miércoles, marzo 07, 2007

...EDIT. REVISTA IMPACTO...TRANSANTIAGO: LA PACIENCIA DE SANTIAGO....M.VERDUGO..

Solidarizamos con la gente. Por su paciencia ilimitada. Este, el gobierno ciudadano que elegimos optó por bajar la calidad de vida de las personas, por asimilarlas a verdaderos “tarros de sardinas”, por engañarlas diciéndoles “levántense más temprano” cuando en realidad se debe decir “duerman menos, caminen más”.
¿Cuál es el verdadero origen del desastre inicial del Transantiago? A nuestro juicio se trata del sobre ideologismo que respecto al libre mercado y de los empresarios tiene la Concertación. Como si debiera dar muestras de “blancura” cada día, la Concertación se empeña en ser más papista que el Papa y entrega a los privados un servicio que en la mayoría de los países desarrollados proporciona el Estado.
Uno de los objetivos planteados al proyecto inicial fue mejorar la calidad de vida de los santiaguinos. Por supuesto que se logró todo lo contrario. Las protestas matutinas y nocturnas, los “caceroleos”, las agresiones, la toma de microbuses son clara muestra del malestar que se ha ido asentando en la población.
La gente dice que se les está tratando como “animales” y eso resulta cierto al ver microbuses con gente apiñada, el Metro colapsado, mujeres reclamando por acoso sexual.
Y que hace la democracia cristiana: entrega su pleno apoyo al ministro Espejo y propone diez medidas para ayudar a superar los problemas.
El ministro y camarada Sergio Espejo sin duda, al igual que su equipo de trabajo merecen apoyo y respeto por la entrega y valentía con que han enfrentado esta gran crisis.
Pero ¿que espera la gente de quienes influyen o deciden en la marcha del país, como es o debiera ser la democracia cristiana? Espera, sin duda, primero conocimiento de su realidad; segundo, compromiso con sus problemas, y, tercero, búsqueda de soluciones.
Respecto de lo primero está claro que muchos, demasiados, no conocen la realidad de esas cientos, miles de personas que deben día a día desplazarse a sus empleos o centros de estudio. No se explica de otra forma la liviana expresión de un dirigente que lanzó la siguiente declaración: “ha llegado el momento de que la gente piense en cambiar su domicilio a un lugar cerca de su lugar de trabajo”. O la de otro que sugiere usar el metro o buses en horas de “no congestión” ¿Tiene posibilidades la gente del Chile real de buscar casa, ya sea arrendando o comprando así tan libremente? ¿Tiene posibilidades el trabajador, el obrero, el profesional, el estudiante, el paciente médico de modificar sus rutinas? A todo la respuesta es claramente NO.
A quienes siguen defendiendo el Transantiago les pedimos que se suban al Metro a las 7 de la mañana; que traten de encontrar locomoción para regresar a sus hogares después de las 20 horas; que hagan las colas en esos corrales de pre pago; que duerman menos para asegurar un cupo en algún medio de transporte; que caminen cuadras y cuadras en medio de barriales.
La calidad de vida mejoró para algunos, pero se trata de algo elitista ya que quienes tienen autos se encuentran con calles relativamente expeditas; hay menos ruido. Pero el ruido de la molestia que crece entre los chilenos parece no sentirlo las autoridades del país.
Esta alianza entre el mundo privado, que ofrece un servicio, y el estado que dispone el cambio no funciona. Los privados fallan en cobertura, horarios y comodidad. El estado falló al impulsar a trocha y mocha un cambio que se diseño en un escritorio, utilizando fórmulas matemáticas para aplicar a la gente y sus necesidades de movilización. Este gobierno “ciudadano” optó por la imposición y sólo, cuando el sistema mostró las tremendas fallas que se vienen presentando desde febrero, optó por hacer algunas consultas. Ni siquiera los partidos políticos fueron consultados, muchos menos las juntas de vecinos, los municipios, la gente.
Y cuando la gente expresa su malestar ¿qué hacemos? Amenazar, amenazar con cárcel y represión. Esa gente que protesta no es anti patriota. Son ciudadanos que pierdieron la paciencia. Debemos acoger a la gente que está soportando y sufriendo los efectos del Transtiago.
En este modelo sin duda que hay gente que se ha visto beneficiada. Se beneficiaron los bancos y Sonda, y algunas grandes empresas.
Esta imposición tecnocrática debe hacernos reflexionar y cuestionar el sistema que vivimos. Debemos cambiar la democracia representativa por la democracia participativa. Ello porque el representante popular hoy no está ejerciendo su labor, no está entregando el servicio por el cual fue elegido, esto es lograr el bienestar de la gente.