lunes, mayo 07, 2007

..."En politica las Letras no entran con sangre...las Letras entran con razones, pensamientos, convicciones y reflexion"...

Me parece necesario leer este tremendo documento-reflexiòn de Hernan..Cespinoza.
Hernan Bosselin.
JUNTA NACIONAL DEL PARTIDO DEMOCRATA CRISTIANO
Y
DISCIPLINA.
Hago votos porque quienes reducen todo a la simple y mera disciplina, cambien su opinión, y vuelvan por los fueros de una democracia verdadera y sigan orientaciones sanas, coherentes y participativas que son las propias de la democracia. En política “las letras no entran con sangre”, las letras entran con razones, pensamientos, convicciones y reflexiones.
En diversos artículos de prensa algunos dirigentes del Partido Demócrata Cristiano, han venido sosteniendo que en la próxima Junta Nacional del Partido Demócrata Cristiano se deberían adoptar resoluciones destinadas de alguna manera a restringir las expresiones de aquellos que son calificados supuestamente como disidentes y los cuales deberían quedar advertidos que, en el evento de insistir en sus ideas, pensamientos y proposiciones recibirían una especie de castigo: ninguno de ellos podría postular a cargos de parlamentarios y los cupos de los actuales Diputados y Senadores quedarían condicionados a que en el futuro no manifiesten discrepancias de las directivas oficiales.
La anterior interpretación fluye de las declaraciones del ex Ministro de Defensa Nacional don Edmundo Pérez y del distinguido Diputado y Vicepresidente del Partido don Jorge Burgos.
No sabemos si la prensa escrita que contiene las entrevistas realizadas a las personas indicadas, traducen fielmente el pensamiento de ellos o si las frases que les atribuyen fueron sacadas de su contexto. Pero como tales entrevistas son coincidentes con un comentario o noticia de La Tercera donde se expresa que se habría acordado en la corriente interna del Partido Demócrata Cristiano que apoya a la Presidenta Senadora Soledad Alvear, solicitar que la Junta Nacional adopte una resolución en el sentido que se viene comentando, estimamos conveniente dar nuestra opinión sobre la materia que nos preocupa.
No cabe la menor duda que los partidos políticos son cuerpos colectivos en los cuales se participa en virtud de una resolución personal, libre y soberana; y cuando se decide participar en un partido político, al mismo tiempo se adopta la resolución de hacer política en común con muchas otras personas y someterse a los acuerdos de las mayorías, dentro de un contexto democrático de análisis y discusión previa. Planteado un problema de naturaleza social, política o cultural y realizada la correspondiente discusión interna, en los organismos regulares del partido, naturalmente deben adoptarse las decisiones que la mayoría estime conveniente.
Si se omite el debate interno y los organismos regulares del partido no funcionan con la normalidad necesaria obviamente que se crea una situación completamente indeseada y no buscada, ya que la voluntad política interna no se estará generando adecuadamente. Eso es lo que ha sucedido, por lo menos desde hace un año a la parte, con el funcionamiento del Consejo Nacional del Partido Demócrata Cristiano. Este organismo, que es el encargado, de acuerdo con los estatutos del Partido Demócrata Cristiano de fijar la línea política en las materias propias del acontecer nacional, realmente ha carecido de toda presencia real y efectiva: no ha sido convocado en forma ordinaria, han pasado meses sin que el mismo funcione, es así como durante los meses de Octubre, Noviembre y Diciembre del 2006, y Enero y Febrero de 2007, no fue convocado y durante este año sólo ha sesionado en tres oportunidades, limitándose, en la práctica, a escuchar largas intervenciones de algunos Ministros y Ministras de Estado, que han copado prácticamente todas las sesiones; situación esta última, muy semejante a la que aconteció durante el año pasado.
Los temas más relevantes que han preocupado a la opinión pública no han sido debatidos en el Consejo Nacional en la oportunidad conveniente y con la dedicación necesaria, de tal manera que no hemos tenido pronunciamientos de este organismo en temas tan trascendentes como todos los que dicen relación con la situación de la depreciación acelerada e incluso con el Plan Transantiago, ya que un consejo extraordinario que se iba a realizar sobre éste última tema, hasta el día de hoy no ha sido convocado.
