POLÍTICA ENVEJECIDA. Andres Rojo.
Lo que caracterizó por mucho tiempo a la Concertación fue su capacidad para adaptarse a las circunstancias de cada momento y, sobre todo, flexibilizar las legítimas aspiraciones de cada uno de los partidos que la componen para hacer posibles los acuerdos y mostrar ante el electorado una unidad que es indispensable a la hora de prometer gobernabilidad.
Sin embargo, la última idea del PPD y de los radicales de llevar dos listas de candidatos a concejales, siendo teóricamente interesante de analizar, se ha convertido en un factor de tensión inimaginable que parece demostrar más la falta de voluntad de buscar la unidad que una diferencia real sobre el método elegido.
Paralelamente a los emplazamientos mutuos, incluyendo amenazas que resultan incompatibles con la convivencia necesaria para la subsistencia de un pacto que no es sólo electoral sino que, por sobre todo, es político, en el país se desarrollan algunos procesos sociales que están siendo desatendidos por el conglomerado gobernante, profundizando la distancia entre la clase política y la ciudadanía.
La revolución pingüina se está reactivando, se conocen nuevas denuncias de corrupción en uno y otro bando político, los resultados de la prueba SIMCA arrojan resultados decepcionantes, las colas de la salud han reaparecido, los camioneros protestan por el alza de los combustibles, hay carreteras cortadas y derechos ciudadanos a elementos básicos como el agua afectados por una legislación incompleta que deja a las autoridades sin herramientas para intervenir.
Mientras todo ello ocurre, las informaciones políticas muestran a los dirigentes de uno y otro bando de la Concertación mostrándose los dientes y augurando el fin de una coalición que ha estado al frente de la Nación por más tiempo que la dictadura pinochetista.
Se podrá explicar esta nueva actitud, negativa por cierto, como fruto del nerviosismo por un eventual daño electoral generado por las nuevas fuerzas políticas que han surgido de la propia Concertación o por el temor al triunfo opositor en las próximas presidenciales, pero ninguno de estos factores sería relevante si la Concertación mantuviera la frescura de sus ideales iniciales y la mística de sus orígenes.
El desgaste natural de cuatro gobiernos consecutivos y el empecinamiento por mantener un sistema político y electoral beneficioso para sus propios intereses han llevado a la Concertación al anquilosamiento. Ya no tiene la vitalidad, los reflejos ni la flexibilidad de un joven ni tiene la madurez y sabiduría de la experiencia porque, finalmente, la Concertación está llegando a su tercera edad.
Sin embargo, la última idea del PPD y de los radicales de llevar dos listas de candidatos a concejales, siendo teóricamente interesante de analizar, se ha convertido en un factor de tensión inimaginable que parece demostrar más la falta de voluntad de buscar la unidad que una diferencia real sobre el método elegido.
Paralelamente a los emplazamientos mutuos, incluyendo amenazas que resultan incompatibles con la convivencia necesaria para la subsistencia de un pacto que no es sólo electoral sino que, por sobre todo, es político, en el país se desarrollan algunos procesos sociales que están siendo desatendidos por el conglomerado gobernante, profundizando la distancia entre la clase política y la ciudadanía.
La revolución pingüina se está reactivando, se conocen nuevas denuncias de corrupción en uno y otro bando político, los resultados de la prueba SIMCA arrojan resultados decepcionantes, las colas de la salud han reaparecido, los camioneros protestan por el alza de los combustibles, hay carreteras cortadas y derechos ciudadanos a elementos básicos como el agua afectados por una legislación incompleta que deja a las autoridades sin herramientas para intervenir.
Mientras todo ello ocurre, las informaciones políticas muestran a los dirigentes de uno y otro bando de la Concertación mostrándose los dientes y augurando el fin de una coalición que ha estado al frente de la Nación por más tiempo que la dictadura pinochetista.
Se podrá explicar esta nueva actitud, negativa por cierto, como fruto del nerviosismo por un eventual daño electoral generado por las nuevas fuerzas políticas que han surgido de la propia Concertación o por el temor al triunfo opositor en las próximas presidenciales, pero ninguno de estos factores sería relevante si la Concertación mantuviera la frescura de sus ideales iniciales y la mística de sus orígenes.
El desgaste natural de cuatro gobiernos consecutivos y el empecinamiento por mantener un sistema político y electoral beneficioso para sus propios intereses han llevado a la Concertación al anquilosamiento. Ya no tiene la vitalidad, los reflejos ni la flexibilidad de un joven ni tiene la madurez y sabiduría de la experiencia porque, finalmente, la Concertación está llegando a su tercera edad.
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