Inscripción automática y voto voluntario: Reforma "reguleque" Sergio Micco
¿Qué
podemos esperar de las reformas aprobadas ayer? Las encuestas de opinión
pública y los estudios comparados nos pueden dar luces. Aventuremos una
opinión: no es claro que en el mediano plazo aumente significativamente la
participación electoral, pero sí que disminuirán los votantes de sectores
populares. Todo lo contrario que pide la ciudadanía del 2011: una democracia
más representativa y una sociedad más igualitaria.
A
partir de las encuestas CEP del 2009, el cientista político Jaime Fierro señala
que con inscripción automática y voto voluntario, sólo un 82% de los actuales
inscritos votarían en una eventual elección presidencial, contra un 65% de los
que no lo están. Así, en un escenario optimista, habría un incremento de un 6 %
en la participación electoral. Sin embargo, debemos moderar el optimismo si
asumimos que meses antes de las elecciones presidenciales pasadas los que se
declaraban nada interesados en la política representaban un 26%. ¿Qué motivo
tendrían para ir a votar? Si se impone entre ellos el abstencionismo, digamos
en un 50%, los que dicen votar válidamente podrían caer del actual 71% a un
66%. Es decir, retrocederíamos 5% por ciento ( www.asuntosopublicos.ced.cl)
Estas
especulaciones pueden complementarse con lo que nos demuestran los estudios
comparados. Ellos nos dicen que si lo que se busca es aumentar la participación
electoral, a la inscripción automática se deben agregar dos cambios
institucionales: restablecer el voto obligatorio, aplicando sanciones reales a
quienes no lo hacen, y establecer un sistema electoral proporcional. Sabemos
por estudios comparados recientes que la obligatoriedad del voto hace aumentar
en 11% la participación electoral. Además, sabemos que la representación
proporcional aumenta la participación entre un 15% y un 20%. La votación de
ayer demuestra que el debate acerca de estos temas dista de estar cerrado.
La
ciencia política comparada también nos enseña otras cosas. Carlos Huneeus nos
ha recordado que el voto voluntario crea una nueva desigualdad, porque hace
votar a los que tienen más interés en la política, que son los que tienen más
educación.
A
esto se agrega que el voto voluntario aumenta la influencia del dinero en las
campañas. Pasan a ser fundamentales la “seducción” y “acarreo” del ciudadano
convertido en un lamentable “esquivo consumidor”. De hecho, esto ya se vive en
Chile debido a la inscripción voluntaria. Como lo han demostrado Alejandro
Corvalán y Pablo Cox, en Chile el porcentaje de jóvenes chilenos entre 18 y 19
años del quintil más rico que se inscriben es el doble con respecto de los
jóvenes del quintil más pobre. Por ello, la inscripción automática es una buena
noticia. Pero no basta. Pues si los sectores populares son los que menos
concurren a votar voluntariamente, eso afecta la democratización social. En
efecto, hay diversos estudios que demuestran que la introducción del voto
voluntario contribuyó a que se reduzca el gasto social y aumente la
desigualdad. Todo lo contario de lo que hoy reclamamos los chilenos.
Dejemos
hasta aquí la especulación teórica. Veamos qué pasa, en la práctica, en los dos
próximos años electorales. Más allá de las legítimas diferencias filosóficas e
ideológicas, los partidos políticos deberán observar y deliberar seriamente
acerca del efecto real de las reformas aprobadas ayer. Si ellas no traen una
significativa mayor participación electoral y sí una mayor exclusión social de
nuestra democracia electoral, entonces en vez de avanzar, habremos retrocedido.
Y deberemos reabrir el debate. Así es la democracia, eternamente en
perfeccionamiento.
“Los
partidos políticos deberán observar y deliberar seriamente acerca del efecto
real de las reformas aprobadas ayer. Si ellas no traen una significativa mayor
participación electoral y sí una mayor exclusión social de nuestra democracia
electoral, entonces en vez de avanzar, habremos retrocedido. Y deberemos
reabrir el debate”
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