Dada la situación anterior, el 3 de Abril de 2007, los Consejeros Nacionales Hernán Bosselin Correa y Myriam Verdugo Godoy propusieron una reforma a los estatutos del Partido Demócrata Cristiano con la finalidad que el Consejo Nacional del Partido referido tuviera un marco normativo más preciso para así hacerlo trabajar necesariamente todos los meses, en forma ordinaria, sin perjuicio de las convocatorias extraordinarias. Esperamos que ese proyecto de reforma a los Estatutos sea discutido y votado en la Junta Nacional de los días 12 y 13 de Mayo.
Cuando dirigentes del Partido Demócrata Cristiano públicamente, y con bastantes campanillas, a través de distintos medios de comunicación social y en forma destacada reclaman que las discusiones en la Democracia Cristiana debieran realizarse en las “instancias internas” están haciendo referencia a algo que en la práctica no se ha aplicado, ya que esas “instancias internas”, no han funcionado, como hemos comentado. Si ellas realmente hubieran funcionado y en las mismas se hubieran recibido las distintas opiniones que se expresan públicamente, se habría estado en condiciones de adoptar resoluciones con el acuerdo de las correspondientes mayorías.
De esta forma el supuesto problema de disciplina que existiría en el Partido Demócrata Cristiano, no es tal; la situación es de distinta naturaleza: lo que sucede es que normalmente, por diversas razones que no comentamos en esta oportunidad, hemos adolecido de serias deficiencias en nuestro funcionamiento interno, lo que obviamente termina por afectar la convivencia, ya que no se da la importancia que requiere a las estructuras de participación. Analizar la disciplina como un factor aislado de sus causas, y por lo tanto, tratarla culpabilizando a las personas y derivando de ella la proposición de correcciones sancionadoras, y coercitivas, no se condice con una democracia y es más propio de una visión autoritaria. Es un grave error confundir convivencia con disciplina. Mientras la primera abarca el conjunto de relaciones que se establecen entre las personas, la segunda se refiere exclusivamente al cumplimiento formal del reglamento. En una democracia es importante el cumplimiento de las reglas de los estatutos, pero más importante es el fondo: debe existir una amplia participación, una participación real que ayude a que todos asuman un compromiso y una responsabilidad colectiva en las resoluciones y opciones que se escojan.
Pretender que la militancia debe actuar únicamente dentro de un esquema de poder y disciplina es distorsionar el contenido de la democracia. En la democracia lo importante es la autoridad y ésta debe nacer del debate serio y responsable, de la participación efectiva y no teórica y del compromiso moral y político de ajustar el comportamiento a las decisiones tomadas después de un ejercicio democrático y participativo, de diálogo, análisis y crítica.
Naturalmente siempre existirán en las colectividades políticas, como igualmente en toda organización social materias que necesariamente deben quedar entregadas a la conciencia de cada uno: por ejemplo la pena de muerte, la declaración de guerra u otras situaciones semejantes. Así siempre se ha entendido en el Partido Demócrata Cristiano y se ha reconocido la autonomía de las personas sobre tópicos de conciencia: basta recordar el tema del divorcio. Existieron diversas posiciones, todas ellas previamente debatidas con mucha profundidad y siempre ellas fueron respetadas. Nadie pensó que materias de tal delicadeza debieran haber sido solucionadas por la vía simple de un golpe de poder y de una acción sancionadora y disciplinaria.
En lo que dice relación con la repetida frase de que se debe lealtad a la Concertación y que como consecuencia de esa lealtad necesariamente se debería apoyar cada proposición o proyecto de ley del Supremo Gobierno, se incurre en una dislate: la verdadera lealtad no es con una organización abstracta como es la Concertación ni tampoco es con la primera autoridad del Supremo Gobierno. La lealtad y consecuencia es con los principios y valores que sirven de fundamento al Partido Demócrata Cristiano. La lealtad se debe al pueblo de Chile, a las grandes mayorías nacionales. Es forzar las conciencias exigir un cumplimiento irrestricto y automático a todo lo que sostenga y diga el gobierno. El Partido Demócrata Cristiano no es el gobierno. Es una colectividad política, una asociación de mujeres y hombres libres, un cuerpo intermedio, un conglomerado de personas que intermedia en la sociedad y que debe expresar las inquietudes, pesares, angustias y necesidades del pueblo a quien se quiere verdaderamente representar y servir.
