lunes, abril 23, 2007

DESDE EL IMPERIO ...es facil matar....

La violencia es parte de la sociedad norteamericana en niveles que no se ven en otros países. Y esto va mucho más allá de portar armas de fuego.
Jorge Ramos
Matar en Estados Unidos es fácil. Demasiado. El país está inundado por armas de fuego. Hay millones de rifles y pistolas en casas, oficinas, tiendas y escuelas. Y todo es perfectamente legal. Comprar una pistola es muy sencillo. Vas a la tienda, escoges la que más te gusta, revisan si tienes antecedentes penales y luego de una breve espera -que varía de estado a estado pero casi nunca supera el mes- tienes la capacidad de matar con un arma de fuego. Así de sencillo.La peor masacre en una escuela en la historia del país tiene varias explicaciones. Pero la primera, la más sencilla, es que el asesino tuvo acceso a armas de fuego. Si no fuera así, los homicidios en Virginia Tech no habrían ocurrido. Portar armas está protegido por la Constitución. La segunda enmienda establece que “no será violado el derecho del Pueblo a obtener y portar armas”. Y cada vez que se emprende un esfuerzo para limitar, regular o hacer desaparecer el derecho al porte de armas, se genera un tiroteo legal que lo impide.Los grupos que defienden el derecho a portar armas en EEUU son muy poderosos financiera y políticamente. Sus millonarias contribuciones a las campañas políticas determinan el futuro de muchos congresistas. Por eso casi nada se mueve en Washington sin su apoyo. Y no están dispuestos a negociar. El actor Charlton Heston sugirió en 2001 que sólo entregaría sus armas de sus “frías y muertas manos”.Durante los próximos días resurgirá el debate sobre el derecho a tener este tipo de artículos. Pero si sirve de referencia lo ocurrido tras la masacre en la escuela Columbine, en Colorado, donde murieron quince personas en 1999, nada va a cambiar. En un año, más o menos, habrá otra masacre si las cosas se dejan tal como están.
En Japón las leyes son distintas y es el país desarrollado con el menor número de muertes por armas de fuego. Sus leyes dicen: “Nadie debe poseer un arma de fuego o una espada...”. Muy pocos las pueden portar y cada una de las balas adquiridas está registrada a nombre de quien las compró. La masacre estudiantil de Blacksburg, Virginia, no podría ocurrir en centros educativos de Tokio, Osaka u Okinawa.Ahora pongamos los hechos de Virginia Tech en contexto. La violencia es parte de la sociedad norteamericana en niveles que no se ven en otros países. Y esto va mucho más allá de portar armas de fuego. No soy ningún monje, pero me sorprenden los innumerables juegos de videos para niños cuyo propósito es asesinar digitalmente al oponente. En una pantalla aprenden a herir, golpear y, eventualmente, decapitar y matar a sus contrincantes. En ese mundo virtual el fin de la vida no tiene consecuencias. Pero en el nuestro sí. Los universitarios de hoy llevan al menos una década jugando a eliminarse en videos.Además, no podemos olvidar que EEUU está enfrascado en dos terribles guerras, en Irak y en Afganistán, donde todos los días nos enteramos por televisión e Internet del fallecimiento de soldados y civiles. La muerte es nuestra acompañante diaria desde marzo de 2003. En una guerra no sólo se vale, sino que se exige, eliminar al enemigo. Asesinar deliberada y selectivamente se legitima bajo el argumento del combate. Y para muchos jóvenes el hecho de terminar con una pareja o pelearse con un amigo o un profesor es algo tan grave o más que una lejana guerra. Es cuestión de punto de referencia. Nunca sabremos exactamente por qué ese joven de origen coreano se puso a disparar. Ya es demasiado tarde. Pero en su mente había una guerra. O muchas. Y las armas estaban a su disposición.Termino contándoles una anécdota personal: poco después de las muertes de Virginia recibí una llamada de mi hija. Ella estudia en una universidad del noreste del país.“Es muy duro, Papá”, me dijo sin preámbulos. “¿Ya te enteraste de lo que ocurrió?”. En su voz se notaba la ingenuidad de quien no acaba de comprender que la próxima vez ella podría ser la víctima. Y qué bueno. No quiero que viva con miedo. Sin embargo, no le quise decir que tuvimos suerte, que estos hechos alocados de violencia son demasiado frecuentes en las escuelas de EEUU y que la próxima vez que ocurra volveré a saltar de mi asiento para asegurarme de que no esté pasando donde ella estudia.En esta ocasión otros padres están de luto. Y lo que más tristeza me da es que, a pesar de lo que dicen los políticos en estos días con la mano en el pecho, las posibilidades son que Columbine, y ahora Blacksburg, se repitan pronto.The New York Times Syndicate