...QUE NO SE APAGUE LA LUZ...J.NAVARRETE..
El 2006 fue un año movido para la clase política y en especial para el Gobierno. A días de celebrarse el primer aniversario de la actual administración, se me vienen a la mente la segunda vuelta electoral, el proceso de instalación del Ejecutivo (incluidos Presidenta mujer y gobierno paritario), las movilizaciones estudiantiles, el cambio de gabinete, Venezuela y la ONU, los problemas vecinales, el escándalo de Chiledeportes, los líos al interior de la Concertación o la muerte de Pinochet.
Todos estos acontecimientos opacaron un importante desafío que deberemos afrontar los próximos años: el normal y adecuado abastecimiento energético.
Más allá de ciertas cuestiones técnicas, que en ocasiones confunden a la opinión pública, creo relevante aprender de nuestra experiencia, así como reconocer y sopesar —más allá de voluntarismos bien intencionados— las ventajas y restricciones que nuestro país tiene para afrontar este problema. En primer lugar, debemos persistir en los esfuerzos destinados a una mayor integración energética en la región. Pese al desastroso resultado que arrojó el acuerdo suscrito con Argentina para la compra y suministro de gas natural, el aislarse energéticamente de nuestros vecinos sería sacar una conclusión equivocada. Existen muchas razones que no aconsejan a Chile prescindir de su entorno. Sin embargo, cualquier futuro acuerdo debería considerar los resguardos y precauciones que garanticen, en forma real y efectiva, que nunca más estaremos expuestos a esta situación de vulnerabilidad.
Con todo, la integración no es lo mismo que la dependencia; y así como debemos exigir más y mejores garantías a nuestros vecinos, también tenemos que hacer mayores esfuerzos para diversificar nuestra matriz energética. La experiencia comparada muestra importantes iniciativas en torno a la geotermia, la generación eólica, el biodiésel, la energía solar u otras fuentes alternativas. Pero también digamos las cosas con claridad: todos los países que han incursionado en este proceso saben que ese tipo de energías no son suficientes para garantizar ni la mitad del consumo interno, razón por la cual aquí debemos maximizar nuestras ventajas y tomar ciertas decisiones.
Aprovechando nuestra geografía en el sur, y con el debido resguardo del medio ambiente, tendremos que construir más centrales hidroeléctricas. En el norte, donde no tenemos grandes afluentes fluviales —y si no queremos llenarnos de centrales a carbón—, tendremos que insistir en el gas, ya sea que lo traigamos por tierra desde países vecinos o por mar desde otras latitudes (¿en qué quedó el tan cacareado anuncio de la planta de GNL?).
La situación ya no da para más. Que a Chile se le “apague la luz” no es sólo un problema de los consumidores residenciales (ya que al parecer nadie se acuerda de los industriales), sino que también podría afectar gravemente a la actividad minera, área vinculada a nuestros intereses estratégicos y a la principal fuente de ingresos del país. El camino que debemos transitar está a la vista: integración externa, diversificación e innovación interna, y más y mejor aprovechamiento de nuestras ventajas comparativas.
Y, de paso… ¿por qué negarse de plano a estudiar la posibilidad de contar con energía nuclear? Lo que hagamos o dejemos de hacer hoy (como también estudiemos o dejemos de estudiar) determinará la situación para los próximos 30 años.
Todos estos acontecimientos opacaron un importante desafío que deberemos afrontar los próximos años: el normal y adecuado abastecimiento energético.
Más allá de ciertas cuestiones técnicas, que en ocasiones confunden a la opinión pública, creo relevante aprender de nuestra experiencia, así como reconocer y sopesar —más allá de voluntarismos bien intencionados— las ventajas y restricciones que nuestro país tiene para afrontar este problema. En primer lugar, debemos persistir en los esfuerzos destinados a una mayor integración energética en la región. Pese al desastroso resultado que arrojó el acuerdo suscrito con Argentina para la compra y suministro de gas natural, el aislarse energéticamente de nuestros vecinos sería sacar una conclusión equivocada. Existen muchas razones que no aconsejan a Chile prescindir de su entorno. Sin embargo, cualquier futuro acuerdo debería considerar los resguardos y precauciones que garanticen, en forma real y efectiva, que nunca más estaremos expuestos a esta situación de vulnerabilidad.
Con todo, la integración no es lo mismo que la dependencia; y así como debemos exigir más y mejores garantías a nuestros vecinos, también tenemos que hacer mayores esfuerzos para diversificar nuestra matriz energética. La experiencia comparada muestra importantes iniciativas en torno a la geotermia, la generación eólica, el biodiésel, la energía solar u otras fuentes alternativas. Pero también digamos las cosas con claridad: todos los países que han incursionado en este proceso saben que ese tipo de energías no son suficientes para garantizar ni la mitad del consumo interno, razón por la cual aquí debemos maximizar nuestras ventajas y tomar ciertas decisiones.
Aprovechando nuestra geografía en el sur, y con el debido resguardo del medio ambiente, tendremos que construir más centrales hidroeléctricas. En el norte, donde no tenemos grandes afluentes fluviales —y si no queremos llenarnos de centrales a carbón—, tendremos que insistir en el gas, ya sea que lo traigamos por tierra desde países vecinos o por mar desde otras latitudes (¿en qué quedó el tan cacareado anuncio de la planta de GNL?).
La situación ya no da para más. Que a Chile se le “apague la luz” no es sólo un problema de los consumidores residenciales (ya que al parecer nadie se acuerda de los industriales), sino que también podría afectar gravemente a la actividad minera, área vinculada a nuestros intereses estratégicos y a la principal fuente de ingresos del país. El camino que debemos transitar está a la vista: integración externa, diversificación e innovación interna, y más y mejor aprovechamiento de nuestras ventajas comparativas.
Y, de paso… ¿por qué negarse de plano a estudiar la posibilidad de contar con energía nuclear? Lo que hagamos o dejemos de hacer hoy (como también estudiemos o dejemos de estudiar) determinará la situación para los próximos 30 años.
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