Creemos, en consecuencia, que los distinguidos personeros que hemos mencionado en estos comentarios se han equivocado. En la Democracia Cristiana existe una alta capacidad de análisis y reflexión. Ello ha quedado patente en los trabajos de la Comisión Organizadora del Congreso del Partido Demócrata Cristiano. Se han realizado importantes talleres discutiendo temas relevantes sobre distribución de la riqueza, concentración económica, organización partidaria, relaciones con la comunidad. En esos talleres se ha recibido la participación de personas que tienen distintos puntos de vista y opiniones y hemos tenido el criterio amplio y constructivo de escucharnos recíprocamente. Lo que se está haciendo en esos talleres y en las labores de Comisión Organizadora del Congreso es la prueba más evidente que los problemas internos del partido no se solucionan a través de sanciones, ni menos recurriendo a amenazas de exoneraciones. Los problemas internos y las distintas posiciones pueden discutirse y debatirse, sin necesidad de estar mencionando a cada rato el poder de la sanción.
El Partido Demócrata Cristiano en consecuencia tiene una gran fuerza para trabajar en pos de una democracia participativa que reconozca el verdadero papel de la sociedad civil.
En la actualidad el significado más usual de disciplina es el de conjunto de reglas para mantener el orden y la subordinación entre los miembros de un cuerpo. Obviamente en una organización democrática como el Partido Demócrata Cristiano no nos podemos quedar dentro de ese concepto de disciplina: disciplinando a los supuestos indisciplinados, castigándolos, calificándolos impropiamente de díscolos o de disidentes no se construye democracia ni menos se contribuye a una convivencia sana, respetuosa y humana.
Hago votos porque quienes reducen todo a la simple y mera disciplina, cambien su opinión, y vuelvan por los fueros de una democracia verdadera y sigan orientaciones sanas, coherentes y participativas que son las propias de la democracia. En diversos artículos de prensa algunos dirigentes del Partido Demócrata Cristiano, han venido sosteniendo que en la próxima Junta Nacional del Partido Demócrata Cristiano se deberían adoptar resoluciones destinadas de alguna manera a restringir las expresiones de aquellos que son calificados supuestamente como disidentes y los cuales deberían quedar advertidos que, en el evento de insistir en sus ideas, pensamientos y proposiciones recibirían una especie de castigo: ninguno de ellos podría postular a cargos de parlamentarios y los cupos de los actuales Diputados y Senadores quedarían condicionados a que en el futuro no manifiesten discrepancias de las directivas oficiales.
La anterior interpretación fluye de las declaraciones del ex Ministro de Defensa Nacional don Edmundo Pérez y del distinguido Diputado y Vicepresidente del Partido don Jorge Burgos.
No sabemos si la prensa escrita que contiene las entrevistas realizadas a las personas indicadas, traducen fielmente el pensamiento de ellos o si las frases que les atribuyen fueron sacadas de su contexto. Pero como tales entrevistas son coincidentes con un comentario o noticia de La Tercera donde se expresa que se habría acordado en la corriente interna del Partido Demócrata Cristiano que apoya a la Presidenta Senadora Soledad Alvear, solicitar que la Junta Nacional adopte una resolución en el sentido que se viene comentando, estimamos conveniente dar nuestra opinión sobre la materia que nos preocupa.
No cabe la menor duda que los partidos políticos son cuerpos colectivos en los cuales se participa en virtud de una resolución personal, libre y soberana; y cuando se decide participar en un partido político, al mismo tiempo se adopta la resolución de hacer política en común con muchas otras personas y someterse a los acuerdos de las mayorías, dentro de un contexto democrático de análisis y discusión previa. Planteado un problema de naturaleza social, política o cultural y realizada la correspondiente discusión interna, en los organismos regulares del partido, naturalmente deben adoptarse las decisiones que la mayoría estime conveniente.
