Bachelet: Más simpatía que liderazgo
Patricio Navia
La Tercera, septiembre 29, 2008
(Por problemas de coordinación—no envié la columna a tiempo—sólo fue publicada una versión abreviada de esta columna. Las secciones en [paréntesis] no aparecieron en La Tercera)
Después de 30 meses en el poder, Bachelet ya se ha construido una indiscutible reputación internacional. La presidenta chilena es valorada mucho más por su simpatía que por su liderazgo. Aunque genera buena voluntad y siempre evita pleitos, Bachelet no logró convertir la empatía que produce en un liderazgo efectivo que le permita impulsar las causas internacionales con las que ella personalmente se ha identificado.
Por su experiencia de vida y por su discurso a favor de la participación democrática y más integración regional, su llegada al poder generó expectativas sobre el liderazgo internacional que podría jugar. Pero las protestas estudiantiles primero, el Transantiago después y el complejo tablero en el ajedrez político regional pronto las echaron por tierras.
[El duro trato que le dio el gobierno de Néstor Kirchner respecto al suministro de gas dejó en claro que en política internacional, no hay discriminación positiva por género. Su indecisión respecto al voto de Chile para el Consejo de Seguridad de la ONU en 2006 también socavó su reputación regional. Bachelet se convirtió en una presidenta simpática y querida, pero con decreciente influencia internacional.]
Ahora, cuando su influencia en la política chilena se desvanece, Bachelet quiere potenciar su popularidad nacional con eventos internacionales. La convocatoria extraordinaria a una cumbre de Unasur le produjo dividendos domésticos. Pero la crisis política en Bolivia se mantuvo inalterada.
[Peor aún, quedó claro que lo único que parece unir a ese polarizado país es su desprecio por Chile. Ya que en Bolivia ni siquiera tenemos embajador, la iniciativa de Bachelet de intervenir diplomáticamente sólo desnudó las inconsistencias de nuestra política exterior.]
En su visita a Estados Unidos, Bachelet viajó a Boston para condecorar al languideciente senador demócrata Edward Kennedy por su compromiso con los derechos humanos en el Chile de Pinochet. Pero evitó demostrar la misma determinación para explicitar públicamente su preocupación por el informe de Human Rights Watch sobre los derechos humanos en Venezuela.
[Después que en 2007 impulsó su candidatura para el consejo de derechos humanos de la ONU, Bachelet ahora se excusó de hablar públicamente del tema.]
En Nueva York, el presidente Lula cautivaba a atentos inversionistas con los avances de su país, la presidenta Kirchner buscaba salir de la capilla castigo por el no pago de la deuda argentina, el presidente Uribe hacía desesperado cabildeo por el acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y el paraguayo Lugo despertaba curiosidad. Bachelet no tenía nada novedoso que ofrecer, ningún ambicioso proyecto económico para captar inversiones o iniciativa política para granjear apoyo internacional. Ni siquiera la prensa internacional mostró interés en su innecesario análisis de los motivos de la crisis financiera estadounidense. Mientras los presidentes del mundo tejían redes, Bachelet se fue a cenar con la delegación chilena en tácito reconocimiento de que su gira tenía mucha más ambiciones domésticas que internacionales.
Con todo, Bachelet ha mantenido presencia internacional gracias a su espontánea simpatía. Pero el desenvuelto buen humor también puede desnudar debilidades. En un diálogo con analistas, Bachelet bromeó diciendo que en Estados Unidos no hay golpes militares es porque no hay embajada estadounidense en ese país. Además de desafortunado, resulta inapropiado que un presidente se haga el chistoso en temas sensibles.
[Algún otro líder bien pudiera bromear que Bolivia es un país tan inestable porque Chile no le quiere dar salida al mar. Similarmente ofensiva y tergiversadora de la realidad, una broma así produciría una reacción más severa en Chile que la que la humorada de Bachelet en Estados Unidos.]
[A medida que se acerque la elección presidencial, Bachelet buscará aumentar su presencia internacional. Si bien se confirmará su empatía personal, su ya limitada influencia se irá desvaneciendo.]
