El payaso de circo pobre. Luis Sepulveda
En muchas ocasiones y en diferentes países recibí con escepticismo el comentario de: “ustedes los chilenos son serios”, y no porque dude de la seriedad de algunos paisanos, que los hay, sino porque la seriedad siempre ha representado para mi una virtud que suma otras virtudes en ningún caso menores. Una persona seria, por ejemplo, no es una persona grave, el humor no es ajeno a la seriedad que se sustenta en el buen juicio y permite el comentario justo y acertado en el momento preciso.
La seriedad precisa de recato y es totalmente ajena a la incontinencia verbal, sobre todo a la manifestada por ignorantes que no saben dónde están ni con quién están hablando.
El ejemplo más ilustrador respecto de alguien que no es serio, era el payaso de circo pobre. No es gracioso ni cómico, resulta más bien patético, y en lugar de risas genera malestar. Y digo era, porque ahora tenemos a Sebastián Piñera como paradigma de la no seriedad o apología del payaso de circo pobre.
Lo que hizo en Alemania, escribir “Deutschland über alles”, previa consulta gramatical a su embajador Jorge O’Ryan Schütz, chileno de evidentes ancestros mapuche, es mucho peor que una metida de pata; es una falta de respeto a una nación que tachó esa odiosa frase de su himno nacional por todo lo abyecto que representaba. Es cierto que no se exige a los presidentes un master en historia universal, pero algo hay que saber y para eso hasta es válido recurrir a los tópicos que enseñan. No debo decir Chile delante de Kissinger ni condón delante del Papa.
La gira de Piñera empezó con el sello de lo patético, y los chistes que se cuentan en los clubs de prensa europeos sobre el papelito de los 33 mineros, que el presidente chileno enseña hasta a los que no quieren verlo y obsequia copias a personas que no saben qué hacer con eso, son ineludibles a la hora del café. Hay uno que me gusta: “¿Sabes qué hizo Piñera cuando recibió el papelito? Dijo; cópialo y pégalo en mi página de Facebook”. Fue mucho más que patético ver a Piñera en Inglaterra, aprontándose a mostrar el papelito, mientra su esposa le musitaba: “no lo muestres”. Pero el show del payaso de circo pobre tenía que seguir, y es así que los europeos se preguntan sobre cómo entender las metáforas del presidente de Chile.
El rescate de los mineros es una demostración de la competividad de los chilenos. ¿Vamos a exportar hoyos? ¿Equipos de rescate? ¿Cápsulas de salvamento? Y para promover estar exportaciones, ¿vamos a exportar tragedias? ¿O vamos a sugerir que en ninguna parte del mundo se respeten las leyes de seguridad laboral, como en Chile? Y para terminar la bufonada escribe una frase ofensiva en el libro de honor de la presidencia alemana. El segundo apellido del embajador chileno es Schütz, cuando en realidad debía ser Schultz para que alguien fuera culpable de la metida de pata. En una inolvidable película de Ernst Lubitsch, “To be or not to be”, un oficial de las SS de apellido Schultz carga con todos los errores cometidos por un comandante nazi, y al grito de ¡Schultz! debe comparecer ante su bufonesco jefe. Imagino a Piñera gritando ¡Schütz! cuando más o menos entendió el alcance de su última payasada.
No. Los chilenos no somos serios. De serlo, no tendríamos a un presidente como Piñera, un millonario dueño de una ignorancia tan evidente, que sería pecado manchar con unas gotitas de cultura.
Luis Sepúlveda
Gijón. Octubre 2010
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