Si se omite el debate interno y los organismos regulares del partido no funcionan con la normalidad necesaria obviamente que se crea una situación completamente indeseada y no buscada, ya que la voluntad política interna no se estará generando adecuadamente. Eso es lo que ha sucedido, por lo menos desde hace un año a la parte, con el funcionamiento del Consejo Nacional del Partido Demócrata Cristiano. Este organismo, que es el encargado, de acuerdo con los estatutos del Partido Demócrata Cristiano de fijar la línea política en las materias propias del acontecer nacional, realmente ha carecido de toda presencia real y efectiva: no ha sido convocado en forma ordinaria, han pasado meses sin que el mismo funcione, es así como durante los meses de Octubre, Noviembre y Diciembre del 2006, y Enero y Febrero de 2007, no fue convocado y durante este año sólo ha sesionado en tres oportunidades, limitándose, en la práctica, a escuchar largas intervenciones de algunos Ministros y Ministras de Estado, que han copado prácticamente todas las sesiones; situación esta última, muy semejante a la que aconteció durante el año pasado.
Los temas más relevantes que han preocupado a la opinión pública no han sido debatidos en el Consejo Nacional en la oportunidad conveniente y con la dedicación necesaria, de tal manera que no hemos tenido pronunciamientos de este organismo en temas tan trascendentes como todos los que dicen relación con la situación de la depreciación acelerada e incluso con el Plan Transantiago, ya que un consejo extraordinario que se iba a realizar sobre éste última tema, hasta el día de hoy no ha sido convocado.
Dada la situación anterior, el 3 de Abril de 2007, los Consejeros Nacionales Hernán Bosselin Correa y Myriam Verdugo Godoy propusieron una reforma a los estatutos del Partido Demócrata Cristiano con la finalidad que el Consejo Nacional del Partido referido tuviera un marco normativo más preciso para así hacerlo trabajar necesariamente todos los meses, en forma ordinaria, sin perjuicio de las convocatorias extraordinarias. Esperamos que ese proyecto de reforma a los Estatutos sea discutido y votado en la Junta Nacional de los días 12 y 13 de Mayo.
Cuando dirigentes del Partido Demócrata Cristiano públicamente, y con bastantes campanillas, a través de distintos medios de comunicación social y en forma destacada reclaman que las discusiones en la Democracia Cristiana debieran realizarse en las “instancias internas” están haciendo referencia a algo que en la práctica no se ha aplicado, ya que esas “instancias internas”, no han funcionado, como hemos comentado. Si ellas realmente hubieran funcionado y en las mismas se hubieran recibido las distintas opiniones que se expresan públicamente, se habría estado en condiciones de adoptar resoluciones con el acuerdo de las correspondientes mayorías.
De esta forma el supuesto problema de disciplina que existiría en el Partido Demócrata Cristiano, no es tal; la situación es de distinta naturaleza: lo que sucede es que normalmente, por diversas razones que no comentamos en esta oportunidad, hemos adolecido de serias deficiencias en nuestro funcionamiento interno, lo que obviamente termina por afectar la convivencia, ya que no se da la importancia que requiere a las estructuras de participación. Analizar la disciplina como un factor aislado de sus causas, y por lo tanto, tratarla culpabilizando a las personas y derivando de ella la proposición de correcciones sancionadoras, y coercitivas, no se condice con una democracia y es más propio de una visión autoritaria. Es un grave error confundir convivencia con disciplina. Mientras la primera abarca el conjunto de relaciones que se establecen entre las personas, la segunda se refiere exclusivamente al cumplimiento formal del reglamento. En una democracia es importante el cumplimiento de las reglas de los estatutos, pero más importante es el fondo: debe existir una amplia participación, una participación real que ayude a que todos asuman un compromiso y una responsabilidad colectiva en las resoluciones y opciones que se escojan.
