Al sumar a las ya difíciles condiciones planteadas nuevos requisitos aún más complejos, Insulza desenrolla una alfombra roja para retirarse con dignidad de la vida política. Una derrota por retiro antes de subirse al ring confirmaría que uno de los ministros más notables de la Concertación nunca tuvo dedos para el piano presidencial ni voluntad para superar las barreras que hay en el camino a La Moneda.
En su carta al PS, Insulza deja abierta la posibilidad de ser candidato, siempre y cuando la izquierda concertacionista muestre unidad total tras un solo abanderado. Al poner la carreta delante de los bueyes, Insulza pide al PS garantizar la unidad que debe emanar del candidato y que las elites faciliten un consenso que solo puede emerger después que los aspirantes presenten y discutan sus ideas transparente y abiertamente ante los electores. Una de las fortalezas de la democracia es que la última palabra la tiene la gente. Los partidos proponen, los votantes disponen. Aunque la derrota es un trago amargo, la democracia requiere de políticos que estén dispuestos a perder. Cuando todos quieren sandías caladas, los electores están de más y la democracia no existe.
Es comprensible que Insulza crea que éste es un camino cuesta arriba. Con dos de sus ex jefes en carrera—Frei en la DC y Lagos en el PPD—Insulza entiende que el proceso de selección será complejo y el fin de esta aventura incierto. Peor aún, con una Concertación debilitada y sin brújula, declarar una candidatura presidencial parece cosa de locos. Pero sólo en momentos de crisis aparecen los verdaderos líderes, aquellos que llaman a no temer nada salvo el miedo, a no preguntarse qué puede hacer la Concertación por ellos sino a explicar qué pueden hacer ellos por la Concertación y por el país. Insulza parece preferir no ser considerado un loco que arriesgar ser un visionario que lideró a su coalición a un improbable quinto triunfo presidencial consecutivo.
Diez años atrás, el entonces senador Gabriel Valdés mostró similar indecisión para lanzarse al ruedo electoral. La ventaja que entonces llevaba Ricardo Lagos en las encuestas disuadió al ahora nonagenario político DC que muchos condescendientemente identifican como el mejor presidente que Chile no llegó a tener. Al no animarse a saltar al ruedo, Valdés dejó para los historiadores una potestad que sólo debería tener el electorado. Si Insulza hoy insiste en establecer condiciones imposibles de satisfacer, su retiro de la carrera presidencial privará de opciones a un electorado que ya parece desconforme con las pocas opciones que tiene. Si, como se espera, Insulza se retira de la carrera porque no existen las condiciones, el legado de una carrera comprometida con la democracia se verá inevitablemente teñido por un final más propio de un ciudadano cuya prioridad es la felicidad personal que el de un político que privilegió los intereses del país.
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