UNA JOYITA ..DE R.FORTUNATTI.."EL RACISMO DE LA INTELIGENCIA ES AQUELLO POR LO CUAL LOS DOMINANTES..."...
La Elite Presumida
Rodolfo FortunattiDe la puesta en marcha del Transantiago podrá acusarse negligencia, e incluso ineptitud del Gobierno. Podría hablarse de una cuestión de eficiencia y, por lo tanto, de un problema técnico. En todo caso, de un procedimiento mal llevado, pero nunca de algo que afecte las bases fundacionales de la Concertación. En cambio, el debate sobre la beca Presidente de la República, es un proyectil de alcance medio que impactará el núcleo moral de la coalición. Y esto, no tanto por el favoritismo que envuelve, como por las razones esgrimidas para justificarlo.Y es que todas las explicaciones conocidas elevan a los becarios a la condición de seres dotados de una naturaleza superior. Conste que tales explicaciones no han sido proporcionadas sólo por personeros de gobierno, sino por académicos de conocidos institutos, lo que además muestra a una elite en sí actuando como una elite para sí. El caso es que todas estas elaboraciones se sostienen en dos supuestos básicos: el primero, que la inteligencia está concentrada en la elite y en su descendencia; y el segundo, que la reproducción del orden político –y, por extensión, de la Concertación y del Estado– pasa por esa descendencia. Tales razones no son muy diferentes de las formuladas por la nobleza y, aquí en Chile, hasta el siglo pasado, por la aristocracia terrateniente. Clases que se sienten poseedoras de una cierta superioridad de origen y de destino que, desde luego, aborrece el igualitarismo democrático y el constitucionalismo republicano.En boca de progresistas, las explicaciones aludidas aparecen reñidas con los ideales de justicia, libertad y solidaridad propugnados por los partidos, los programas y los gobiernos de la Concertación. Ideales que buscan sustituir el orden de privilegios y de jerarquías preexistentes, por un régimen de igualdad de todos ante la ley. Y no sólo eso, sino también la participación de todos en la producción de las leyes. Es este valor igualitarista el que ha permitido la convergencia de las doctrinas liberales, socialistas y democratacristianas que concurren, a través de los partidos políticos, en la coalición de centro izquierda.Las elites producen el discurso de la superioridad natural para mantenerse en el poder. Como sostiene Pierre Bourdieu, en El Racismo de la Inteligencia, «hay tantos racismos como grupos que necesitan justificar que existen tal y como existen, lo cual constituye la función invariable del racismo… El racismo de la inteligencia es aquello por lo cual los dominantes tratan de producir una “teodicea de su propio privilegio”, como dice Weber, esto es, una justificación del orden social que ellos dominan. Es lo que hace que los dominantes se sientan justificados de existir como dominantes, que sientan que son de una esencia superior».Ahora bien, si esa superioridad es natural y, por lo tanto, objetiva, ¿por qué las elites necesitan distorsionar la legítima competencia usando influencias discrecionales? El motivo es bastante claro. La igualdad de oportunidades educativas, y los méritos por los cuales se ganan las recompensas asociadas, no siempre conducen a resultados seguros para ellas. Las mismas elites pueden resultar víctimas de la competencia, en una época en que todos –menos ellas, claro– creen que el mérito, el talento y la inteligencia se encuentran diseminados en todas las clases sociales. Las elites actúan de este modo porque las barreras impuestas al ascenso social se han desclasado. Enhorabuena, porque por esta brecha ha empezado a desencadenarse el Big Bang de los partidos políticos.
Rodolfo FortunattiDe la puesta en marcha del Transantiago podrá acusarse negligencia, e incluso ineptitud del Gobierno. Podría hablarse de una cuestión de eficiencia y, por lo tanto, de un problema técnico. En todo caso, de un procedimiento mal llevado, pero nunca de algo que afecte las bases fundacionales de la Concertación. En cambio, el debate sobre la beca Presidente de la República, es un proyectil de alcance medio que impactará el núcleo moral de la coalición. Y esto, no tanto por el favoritismo que envuelve, como por las razones esgrimidas para justificarlo.Y es que todas las explicaciones conocidas elevan a los becarios a la condición de seres dotados de una naturaleza superior. Conste que tales explicaciones no han sido proporcionadas sólo por personeros de gobierno, sino por académicos de conocidos institutos, lo que además muestra a una elite en sí actuando como una elite para sí. El caso es que todas estas elaboraciones se sostienen en dos supuestos básicos: el primero, que la inteligencia está concentrada en la elite y en su descendencia; y el segundo, que la reproducción del orden político –y, por extensión, de la Concertación y del Estado– pasa por esa descendencia. Tales razones no son muy diferentes de las formuladas por la nobleza y, aquí en Chile, hasta el siglo pasado, por la aristocracia terrateniente. Clases que se sienten poseedoras de una cierta superioridad de origen y de destino que, desde luego, aborrece el igualitarismo democrático y el constitucionalismo republicano.En boca de progresistas, las explicaciones aludidas aparecen reñidas con los ideales de justicia, libertad y solidaridad propugnados por los partidos, los programas y los gobiernos de la Concertación. Ideales que buscan sustituir el orden de privilegios y de jerarquías preexistentes, por un régimen de igualdad de todos ante la ley. Y no sólo eso, sino también la participación de todos en la producción de las leyes. Es este valor igualitarista el que ha permitido la convergencia de las doctrinas liberales, socialistas y democratacristianas que concurren, a través de los partidos políticos, en la coalición de centro izquierda.Las elites producen el discurso de la superioridad natural para mantenerse en el poder. Como sostiene Pierre Bourdieu, en El Racismo de la Inteligencia, «hay tantos racismos como grupos que necesitan justificar que existen tal y como existen, lo cual constituye la función invariable del racismo… El racismo de la inteligencia es aquello por lo cual los dominantes tratan de producir una “teodicea de su propio privilegio”, como dice Weber, esto es, una justificación del orden social que ellos dominan. Es lo que hace que los dominantes se sientan justificados de existir como dominantes, que sientan que son de una esencia superior».Ahora bien, si esa superioridad es natural y, por lo tanto, objetiva, ¿por qué las elites necesitan distorsionar la legítima competencia usando influencias discrecionales? El motivo es bastante claro. La igualdad de oportunidades educativas, y los méritos por los cuales se ganan las recompensas asociadas, no siempre conducen a resultados seguros para ellas. Las mismas elites pueden resultar víctimas de la competencia, en una época en que todos –menos ellas, claro– creen que el mérito, el talento y la inteligencia se encuentran diseminados en todas las clases sociales. Las elites actúan de este modo porque las barreras impuestas al ascenso social se han desclasado. Enhorabuena, porque por esta brecha ha empezado a desencadenarse el Big Bang de los partidos políticos.
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