Reforma político-institucional. Ignacio Walker
Estimados
Camaradas:
Comparto
con ustedes esta columna de opinión publicada hoy por el diario El Mercurio.
Reforma
político-institucional
En
un taller de macroeconomía con profesores y estudiantes de la Universidad de
Chile sostuve que había sido un gran logro, como país, haber alcanzado la
estabilidad macroeconómica. Agregué que, desgraciadamente, no podía decir lo
mismo de la estabilidad macropolítica, y que los mercados y las fuerzas
económicas no actúan en un vacío político-institucional.
Tenemos
un déficit democrático que tiene mucho que ver con un déficit de legitimidad y
de representación de nuestras instituciones políticas. Lo que tenemos es una
Constitución que carece de una legitimidad suficiente, y un sistema electoral
binominal que conduce a una democracia empatada, en que la mayoría vale lo
mismo que la minoría. Si la democracia es el gobierno de la mayoría, lo que
tenemos en Chile es un veto permanente de la minoría.
Que
una Constitución carezca de una legitimidad suficiente significa que no hemos
llegado a sentirla como "nuestra", en primera persona plural, como
nación. Codelco es una empresa que podemos sentir como nuestra. Sin embargo, no
hemos llegado a sentir como nuestra nada menos que la Constitución Política del
Estado. Con la reforma constitucional de 2005, en un proceso que habíamos
iniciado con las 54 reformas plebiscitadas en 1989, creímos que podíamos hablar
de una nueva Constitución. Sin embargo, no fue percibido así. Se sigue pensando
que estamos frente a la Constitución de 1980, reformada bajo los gobiernos de
la Concertación.
Todavía
está pendiente la tarea de dar cumplimiento al "Acuerdo Nacional hacia la
Plena Democracia" suscrito, a instancias del cardenal Juan Francisco
Fresno, por diversos sectores de la vida nacional, en 1985. Bástenos con
señalar, sólo como botón de muestra, que nos tomó 15 años, desde la
recuperación de la democracia, eliminar la institución de los senadores
designados (2005). Y suma y sigue. Más que un traje a la medida, la
Constitución que nos rige muchas veces es percibida como una camisa de fuerza.
Llegó
el momento de la reforma político-institucional. Hace exactamente un año, cinco
parlamentarios de la DC les entregamos una completa propuesta sobre reforma
político-institucional a los ministros políticos del Gobierno (hasta el día de
hoy no hemos tenido una respuesta). En enero suscribimos un importante acuerdo
entre RN y la DC, sobre un "Nuevo Régimen Político para Chile". Ahí
están muchos de los elementos que faltan para hacer frente a los problemas de
legitimidad y representación de nuestras instituciones políticas: un mayor
equilibrio entre los poderes del ejecutivo y del legislativo, la sustitución
del sistema electoral binominal por uno de representación proporcional
moderado, diversas normas sobre calidad de la política (democracia interna, primarias,
financiamiento público) y descentralización (sustitución, por ejemplo, de los
intendentes por gobernadores regionales elegidos democráticamente).
Frente
a las dificultades de llevar a la práctica dicho acuerdo, me permití sugerir,
en el taller sobre macroeconomía aquél, que de persistir el boqueo
parlamentario en materia de reforma político-institucional, yo estaba abierto a
considerar otras vías institucionales, incluida la posibilidad de una asamblea
constituyente.
Dudo
que exista alguien en Chile que haya escrito tanto contra la democracia
plebiscitaria (ver mi libro "La Democracia en América Latina",
Cieplan-Uqbar, 2009), pero en política hay que dar un cauce de expresión
institucional a las demandas ciudadanas porque de lo contrario sobreviene lo
que Samuel Huntington llama el "desborde institucional", llegando al
extremo del "pretorianismo de masas". Si queremos evitar que la
política se traslade a la calle, tenemos que ser capaces de conducir y de
procesar pacíficamente los conflictos sociales. Ese es el papel de las
instituciones y de lo que yo mismo he denominado, en el libro señalado,
"democracia de instituciones", como sinónimo de una auténtica
democracia representativa.
Sólo
diré una cosa en relación con las asambleas constituyentes, frente a las
expresiones destempladas de algunos: la Constitución francesa, de 1946, y la
italiana, de 1947, surgieron de una asamblea constituyente (esta última perdura
hasta el día de hoy). La Constitución española (1978), bajo una monarquía
constitucional, fue producto de una asamblea constituyente, en la medida que se
dotó de poderes constituyentes a las cortes. Para qué hablar de Venezuela y de
Bolivia, en América del Sur, cuando tenemos los ejemplos de las asambleas
constituyentes del Perú (1979), Brasil (1988) y Colombia (1991).
Hay
que dejar de lado las reacciones destempladas, al borde de la histeria y al
margen de la realidad histórica, y pasar a un debate serio y reflexivo que nos
permita, al interior de un amplio consenso, resolver el talón de Aquiles del
"modelo" chileno, que no está en la economía, sino en la política (la
economía está bien, la política está mal, muy mal). Llegó el momento de hacerse
cargo del déficit de legitimidad y representación de nuestras instituciones
políticas.
Ignacio
Walker
Senador
Presidente
del PDC
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home