Pretender que la militancia debe actuar únicamente dentro de un esquema de poder y disciplina es distorsionar el contenido de la democracia. En la democracia lo importante es la autoridad y ésta debe nacer del debate serio y responsable, de la participación efectiva y no teórica y del compromiso moral y político de ajustar el comportamiento a las decisiones tomadas después de un ejercicio democrático y participativo, de diálogo, análisis y crítica.
Naturalmente siempre existirán en las colectividades políticas, como igualmente en toda organización social materias que necesariamente deben quedar entregadas a la conciencia de cada uno: por ejemplo la pena de muerte, la declaración de guerra u otras situaciones semejantes. Así siempre se ha entendido en el Partido Demócrata Cristiano y se ha reconocido la autonomía de las personas sobre tópicos de conciencia: basta recordar el tema del divorcio. Existieron diversas posiciones, todas ellas previamente debatidas con mucha profundidad y siempre ellas fueron respetadas. Nadie pensó que materias de tal delicadeza debieran haber sido solucionadas por la vía simple de un golpe de poder y de una acción sancionadora y disciplinaria.
En lo que dice relación con la repetida frase de que se debe lealtad a la Concertación y que como consecuencia de esa lealtad necesariamente se debería apoyar cada proposición o proyecto de ley del Supremo Gobierno, se incurre en una dislate: la verdadera lealtad no es con una organización abstracta como es la Concertación ni tampoco es con la primera autoridad del Supremo Gobierno. La lealtad y consecuencia es con los principios y valores que sirven de fundamento al Partido Demócrata Cristiano. La lealtad se debe al pueblo de Chile, a las grandes mayorías nacionales. Es forzar las conciencias exigir un cumplimiento irrestricto y automático a todo lo que sostenga y diga el gobierno. El Partido Demócrata Cristiano no es el gobierno. Es una colectividad política, una asociación de mujeres y hombres libres, un cuerpo intermedio, un conglomerado de personas que intermedia en la sociedad y que debe expresar las inquietudes, pesares, angustias y necesidades del pueblo a quien se quiere verdaderamente representar y servir.
Creemos, en consecuencia, que los distinguidos personeros que hemos mencionado en estos comentarios se han equivocado. En la Democracia Cristiana existe una alta capacidad de análisis y reflexión. Ello ha quedado patente en los trabajos de la Comisión Organizadora del Congreso del Partido Demócrata Cristiano. Se han realizado importantes talleres discutiendo temas relevantes sobre distribución de la riqueza, concentración económica, organización partidaria, relaciones con la comunidad. En esos talleres se ha recibido la participación de personas que tienen distintos puntos de vista y opiniones y hemos tenido el criterio amplio y constructivo de escucharnos recíprocamente. Lo que se está haciendo en esos talleres y en las labores de Comisión Organizadora del Congreso es la prueba más evidente que los problemas internos del partido no se solucionan a través de sanciones, ni menos recurriendo a amenazas de exoneraciones. Los problemas internos y las distintas posiciones pueden discutirse y debatirse, sin necesidad de estar mencionando a cada rato el poder de la sanción.
El Partido Demócrata Cristiano en consecuencia tiene una gran fuerza para trabajar en pos de una democracia participativa que reconozca el verdadero papel de la sociedad civil.
En la actualidad el significado más usual de disciplina es el de conjunto de reglas para mantener el orden y la subordinación entre los miembros de un cuerpo. Obviamente en una organización democrática como el Partido Demócrata Cristiano no nos podemos quedar dentro de ese concepto de disciplina: disciplinando a los supuestos indisciplinados, castigándolos, calificándolos impropiamente de díscolos o de disidentes no se construye democracia ni menos se contribuye a una convivencia sana, respetuosa y humana.
Hago votos porque quienes reducen todo a la simple y mera disciplina, cambien su opinión, y vuelvan por los fueros de una democracia verdadera y sigan orientaciones sanas, coherentes y participativas que son las propias de la democracia. En política “las letras no entran con sangre”, las letras entran con razones, pensamientos, convicciones y reflexiones.