"No queremos ser colonia de nadie". Andres Rojo.
Hace bien cambiar las perspectivas de vez
en cuando porque permite ver cuáles ideas se sustentan en la realidad y cuáles
sí corresponden a un análisis objetivo y desapasionado de las cosas.
Por estos días me encuentro en
España y una de las primeras cosas que me llama la atención en un muro de la
carretera es el rayado que uso como titulo.
Me explican que el reclamo se refiere a las demandas de las provincias
por administrar sus propios recursos, frente a la intención de Madrid de
recortar gastos por la crisis económica.
Es el mismo reclamo de cualquier país medianamente centralizado.
Nada nuevo bajo el sol. Es lo mismo que sucede en Chile. Si se trata de restringir presupuestos, se
afecta primero a quienes se encuentran más lejos del poder central, sea
geográfica o políticamente porque la postergación puede depender de muchos
factores que, en definitiva, se refieren a la capacidad de que el gobierno
imponga sus políticas sin resistencia.
Lo que resulta llamativo de esta
situación es que se produce en los días inmediatamente posteriores a la
polémica generada por la decisión de Argentina de expropiar la participación de
capitales españoles en YPF. Todo
depende de cómo se mire. A los
latinoamericanos nos gusta culpar a las naciones del mundo desarrollado de
nuestras limitaciones, pero eso se dificulta cuando uno ve que ellos tienen sus
propios problemas. Los españoles ven
con admiración nuestros indicadores económicos, como nuestros índices de
desempleo, pero muchos latinoamericanos siguen viendo a Europa -con un
desempleo tres veces mayor al chileno- como una tierra de oportunidades, aunque
al mismo tiempo se le endose la culpa de la falta de control respecto a
nuestras riquezas naturales.
No parece exacto culpar a España de
lo ocurrido con YPF, generalizando en todo un país, y posiblemente tampoco
sería justo responsabilizar de manera exclusiva a Madrid. Tal vez lo más apropiado sería hablar de un
grupo de poquísimas personas que no
tienen siquiera una nacionalidad determinada pero las teorías conspirativas no
han demostrado hasta ahora tener mayores fundamentos en la realidad.
Al final, lo que queda entonces es
que la responsabilidad recae en quienes permiten que el poder les usurpe sus
derechos o imponga condiciones desequilibradas. Millones contra unos pocos. Puestas así las cosas, parece increíble que
no se pueda cambiar el mundo. Ya hemos
acumulado suficiente experiencia para saber que todo es posible, cuando las
cosas se hacen bien, cuando las voluntades se suman en vez de restar y se dejan
de lado las pasiones que nublan la razón.
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