CALIDAD DE LA POLÍTICA. por OTTO BOYE
Hablamos de calidad de los servicios, de los productos, de la educación, de la salud pública, etc., pero no hablamos de la calidad de la política. ¿Por qué será? Tiendo a pensar que se debe a que ningún actor político desea verse reflejado en algún espejo que lo muestre rebajando la calidad de su oficio. Hay, tal vez en todos ellos, una tentación al narcisismo, a creerse perfectos cuando se miran a sí mismos.
Ven la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio. Carecen, a lo menos en público (que es el ámbito donde actúan), de toda capacidad de autocrítica. Sin embargo, la imagen que proyectan hoy en el escenario político nacional no puede ser más elocuente en este punto. El nivel de su accionar político ha descendido demasiado y es hora de comenzar a preocuparse, antes de que sea (¿una vez más?) demasiado tarde.
El tema surgió hace dos semanas en un programa radial dirigido por mi amigo Manuel Tobar en la Radio Valentín Letelier de la Universidad de Valparaíso, al que fui gentilmente invitado por él. La conversación se estaba dando en una atmósfera tan positiva y libre, que, de modo completamente natural, Manuel puso el tema sobre la mesa. En forma instantánea reaccioné positivamente y asentí en torno a la idea de reflexionar seriamente sobre el tema. Consideré acertadísimo comenzar a hacerlo.
El desafío ahora está planteado. Antes de emprender el camino, aquí y en otras instancias, invito a los amables lectores, en un primer ejercicio, a escribirme señalando en forma escueta qué condiciones debe tener la política para ser considerada de buena calidad. La invitación queda abierta.
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