La Amargura De Estos Días. Rodolfo Fortunatti.
Nadie como Jorge Edwards, ha podido expresar de manera más fiel el sentimiento democratacristiano ante la visita de Michelle Bachelet a Cuba. Recuerda el escritor la amargura que embargaba al poeta Georgi Petri al ver delegaciones de escolares que en los actos oficiales del régimen húngaro agasajaban a los poetas comunistas venidos de todas partes del mundo. Petri, entonces encarcelado, experimentaba esa frustración, e incluso humillación, que provoca la insensatez.
El testimonio de Georgi Petri podría ser el de Vaclav Havel en Checoeslovaquia, el de Pasternak en la Unión Soviética, o el de los presos políticos cuya existencia niega la cancillería cubana. Es el mismo sentimiento que reconocemos hoy, como si nos miráramos en un espejo, en la columna que escribe Jorge Edwards cuando aún no sabe del desaire de Fidel Castro a Chile.
Edwards, sin embargo, no habla sólo de desprecios y amarguras. Edwards habla del destino. En realidad habla del futuro de la Concertación y de la Democracia Cristiana. Ese porvenir que no podrá construirse en común mientras se siga negando a la falange su identidad de partido de principios, de valores, de tradiciones y de historia. Edwards habla de un equilibrio perdido. Habla de recuperar el sentido que tiene para el país, y sobre todo, para los propios democratacristianos, esta coalición que ha podido consolidar la democracia, la libertad y la paz social, pero que, con el paso del tiempo, corre el riesgo de oscurecer sus contornos fundacionales.
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