La Tercera, septiembre 29, 2008
(Por problemas de coordinación—no envié la columna a tiempo—sólo fue publicada una versión abreviada de esta columna. Las secciones en [paréntesis] no aparecieron en La Tercera)
Después de 30 meses en el poder, Bachelet ya se ha construido una indiscutible reputación internacional. La presidenta chilena es valorada mucho más por su simpatía que por su liderazgo. Aunque genera buena voluntad y siempre evita pleitos, Bachelet no logró convertir la empatía que produce en un liderazgo efectivo que le permita impulsar las causas internacionales con las que ella personalmente se ha identificado.
Por su experiencia de vida y por su discurso a favor de la participación democrática y más integración regional, su llegada al poder generó expectativas sobre el liderazgo internacional que podría jugar. Pero las protestas estudiantiles primero, el Transantiago después y el complejo tablero en el ajedrez político regional pronto las echaron por tierras.
[El duro trato que le dio el gobierno de Néstor Kirchner respecto al suministro de gas dejó en claro que en política internacional, no hay discriminación positiva por género. Su indecisión respecto al voto de Chile para el Consejo de Seguridad de la ONU en 2006 también socavó su reputación regional. Bachelet se convirtió en una presidenta simpática y querida, pero con decreciente influencia internacional.]
Ahora, cuando su influencia en la política chilena se desvanece, Bachelet quiere potenciar su popularidad nacional con eventos internacionales. La convocatoria extraordinaria a una cumbre de Unasur le produjo dividendos domésticos. Pero la crisis política en Bolivia se mantuvo inalterada.
[Peor aún, quedó claro que lo único que parece unir a ese polarizado país es su desprecio por Chile. Ya que en Bolivia ni siquiera tenemos embajador, la iniciativa de Bachelet de intervenir diplomáticamente sólo desnudó las inconsistencias de nuestra política exterior.]
En su visita a Estados Unidos, Bachelet viajó a Boston para condecorar al languideciente senador demócrata Edward Kennedy por su compromiso con los derechos humanos en el Chile de Pinochet. Pero evitó demostrar la misma determinación para explicitar públicamente su preocupación por el informe de Human Rights Watch sobre los derechos humanos en Venezuela.
[Después que en 2007 impulsó su candidatura para el consejo de derechos humanos de la ONU, Bachelet ahora se excusó de hablar públicamente del tema.]
En Nueva York, el presidente Lula cautivaba a atentos inversionistas con los avances de su país, la presidenta Kirchner buscaba salir de la capilla castigo por el no pago de la deuda argentina, el presidente Uribe hacía desesperado cabildeo por el acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y el paraguayo Lugo despertaba curiosidad. Bachelet no tenía nada novedoso que ofrecer, ningún ambicioso proyecto económico para captar inversiones o iniciativa política para granjear apoyo internacional. Ni siquiera la prensa internacional mostró interés en su innecesario análisis de los motivos de la crisis financiera estadounidense. Mientras los presidentes del mundo tejían redes, Bachelet se fue a cenar con la delegación chilena en tácito reconocimiento de que su gira tenía mucha más ambiciones domésticas que internacionales.
Con todo, Bachelet ha mantenido presencia internacional gracias a su espontánea simpatía. Pero el desenvuelto buen humor también puede desnudar debilidades. En un diálogo con analistas, Bachelet bromeó diciendo que en Estados Unidos no hay golpes militares es porque no hay embajada estadounidense en ese país. Además de desafortunado, resulta inapropiado que un presidente se haga el chistoso en temas sensibles.
[Algún otro líder bien pudiera bromear que Bolivia es un país tan inestable porque Chile no le quiere dar salida al mar. Similarmente ofensiva y tergiversadora de la realidad, una broma así produciría una reacción más severa en Chile que la que la humorada de Bachelet en Estados Unidos.]
[A medida que se acerque la elección presidencial, Bachelet buscará aumentar su presencia internacional. Si bien se confirmará su empatía personal, su ya limitada influencia se irá desvaneciendo.]
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