Los trabajadores... ¿seguirán esperando?. Myriam Verdugo
Escribo estas líneas desde el sentimiento. Siempre a los periodistas no han dicho que debemos atenernos a los hechos, que debemos ser objetivos. ¡Pago por conocer a alguien objetivo; especialmente en el periodismo! Yo, ahora lo hago, sin ambages desde mi conocimiento, desde mis sentimientos, desde mi vivencia personal.
Acompañé por la vida y formando familia por 19 años a Manuel Bustos Huerta, quien junto a un grupo de valientes dirigentes sindicales se jugaron la vida por defender los derechos de los trabajadores y por recuperar la democracia. En ese grupo estaba Arturo Martínez, pero también estaban los bravos e inteligentes Héctor Cuevas, Juan Manuel Sepúlveda, Miguel Vega, Ricardo Troncoso, José Verasay, María Rozas, Moisés Labraña, Alamiro Guzmán, Raúl Aravena, Evangelina Cid, Diego Olivares, Sergio Freyhoffer, Miguel González, Sergio Troncoso y muchos más.
Comunistas, demócrata cristianos, socialistas, mapu, izquierda cristiana se unieron y se expusieron por lograr sus grandes objetivos. Pidieron apoyo técnico a profesionales de diversas áreas, pero eran ellos los que definían el camino a seguir. Tenían profundas diferencias políticas, pero éstas se dejaban en segundo plano cuando de los trabajadores y de recuperar la democracia se trataba. Los partidos NO eran sus jefaturas. Pagaron costos por ello. Recuerdo con dolor la actitud de la DC cuando Manuel, ya exiliado en Italia, concertó a dirigentes sindicales de todos los partidos repartidos en el extranjero, incluido el PC y por ello fue enjuiciado y descalificado. “La democracia cristiana no avala”, fue el concepto que nuestro partido hizo llegar hasta nuestros oídos. No importa, igual trabajaron para apoyar a quienes en Chile mantenían el trabajo vigoroso de la Coordinadora Nacional Sindical, justo en momentos críticos para el país, cuando el nuevo presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre, Rodolfo Seguel, junto a todo el movimiento sindical convocaban a las primeras Jornadas de Protesta Nacional, hito que marca el declive sin fin del dictador.
¿A pito de qué este recuerdo? Bueno, este grupo fue el fundador de la actual CUT, cuyo paso previo fue el Comando Nacional de Trabajadores, entidad en la cual se hizo un trabajo en todo el país en apoyo a la inscripción en el registro electoral para participar del plebiscito de 1988, imagen que grafica esta líneas.
Luego con el primer gobierno de esta democracia protegida que aún nos ahoga, se llegó a la firma de acuerdo con el mundo empresarial y con el gobierno que permitieron aumentos relevantes en el ingreso mínimo, algunos cambios en la legislación laboral (muy insuficientes), una reforma tributaria, todo ello acompañado de un país que crecía a más del 7%, pero con la amenaza militar muy presente. Recuerdo el primer ejercicio militar, con sus soldados con caras pintadas en las calles del centro de Santiago. Recuerdo que dije que era capaz de salir a la calle (siempre porfiada), recuerdo a Manuel enojado diciéndome que eso no pasó ni siquiera cuando los trabajadores se organizaron en cordones para defender al “gobierno popular”; recuerdo a altos ministros diciendo que “había que cuidar la democracia”,… recuerdo que se impuso el miedo.
Recuerdo que se hizo todo en la medida de lo posible.
Eran otros tiempos, otras personas, pero ninguna dispuesta a romper el statu quo, y recuerdo, con dolor cómo, años después, el mismo Arturo Martínez decía que la década del 90 fue una década perdida para los trabajadores chilenos ¿dónde estuviste, Arturo, que no te vimos ni diciendo, ni defendiendo una postura más radical, diversa?
Tras más de diez años, no sé cómo califica Arturo Martínez la década de su gestión. No lo sé. Sí sé, cómo la veo yo: mediocre.
Ahora se acabó su tiempo, vienen otras personas, otros desafíos. Ojalá por el bien de los que día a día, mañana a mañana deben salir a ganarse el pan de sus hogares, el estudio de sus hijos, la moneda para pagar el plástico que nos mantiene con vida, con oxígeno, pero con vida, la nueva dirigencia sea capaz de esa generosidad, de esa inteligencia, de ese valor y de más, de las que los nombrados en el inicio de esta línea fueron capaces de tener y de exhibir … ojalá.
Myriam Verdugo Godoy
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