En busca de la generación perdida . La segunda...Pero no se han atrevido.
En la DC compiten distintas facciones.
Hay chascones, guatones, freístas, alvearistas y gutistas. En una de esas crisis de poder incluso aparecieron los cascos azules. Y de la banda de colorines muchos emprendieron la retirada. Las facciones internas siguen siendo causa de innumerables pugnas. Próceres del partido firman cartas llamando al diálogo y al respeto. El mismísimo Gabriel Valdés S., ese aristócrata de la DC en el sentido más amplio de la palabra, anticipó el fin del partido.
Claramente, la DC vive una lenta y gradual agonía. Y los príncipes, ese grupo de jóvenes notables, permanecen tras bambalinas. El problema es que estos jóvenes, políticamente más contemplativos que activos, ya no son tan jóvenes.
Recientemente surgió un curioso debate sobre una lista de eventuales inscritos en la DC. Para quienes apoyan la candidatura de Frei, se intentaría lubricar la maquinaria partidaria para favorecer la candidatura de Alvear.
El listado de eventuales inscritos en la DC parece sacado de Macondo. Unos 5 mil no estarían inscritos en los registros electorales. Otros 4 mil habrían muerto. Consultado sobre esto último, el senador Pizarro nos explica que estos listados “vienen armándose desde hace 10 a 12 años”. Y como las listas “nunca han estado bien actualizadas… aparece gente fallecida”. Una sugerencia es que el partido actualice a sus empleados. A estas alturas un breve curso en el uso de planillas Excel sería recomendable para mantener las listas al día.
Y una reflexión: como tantos potenciales militantes DC mueren en el proceso de inscripción, es muy posible que el promedio de edad del padrón electoral del partido sea elevado. Quizá hoy la DC es un partido de jubilados.
En esa misma entrevista el senador Pizarro acusa a Piñera de ser “un individualista que no tiene cabida en el humanismo cristiano, que se caracteriza por lo contrario: solidaridad, trabajar en equipo”... ¡Qué gran ejemplo de humanismo cristiano nos ha dado últimamente la DC! Acto seguido, reclama que en Piñera “prima el liberalismo”. Qué terrible anatema. Me atrevo a sugerir que una cuota de liberalismo, bien entendido por supuesto, le habría hecho bastante bien a la DC.
Resulta lamentable lo que sucede allí. Es un partido muy relevante para nuestro sistema político. Tiene una gran tradición desde sus orígenes. Pero se dan el lujo de establecer pactos con el PC. Ante esto, ¿qué habrían dicho los fundadores de la Falange? Ateos con cristianos y autoritarios con demócratas. Electoralmente, Marx y Maritain jamás serán vencidos.
La DC vive una crisis de identidad. Es un partido con rumbo incierto. Ha envejecido y no atrae a jóvenes. Por si fuera poco, seducido por razones de sobrevivencia electoral, juega con sus principios fundacionales.
Y lo más triste es que la DC tiene un grupo de jóvenes con empuje, buenas ideas y principios. Una generación de profesionales competentes que se va perdiendo. Tienen alrededor de cuarenta años. No logran sacar de sus espaldas el peso de los próceres de siempre. Esa generación que es hija de la dictadura hoy es víctima de su propio partido. Los que no quieren soltar la teta no les han dado la cabida que merecen. Muchas veces simplemente los han desechado. Pero los príncipes no han tenido los cojones para asumir el liderazgo. Deben seguir el ejemplo de José Antonio Kast y no esperar a ser abuelos.
Nos cuentan los griegos que Diógenes se levantaba al amanecer en Atenas, cuna de la democracia, buscando con su lámpara a un hombre justo y honesto. No necesitamos madrugar para encontrar nuevas figuras para la DC. La generación perdida está a la vista: Ignacio y Patricio Walker, Claudio Orrego, Alberto Undurraga, Alejandro Ferreiro, Clemente Pérez, Guillermo Larraín, Jorge Navarrete, Alberto Etchegaray, entre otros. Pero no se han atrevido.
Claramente, la DC vive una lenta y gradual agonía. Y los príncipes, ese grupo de jóvenes notables, permanecen tras bambalinas. El problema es que estos jóvenes, políticamente más contemplativos que activos, ya no son tan jóvenes.
Recientemente surgió un curioso debate sobre una lista de eventuales inscritos en la DC. Para quienes apoyan la candidatura de Frei, se intentaría lubricar la maquinaria partidaria para favorecer la candidatura de Alvear.
El listado de eventuales inscritos en la DC parece sacado de Macondo. Unos 5 mil no estarían inscritos en los registros electorales. Otros 4 mil habrían muerto. Consultado sobre esto último, el senador Pizarro nos explica que estos listados “vienen armándose desde hace 10 a 12 años”. Y como las listas “nunca han estado bien actualizadas… aparece gente fallecida”. Una sugerencia es que el partido actualice a sus empleados. A estas alturas un breve curso en el uso de planillas Excel sería recomendable para mantener las listas al día.
Y una reflexión: como tantos potenciales militantes DC mueren en el proceso de inscripción, es muy posible que el promedio de edad del padrón electoral del partido sea elevado. Quizá hoy la DC es un partido de jubilados.
En esa misma entrevista el senador Pizarro acusa a Piñera de ser “un individualista que no tiene cabida en el humanismo cristiano, que se caracteriza por lo contrario: solidaridad, trabajar en equipo”... ¡Qué gran ejemplo de humanismo cristiano nos ha dado últimamente la DC! Acto seguido, reclama que en Piñera “prima el liberalismo”. Qué terrible anatema. Me atrevo a sugerir que una cuota de liberalismo, bien entendido por supuesto, le habría hecho bastante bien a la DC.
Resulta lamentable lo que sucede allí. Es un partido muy relevante para nuestro sistema político. Tiene una gran tradición desde sus orígenes. Pero se dan el lujo de establecer pactos con el PC. Ante esto, ¿qué habrían dicho los fundadores de la Falange? Ateos con cristianos y autoritarios con demócratas. Electoralmente, Marx y Maritain jamás serán vencidos.
La DC vive una crisis de identidad. Es un partido con rumbo incierto. Ha envejecido y no atrae a jóvenes. Por si fuera poco, seducido por razones de sobrevivencia electoral, juega con sus principios fundacionales.
Y lo más triste es que la DC tiene un grupo de jóvenes con empuje, buenas ideas y principios. Una generación de profesionales competentes que se va perdiendo. Tienen alrededor de cuarenta años. No logran sacar de sus espaldas el peso de los próceres de siempre. Esa generación que es hija de la dictadura hoy es víctima de su propio partido. Los que no quieren soltar la teta no les han dado la cabida que merecen. Muchas veces simplemente los han desechado. Pero los príncipes no han tenido los cojones para asumir el liderazgo. Deben seguir el ejemplo de José Antonio Kast y no esperar a ser abuelos.
Nos cuentan los griegos que Diógenes se levantaba al amanecer en Atenas, cuna de la democracia, buscando con su lámpara a un hombre justo y honesto. No necesitamos madrugar para encontrar nuevas figuras para la DC. La generación perdida está a la vista: Ignacio y Patricio Walker, Claudio Orrego, Alberto Undurraga, Alejandro Ferreiro, Clemente Pérez, Guillermo Larraín, Jorge Navarrete, Alberto Etchegaray, entre otros. Pero no se han atrevido.
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