Liderazgo: la Necesidad de una Nueva Generación. Gonzalo Wielandt
La urgencia de nuevos rostros es sin duda una necesidad política. Frescura de actores políticos es por cierto un alivio ambiental. No obstante ello, debemos pensar qué tipo de generación es la requerida o la convocada y qué tipo de actores son los que pudieren llevar a cautivar a las masas de electores.
Nuestro querido partido, la democracia cristiana, se ha caracterizado por ser un partido asfixiante en muchos casos. O sea, un partido que no ha generado las oportunidades para que militantes con grandes virtudes personales y políticas puedan ser hoy líderes políticos. La generación del 73 que actualmente sigue gobernando nuestro partido ha cumplido un rol histórico, pero rol cumplido al fin y al cabo, sin embargo, les hemos dado más responsabilidades políticas, innecesarias para ellos en la actual coyuntura. No se me entienda mal, no propongo jubilar a la generación del 73, sino que dicha generación debe compartir los espacios políticos con quienes nacimos políticamente después del 73 y mucho después de tal fecha. No se trata de proponer el regalo de espacios, ya que todos los que estamos en política hemos dado testimonio suficiente para liderar y ejercer roles políticos de relevancia, pero ¿qué pasa? A mi juicio es que en estricto y simbólico rigor no hay democracia. No hay democracia por que no hay comunidad. Como va a ser posible tener nuevos liderazgos si los destinos de la política dirigencial no se resuelve en los partidos, sino que en corporaciones clientelares, en reuniones familiares, en acuerdo o negocios de algunos con otros. Sumésmole a aquello la inexistente formación política de las militancias, por lo menos la de nuestro partido, en el que cada vez encontramos menos militantes formados y más especuladores y negociadores políticos. Ello nos lleva a que en cualquier junta nacional, y para que decir reunión regional, provincial o comunal, no importan los argumentos, sino que a quién o a qué pertenece tal o cual. Esos argumentos nunca fueron escuchados y que más da si lo que importa es la pertenencia corporativa o particular de quien habla. Que importa la dignidad, que el tipo, ya no camarada, da lo mismo, el tipo no es mío o de los nuestros.
Es posible, lograr nuevas generaciones de dirigentes y líderes políticos. Si es posible. Pero es posible que surjan nuevas generaciones de dirigentes y líderes políticos de calidad, los que realmente nacen para servir. Bueno, esperemos cómo nos va. Los de las nuevas generaciones no tienen que ver necesariamente con la edad, sino que con aquellas generaciones que dan frescura a la política, porque son capaces de interpretar los deseos de un pueblo. No se trata de ser joven etáreamente, sino que ser joven políticamente. Por lo tanto, da lo mismo ser de 20, 30, 60 o 70. Se es capaz, en consecuencia, de dar un mensaje que sea aquel que conduzca, oriente y lidere al pueblo. Para ello, se necesitan líderes capaces de quebrar huevos y no de hablar desde el – para el stablishment. El líder confronta y enfrenta, no sirve a intereses particulares o corporativos. El líder tiene que estar dispuesto a morir. Cuando digo morir, lo digo política y físicamente. Tiene que tener la convicción de entregar su propia vida si fuese necesario. Si bien un soldado que escapa sirve para otra batalla, en política de la nuestra es necesario morir combatiendo para sembrar más vida.
Liderazgo del bueno es la necesidad que urge a la política chilena, y en especial a la democracia cristiana. Liderazgo, del que el pueblo tiene enseñanzas, no malos recuerdos. Para ello una santa y combativa lucha política por el liderazgo del bueno es necesaria, en donde la sangre de la fraternidad corra por los suelos para redimir a nuestro querido partido. Liderazgo del bueno que haga de nuestro partido un gran partido de vanguardia social-comunitaria. Esa es la tarea de las nuevas generaciones.
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