Michelle Bachelet tiene embrujados a los chilenos . Rafael Gumucio.
Es difícil encontrar en la historia de Chile un caso de apoyo popular similar al de la ex presidenta; don Arturo Alessandri, un líder carismático, era adorado por la “chusma”, pero odiado por la oligarquía; Pedro Aguirre Cerda fue más querido después de su muerte que durante su gobierno, y así con otros gobernantes.
Es cierto que nuestra monarquía, los presidentes – y en nuestro caso, la presidenta – terminan siendo bien evaluados por vasallos, amantes del divino derecho al poder, pero el caso de Michelle Bachelet es, hasta ahora, único en nuestros anales.
La Virgen María, en sus diversas versiones nacionales – la de Guadalupe, en México, la del Carmen, en Colombia y Chile, la de Lourdes, en Francia, por ejemplo – es el fenómeno más parecido a lo que ocurre con nuestra ex mandataria. Casi siempre estos personajes virginales eligen, para realizar sus apariciones y milagros, a personas humildes e, incluso, a indígenas, expoliados por los conquistadores – es el caso del indio Juan Diego, en México o la Tirana, en Chile. Con Bachelet ocurre algo similar: es como para citar frases de Carlos Marx, “el suspiro de la criatura oprimida” o “el corazón del mundo sin corazón”, que busca refugio en seres sobrenaturales -.
Como en la enajenación religiosa, mientras más popular es Michelle Bachelet, más miserable la Concertación; mientras la ex presidenta llega al 85 por ciento - y no sería raro que llegara a los 90 por ciento en la próxima encuesta, la Concertación baja del 41 por ciento de apoyo ciudadano, al 21 por ciento – y podría tocar fondo-. Igual ocurría con los dioses: mientras más valores les atribuían, más miserables eran los humanos. Mientras nuestra diosa cuenta con ese alto porcentaje, Ricardo Lagos Escobar, aquel pretencioso rey, sólo tiene 3 por ciento, Carolina Tohá y Andrés Velasco alcanzan a un uno por ciento.
Hay algunos personajes en la declinante Concertación que, al menos, han logrado captar que este fenómeno de enajenación religiosa sólo los puede conducir al derrumbe total de una combinación política, cuyo grado de corrupción y carencia de carisma, les hace imposible reconquistar el poder; si viven del mito Michelle Bachelet, con el actual porcentaje, es evidente que ganaría, fácilmente, a su rival – que en este caso sería Joaquín Lavín- pero la historia no se detiene, y es un lugar común decir que tres años se convierten en tres años en política. .
Es lógico que de continuar la mediocridad de que hacen gala, tanto la Concertación, como la Coalición por el Cambio, la crisis de representación se radicalizará sin que aparezca una solución a corto plazo – viviremos una miserable forma de hacer política, anclada en la antigüedad, con borregos en vez de ciudadanos -. En el caso de la Concertación, está claro que los partidos que la integran, ya reducidos a su mínima expresión en las municipales anteriores, no tiene más que seguir cuesta abajo, superando sus más bajos resultados de la historia.
Si triunfara Michelle Bachelet en 2013, para la Concertación sería como el “maná caído del cielo”: sin hacer ningún esfuerzo y nula autocrítica llegaría a la “tierra de Canaán” donde mana la leche y miel de la burocracia, para volver succionar la teta del fisco. Dios nos libre de semejantes fariseos. Al fin y al cabo, la izquierda y la derecha unidas jamás serán derrotadas.
Rafael Luís Gumucio Rivas
01-08-2010
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