sábado, agosto 21, 2010

“Me torturaron a los 13 años y la Iglesia me salvó”.Por Juan Carlos Cartagena Pozo. Foto: María de la Luz Almeyda


José Pradenas detalla sus vivencias de prisionero político a los 13 años de edad y cómo lo salvo esa misma Iglesia que pide hoy el indulto.
El rechazo de Sebastián Piñera ante la petición de indulto generalizado –presentada por la cúpula eclesial criolla- marcó un signo de pragmatismo en la resolución de un tema adverso y ruidoso para la coalición gobernante. El documento en cuestión, tampoco fue consensuado –previo a su entrega en La Moneda– por actores sociales y políticos relevantes, dejando a la Conferencia Episcopal sin espaldas para validar su estrategia.
Sólo la posibilidad de indulto a sus victimarios despertó, en muchos, ese dolor que tanto ha costado mitigar. Todo por un documento redactado en nombre de la clemencia y la misericordia.
José Pradenas, sobreviviente de dos centros de detención pertenecientes a la Fuerza Aérea y el Ejército, entrega su visión sobre este tema: “Nosotros sabemos que para impartir justicia debe existir arrepentimiento, pero ellos, los victimarios, nunca lo han manifestado. El verdadero arrepentimiento está en dar a conocer lo que ocurrió, decir donde están nuestros familiares y saber quiénes fueron los que me torturaron”.
“Para mi la demanda de la iglesia constituye una maniobra política. Hoy en la Iglesia Católica existe una presión muy fuerte ejercida por sectores conservadores que trabajaron para la dictadura y que desean sacar de la cárcel a su gente. En este lugar se incluyen figuras ligadas a la dictadura militar, como José Piñera, hermano del actual Presidente, y círculos castrenses en retiro”, señala Pradenas.
“Además, me resulta contradictorio saber que la Iglesia que encabezó el cardenal Raúl Silva Henríquez, quien salvó mi vida cuando yo fui detenido siendo un niño, hoy, a través del actual cardenal Francisco Javier Errázuriz, borra todo lo que se hizo en aquellos años por defender la vida. Se han olvidado incluso de su propia gente y los sacerdotes asesinados”, dice Pradenas
La historia del Nano
Entre las operaciones masivas realizadas con posterioridad al golpe militar de septiembre de 1973, una tuvo lugar en el campamento La Bandera en la zona sur de la capital, domicilio de José Pradenas y su familia. Aún tiene secuelas por los golpes que recibió. Los militares allanaron todo el campamento de la actual población La Bandera. A él, de trece años, lo subieron a un camión a golpes y culatazos para luego trasladarlo al centro de prisioneros establecido en la Base Aérea El Bosque, dependencia que posee la FACh al final de la Gran Avenida.
Acostumbrado a utilizar su antigua “chapa” clandestina, el Nano Pradenas relata cuál fue su pecado: “liderar a un grupo de pioneros del sector, una brigada que funcionaba en el campamento durante el gobierno de Allende”. Más tarde, desde el recinto de la FACH fue trasladado al centro de prisioneros ubicado en el Cerro Chena de San Bernardo: “Allí me tocó presenciar simulacros de fusilamientos a personas que estaban en el suelo con la vista vendada, eso entre muchas otras atrocidades. A mi padre también lo buscaban porque era dirigente de la JAP (Juntas de Abastecimientos y Precios) en el campamento La Bandera”. Tres años después de ocurrido el Golpe su padre recién pudo volver al hogar.
Gracias a las gestiones que en la época realizó el Cardenal Raúl Silva Henríquez, Pradenas fue liberado de sus tormentos en diciembre de 1973. Al respecto declara: “En marzo de 1974 regresé a clases, mi colegio estaba intervenido por los milicos. Me senté en mi sala cuando estaban pasando la lista y de improviso entra una persona a la sala, me llama y la profesora en ese momento agachó la cabeza y me dice ‘pesca tus cosas y vamos a la oficina’. Al entrar me hacen esperar mirando hacia la muralla, aparece el nuevo director del colegio, era un milico quien me dice ‘¡Ah, tú eres Pradenas!, saca tus cosas y te vas, aquí no necesitamos marxistas, ni manzanas podridas que echen a perder al resto!’. Me expulsaron del colegio lo que significó otro golpe para mí.
Regresé a mi casa llorando. Y así crecí, era recién un adolescente, en medio del terror de la dictadura…Entonces, ¿cómo se pide el Indulto por esa gente? ¿Cómo?”. Revista Replica.