es una de las cuestiones que va a seguir penando en el socialismo y en la Concertación. De partida porque en el socialismo hay sentimientos de humillación frente a lo ocurrido y, lo que es peor, hay irritación y encono contra los “conspiradores” y sus próceres instigadores. El tiempo podrá mitigar las emotividades, pero sólo mitigarlas. Y las revanchas son siempre más eficientes cuando las emociones se han enfriado.

La primera secuela concreta y tangible de ese tipo de política es que, ahora sí, el PS se dividió de facto y con amenazas de que se genere una doble institucionalidad: la del partido y la del “laguismo”.

Este nuevo tipo de política, por otra parte, responde a un nuevo sistema de alianzas en gestación al seno de la Concertación y que reúne al girardismo del PPD, al socialismo laguista y al laguismo puro.

Lo que los junta “doctrinariamente” son, resumidamente, cuatro aspectos que, si bien comparten, cada grupo los conjuga con énfasis distintos.

a) Coinciden en la subvaloración o menosprecio por los ancestros culturales de los dos partidos ejes de la Concertación, el PS y el PDC, pues culpabilizan a tales ancestros de las dificultades renovadoras de la Concertación. Ello les impele a acciones hasta inescrupulosas tras el afán de arrebatarles la hegemonía que ejercen sobre el mundo concertacionista.

b) Todos ellos están convencidos de la inexorable marcha hacia la obsolescencia de la DC. Algunos esperan, contemplativamente, su extinción o reducción a espacios muy menores, mientras que otros creen necesario colaborar a la realización de ese sino.

c) Comparten también la idea de que la requerida renovación política y generacional del progresismo pasa por dos cosas: de un lado, por el predominio y figuración de los agentes de sus elites y, segundo, consecuencialmente, por el definitivo desplazamiento de las dirigencias educadas y culturizadas en los marcos de las culturas políticas históricas.

El aspecto anterior es de suma importancia porque sus traducciones, entre otras, son: i) la autoasignación de estos grupos de una función ya no renovadora sino refundacional del progresismo moderno, y ii) la incubación de una voluntad proclive a romper la Concertación si ese recambio se obstaculiza o prolonga demasiado a causa de la pervivencia de la Concertación.

d) La ambición refundacional está inmersa en una concepción tecnocrática, modal y mediática de la política (de ahí se nutren también sus aversiones contra el PS y el PDC). La conexión con Lagos y el laguismo la establecen a partir de esa ambición y concepción. Para estos grupos Lagos es algo así como el paradigma del líder moderno universal y el laguismo sería algo así como el soporte tecnocrático inicial de la refundación progresista.

Ahora bien, José Miguel Insulza fue la primera víctima de este nuevo pacto y sobre todo del nuevo estilo político que entraña y que tuvo su primer ejercicio experimental en la imposición de las dos listas a concejales. “Nuevo” por lo impudoroso, por su opción preferente por la factualidad, por su indiferencia por las estructuras políticas y, muy en particular, por su predisposición a imponer. Dada esa predisposición y dada la afición de sus liderazgos por lo coloquios mundiales, bien podrían ser reconocidos como los “colonizadores”.

Nacida esta alianza como una suerte de “Estado Asociado” a la Concertación, ¿qué harán los socialistas ahora que, gracias a ella, no tienen candidato?

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