miércoles, septiembre 21, 2011

Conflicto estudiantil y Crisis Política. Gonzalo Wielandt


Cuando la política se ausenta de la canalización de los conflictos sociales, se reemplaza el fin del bien común por el conflicto como fin. La política tiene su sentido de ser en la búsqueda del bien común, cuando la política deja a los actores sociales como únicos portadores, no sólo de la demanda social, sino que del conocimiento y de la verdad social, se relega la posibilidad de acuerdo por el conflicto social. Esta situación es aún más grave cuando detrás de los actores sociales subyace una lógica política que privilegia el conflicto sobre el bien común, más allá de las buenas intenciones de los estudiantes.


¿Qué actores políticos están llamados a convocar a un entendimiento por el bien común? Los partidos políticos. Pero el problema yace en que los partidos al no sentirse con legitimidad política, social y moral, renuncian a su rol de representación y de canalización política de las demandas sociales. Independientemente si esto es por oportunismo o utilitarismo, sólo daña aún más la legitimidad de los partidos. En este sentido, la democracia cristiana al renunciar a su rol como partido de bien común, o sea al convencimiento político práctico para generar condiciones e instancias para lograr un acuerdo y canalizar políticamente las demandas sociales, niega la verdad del bien común, y otorga verdad exclusiva a la realidad subalterna.
En este dilema yace el problema crucial. La política tiene como fin el bien común, el conflicto social con lógica política subyacente tiene como fin el conflicto social. La democracia cristiana no fue capaz de tomar conciencia de este hecho y confunde apariencia y realidad.

¿Cuál es la salida última? A la luz de la propuesta de reforma constitucional que hiciera el gobierno sobre las garantías de la calidad de la educación, la democracia cristiana debe proponer la reforma del principio de libertad de enseñanza, subsumiéndola al derecho público de la educación, en el que el Estado asumo su responsabilidad social y pública en educación, sin desconocer los aportes privados. Este es el punto fundamental de acuerdo que la democracia cristiana debe asumir como propio y velar porque el Estado sea garante del bien común.

Gonzalo Wielandt
Demócrata cristiano
Doctor © en Sociología LMU München