Homenaje a Patricio Aylwin. Patricio Zapata
DON
PATRICIO Aylwin ha cumplido 93 años de vida. Una foto del festejo lo muestra
contento en la que ha sido su casa de toda la vida, acompañado de su esposa y
rodeado por un grupo de camaradas. Aprovecho este espacio para unirme a la
celebración. Lo hago anotando algunas de las razones por las cuales ya está
instalado como un gran Presidente de la República.
Don
Patricio supo liderar nuestra transición democrática. A través de la Comisión
Rettig puso los cimientos para una política de justicia, verdad y
reconciliación; manejó con prudencia las difíciles relaciones con un Pinochet
todavía atrincherado en la Comandancia en Jefe del Ejército; impulsó reformas
tributarias y laborales que generaron más igualdad; presidió sobre altas tasas
de crecimiento económico en el contexto de un pacto social entre trabajadores y
empresarios, etc.
Tengo
claro que la vida política de Aylwin también registra fallas y decisiones
criticables. A él y a su generación se les puede reprochar, por ejemplo, no
haber generado a tiempo los acuerdos que evitaran el golpe de Estado de 1973.
Su gestión gubernamental, junto a los aspectos positivos, presenta también
áreas grises. Esta columna no es ni un panegírico ni una candidatura a los
altares.
Cierro
con una anécdota más personal que
retrata la dimensión republicana de don Patricio. Corría octubre de 1992 cuando
una encuesta Cerc registró que el Presidente Aylwin tenía el apoyo del 66% de
los chilenos (menos de un 20% lo reprobaba). Ya sea por apoyo genuino o a
efectos de bloquear a Frei, que ya aparecía como delfín, surgieron voces
coqueteando con la tesis de reelegir a Aylwin. Este se desmarca de esa
tentación y le pide al ministro Boeninger que sepulte la idea antes de que haga
algún daño. Boeninger dispone que un joven (entonces asesor de la Segpres) haga
una minuta con cinco o seis argumentos contra la reelección. El encargo fue
hecho un lunes en la mañana y tenía que estar listo esa misma tarde. El imberbe
funcionario pudo "subir" el memorándum a las siete de la tarde. Uno
de los argumentos consistía en relevar que salvo Cuba y Paraguay, todos los
países de Latinoamérica prohibían la reelección inmediata (…desgraciadamente,
en las dos décadas siguientes eso ha cambiado).
A
la mañana siguiente, el asesor de marras encontró sobre su escritorio su minuta
de la tarde anterior llena de correcciones, todas ellas de puño y letra del
Presidente de la República, donde se intercalaban reflexiones sobre la historia
política chilena. Todavía recuerda una de las anotaciones: "Error. En la
nueva Constitución de Paraguay (de junio de 1992) también se prohíbe la
reelección". ¡Había leído la minuta esa misma noche! Cuando este ex asesor
mira hacia atrás, no puede dejar de sentir orgullo de haber podido aprender
bajo ese liderazgo.
Es
evidente que la reticencia de Aylwin no era consecuencia de un desapego
angelical del poder. Mucho pesaron consideraciones de realismo político sobre
la fuerte candidatura de Frei y sobre su
propia edad. El punto que quiero destacar es que detrás de la prisa de Aylwin
en salir al paso de ese canto de sirena, había también sobriedad republicana,
compromiso con las instituciones y sentido colectivo. Son esas algunas de las
virtudes políticas que hacen a don Patricio merecedor de un homenaje.
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