La edad en la política. Andres Rojo
No hay mayores dudas respecto de la
necesidad de renovar a quienes dirigen la política en el país, así como tampoco
debiera haberla respecto a la conveniencia de que los partidos políticos y los
cargos de elección popular reflejaran una mayor transversalidad, en la medida
que ello ayude a que su representatividad sea más fiel a la realidad.
Sin embargo, hay que reconocer al
mismo tiempo, que no ha habido mayor voluntad política hasta ahora por darle
mayor espacio a los grupos que están poco representados, y ello incluye tanto a
los jóvenes como a las mujeres y todas las minorías en las que se pueda pensar:
Indígenas, las regiones, los homosexuales, etc., e incluso las personas mayores
porque el hecho de que los dirigentes políticos sean ya personas cercanas a la
ancianidad no implica necesariamente que los representen.
En estos días se han producido dos
noticias relacionadas con el tema de la edad en la política. Primero, se anunció la salida del histórico
director del Registro Electoral, Juan Ignacio García, con 78 años de edad y 35
al frente del servicio. Lo otro fue la
aspiración señalada por el presidente del P. Socialista Osvaldo Andrade, en
cuanto a que en un eventual segundo gobierno de Michelle Bachelet, la mayor
parte de los cargos sean llenados con personas menores de 40 años de edad.
De lo de Juan Ignacio García en
realidad no hay nada que decir porque, aunque fue designado por Pinochet, nadie
ha puesto en duda su objetividad ni capacidad en todos estos años, así como
muchos han declarado a lo largo de los años su esperanza en que se pueda
renovar la edad de los dirigentes políticos sin que se haya hecho mucho al
respecto, más que dejar que ese proceso se realice de manera natural.
Hay que decir, en defensa de la
actual generación dirigente, que durante el período de la dictadura resultaba
aceptable que los esfuerzos se concentraran más en la recuperación de la
democracia que en formar las nuevas generaciones, pero hay que decir también
que los jóvenes de entonces, tal como los de ahora, tienen también
responsabilidad en no haberse abierto los espacios que reclamaban. En el Senado ha ido bajando la edad
promedio, mientras que en la Cámara de Diputados subió con la última elección.
Lo mismo ocurre con las mujeres.
Se ha discutido por años la idea de establecer mecanismos de
discriminación positiva, pero en la práctica han sido las propias mujeres las
que han ido logrando un aumento de su participación en los cargos de elección
popular.
Cuando se trata de recordar
experiencias anteriores tendientes a igualar la representación de los distintos
grupos en la política, salta inmediatamente a la memoria la idea de Michelle
Bachelet de establecer un gabinete paritario entre hombres y mujeres. La iniciativa finalmente resistió un año
porque no se puede cambiar la realidad a punta de intenciones.
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