domingo, julio 11, 2010

A PATADAS. Andres Rojo.


Terminado el Mundial de Fútbol con un partido final que se empinó más sobre las faltas que sobre los goles, todo parece indicar que el estilo de juego agresivo ha ido siendo adoptado por los dirigentes políticos locales, que renunciando a la elegancia en el juego y al trabajo colectivo, parecen empeñarse en un estilo de zancadillas y en una carrera de lucimiento personal en lugar de privilegiar el funcionamiento de sus equipos.
En lugar de explicar los puntos de vista propios, el acento se ha ido poniendo en resaltar las malas intenciones de los adversarios, con lo que el aire político se ha ido enrareciendo con acusaciones cruzadas que poco ayudan a avanzar en las tareas de Gobierno.
Esto resulta particularmente curioso si se toma en consideración que el Gobierno no tiene mayoría segura en ninguna de las dos cámaras del Congreso Nacional, lo que lo obliga a recurrir a acuerdos con la oposición, lo que se hace imposible cuando ambas partes se dedican a la descalificación pública.

Hasta ahora, los proyectos de mayoría simple que han sido aprobados han tenido el apoyo circunstancial de algunos parlamentarios independientes o de oposición, pero eso no da ninguna seguridad para el futuro, es una receta que puede comenzar a fallar si se insiste en su repetición e implica un desprecio por acuerdos institucionales entre Gobierno y oposición.
En otros períodos de la historia reciente, la opinión pública podía tener una percepción similar, pero en los hechos había un activo diálogo, muy discreto por cierto, entre los gobiernos de la época y las respectivas oposiciones, cosa que no se percibe en estos días, salvo quizás en iniciativas como el asilo a los presos políticos cubanos, en las que la participación del senador Ignacio Walker ha sido bastante visible.

Fuera del enrarecimiento del clima político, esta situación de enfrentamiento tiene una consecuencia adicional, en el fenómeno que ya comenzó a producirse en el período presidencial anterior de Michelle Bachelet, con el surgimiento de los llamados díscolos.
En estos momentos, cruzar el puente entre Gobierno y oposición, en cualquiera de los dos sentidos, parece rentable para obtener reconocimientos esporádicos, pero en la medida que se hagan imposibles los acuerdos institucionalizados la recompensa irá aumentando de valor, y eso implica un descontrol de las mayorías, ya sea la que ocupa La Moneda o la que se encuentra en el Parlamento.