Perdonar o Castigar: Hacia el indulto del Bicentenario . FRANCISCO JAVIER LECAROS M.
Michel Foucault en “Vigilar y Castigar” nos hace hoy replantearnos la actualización de la pena como retribución y la política criminal como solución a la delincuencia. Una actualización necesaria al pensamiento para la acción en las futuras Políticas Públicas.
La pena cono retribución, no es suficiente para resolver y reparar el daño causado por el actor, ni para la victima, tampoco para el Estado. La pena queda disminuida en comparación al daño, a no ser que sea de avaluación pecuniaria como indemnización. Es decir, la pena se convierte en un solo hecho de conciliación con el derecho.
Michel Foucault en “Vigilar y Castigar” nos hace hoy replantearnos la actualización de la pena como retribución y la política criminal como solución a la delincuencia. Una actualización necesaria al pensamiento para la acción en las futuras Políticas Públicas.
Hoy, la motivación de la pena tiene solo una justificación prevencionista encaminada a producir miedo e intimidación. El Estado Chileno gasta más de 500.000 para mantener en todos sus aspectos (seguridad, alimentación, etc.) a un recluso mensualmente. Cifra que nos hace replantearnos si se justifica la sola aplicación de la pena de reclusión como sanción al crimen. Culturalmente, cuando un sujeto comete un delito cualquiera que sea y este es recluido celebramos su aprensión, de grado de hurto hasta homicidio, sin distinción la sociedad aplaude cuando la pena se convierte en la reclusión, no así, cuando los delitos son otros como la evasión tributaria, en este caso el perjudicado es el Estado todo, y no una persona con nombre y apellido sin importar o considerar que el Estado somos todos.
En consecuencia, esto nos hace pensar que la sola política criminal es solo un instrumento muy disminuido como reparación al daño social y personal. La reclusión de una persona es un costo para todos los Chilenos, por tanto, el camino sin desviación que tiene que seguir Chile en su andar hacia el desarrollo es el enfoque hacia las mejores y eficientes políticas sociales.
Hoy, en el bicentenario, cuando la Iglesia nos plantea un indulto general a ciertos reclusos, nos hace pensar si realmente cada uno de estos condenados tiene las capacidades para reinsertarse a la sociedad sin la ayuda del Estado. No es un indulto como medida de perdón, sino que debemos complementarlo con el accionar de la protección social de Estado y como este y su tejido, permite una mejor calidad de vida para el Indultado.
¿Pero merecen atención del Estado, mas allá del daño causado? En efecto, el perdón de corazón significa necesariamente solidaridad. Este valor, lo debe contener todas las próximas políticas públicas dirigidas a la prevención y reducción del delito. El Estado del bicentenario, debe garantizar derechos sociales suficientes para desincentivar la comisión de delitos, ya que, desde mi perspectiva, es en el tipo de Estado y sociedad del cual depende como factor determinante del comportamiento humano.
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