Mario Martínez: el desafío de su recuerdo. Jose Tulo Romero.
Éste debería ser uno de los principales desafíos del bicentenario de la república, teniendo la certeza que su futuro se construirá sobre pilares éticos y democráticos sólidos. Ni el indulto ni el olvido contribuirán en ello.
En agosto de 1986 el dirigente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Santiago (Feusach) Mario Martínez Rodríguez fue encontrado sin vida en las playas de Santo Domingo.Desde entonces las causas de su muerte son una incógnita, al igual que cientos de casos de asesinatos sucedidos durante los 17 años de la dictadura cívico-militar. Las autoridades de la época no hicieron ningún esfuerzo por esclarecer los hechos, más bien los dificultaron, como el amedrentamiento de iniciales testigos por los civiles desconocidos de siempre.
Veinticuatro años después, la situación no ha variado mucho, pese a que ya han transcurrido veinte años desde que se recuperó la democracia. Los esfuerzos por aclarar los crímenes y desapariciones siguen siendo infructuosos. Por lo que recordar esta fecha debe servirnos para reflexionar sobre una tarea pendiente por la verdad.
Conmemorar a Mario no tiene un propósito odioso, es un recuerdo cariñoso por el dirigente, el amigo, camarada de rutas y el hombre que hoy podría servir a su patria como profesional. Sin embargo, su recuerdo sigue teniendo el sabor amargo de tanta verdad y justicia pendientes.
Mario, tal como otros, representa a todas las víctimas de la dictadura, repartidos a lo largo del territorio nacional, cuyos familiares siguen exigiendo encontrar sus restos, la verdad de los hechos y justicia. La principal responsabilidad la tienen los civiles y militares que hasta el día de hoy ostentan cargos de relevancia nacional; las ramas castrenses y sus organismos de inteligencia, pueden ayudar en ello y los civiles que colaboraron con Pinochet.
Éste debería ser uno de los principales desafíos del bicentenario de la república, teniendo la certeza de que su futuro se construirá sobre pilares éticos y democráticos sólidos. Ni el indulto ni el olvido contribuirán en ello.
De este modo, la promesa que nos hicimos hace veinticuatro años se podrá hacer realidad: que la muerte de Mario sea “semilla de libertad”.
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