Es difícil explicar lo que está sucediendo con motivo de la definición de los precandidatos presidenciales de la Concertación. Para algunos, una demostración de tácticas brillantes, sólo equiparables a las jugadas de los grandes ajedrecistas. Para otros, quizás sólo una mala teleserie, cuyo bajo rating evidencia el desinterés que la ciudadanía mantiene hacia este tipo de cuestiones.
En lo personal, lo que más me sorprende es que una coalición que ha gobernado con éxito por casi dos décadas al país, siga esperando en vilo –de paso, cifrando todo su futuro— en la graciosa decisión que aún no han adoptado algunos distinguidos caballeros. Mención aparte, el que dicha indefinición adicionalmente condicione las reglas de un procedimiento que, me imagino, no debería ser resuelto por los propios incumbentes
Las reglas claras mantienen la amistad, y es justamente esto último lo que se ha deteriorado gravemente en la Concertación. Sospecho que los protagonistas, ideólogos y otros asesores ad hoc que han estado detrás de estas estrategias, no alcanzan a percibir cuanto daño se le está haciendo a la coalición de gobierno.En ausencia de un procedimiento claro y establecido en forma previa, se ha devenido en un escenario similar al de la guerra fría. Los probables candidatos, en vez de enfrentar directamente sus posiciones, han optado por una estrategia que apunta a debilitar el patrimonio político y la voluntad de sus posibles contendores, de manera que al final sus propias opciones puedan presentarse como algo más o menos evidente.
La soterrada disputa que hoy protagoniza Lagos e Insulza no fue muy diferente, en los estilos y propósitos, a la que antes enfrentó a Frei y Alvear. Del mismo modo, todo indica que este segundo episodio de la misma saga, pudiera tener un desenlace similar. Hoy, al igual que ayer, este camino dejará profundas heridas, las que no sólo afectarán a sus principales protagonistas, sino también se harán extensivas a todos quienes ellos representan.
Considero que es un precio demasiado caro a pagar para una coalición que a todas luces está atravesando por un momento difícil. Justamente porque se trata de dirigentes con una larga trayectoria y testimonio político, los que adicionalmente fueron honrados con los más altos cargos a los cuales un servidor público puede aspirar, es que esa suerte de “posición de garantes” del legado concertacionista les exigía bastante más de lo que hemos podido percibir en este tiempo.
Los datos de todas las encuestas de opinión nos alertan sobre la cada vez mayor distancia entre el discurso de la clase política, y los anhelos y preocupaciones de las personas. Cualquier coalición o fuerza política que aspire a dirigir los destinos del país, debe alentar un nuevo trato en las relaciones de poder, más horizontal e inclusivo, donde la participación ciudadana sea un pilar fundamental.
Esa es la razón por la cual hemos insistido en la necesidad de un procedimiento de primarias, cuanto más abierto y pluralista mejor, que facilite la posibilidad de que sean los propios electores quienes finalmente se pronuncien sobre quiénes deberán competir por ocupar el sillón presidencial. Un proceso, que tal como lo expresó un destacado analista de la oposición en su columna del pasado viernes en La Tercera, también debe hacerse extensivo a la Alianza por Chile. Ojala, agrego yo, en un procedimiento único, nacional y simultáneo, con la debida y necesaria fiscalización del Servicio Electoral.
No hay tiempo ni ganas para seguir esperando. Que compitan todos y que sean los ciudadanos los que tengan la última palabra.
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